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Necesitamos una historia para recuperar el hilo popular de España
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Óscar Guardingo

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Necesitamos una historia para recuperar el hilo popular de España

Recuperar el hilo popular de nuestra patria pasa por recuperar los grandes nombres que muchas veces pueden haber caído en el olvido pero que es necesario volver a sacar a la palestra

Foto: Cientos de indignados asisten a la asamblea general del movimiento 15-M en el año 2011. (EFE)
Cientos de indignados asisten a la asamblea general del movimiento 15-M en el año 2011. (EFE)

España no es la historia oficial de la Corte ni los relatos del 'establishment' estatal. España es mucho más y mucho mejor que eso. Necesitamos una historia. Necesitamos explicarnos una historia de la que poder estar orgullosos. Una historia de protagonismos populares. Una historia de héroes y heroínas del pueblo. La historia de reyes y sátrapas que se imponen al pueblo y que abortan todas las experiencias democráticas habidas en estas tierras es una historia de la que nadie puede sentirse orgulloso. La historia de una Nación que jamás logra arrebatarle la soberanía al Soberano es la historia de una no-nación.

La historia de España es la de los pueblos con proyectos democráticos más avanzados en su contexto geográfico y la de unas élites que configuran el Estado moderno desde la negación de esos proyectos populares. La única historia de la que se puede estar orgulloso en España es la de su pueblo, no la de su Estado cortesano. Porque la historia de España es la historia de sus pueblos contra sus élites. Pero está por escribir. Estamos por escribirnos. Sin historia común, sin himno, sin símbolos nacionales de origen popular, existe solo un Estado incapaz históricamente de incorporar demandas populares. Incapaz hoy, como siempre, de dar respuestas democráticas a sus crisis. Basta comprobar la respuesta hoy de este Estado cortesano, la del rey Felipe VI y su magistratura, a la crisis catalana: las penas más altas de prisión.

La única historia de la que se puede estar orgulloso en España es la de su pueblo, no la de su Estado cortesano

Relatarnos es empezar a ser. Construir símbolos populares es empezar a ganar el espacio del país que somos a las élites. Solo con nuestros propios héroes y heroínas podremos expulsar a los reyes del panteón de la Nación. La tarea pendiente para un proyecto patriótico democrático es la de construir nuestra mitología populista. Nuestro país es cuna de la democracia y del parlamentarismo. Ningún avance democrático moderno se ha desarrollado jamás en el mundo sin haber sido ensayado antes en España. El parlamentarismo nace en el Reino de León y le siguen las Cortes de Catalunya. Los primeros hombres que forman parte de un parlamento sin ser nobles u obispos son de estas tierras. Pero todo el mundo reconoce a Inglaterra como cuna del parlamentarismo, porque en Inglaterra tuvo continuidad. Aquí siempre existió una reacción salvaje y descarada de las elites para resituar el orden previo ante los enormes avances que lideraba el pueblo.

Recuperar el hilo popular de nuestra patria pasa por recuperar las grandes gestas, los grandes nombres que muchas veces pueden haber caído en el olvido pero que es necesario volver a sacar a la palestra. Reordenando elementos históricos que a veces puede parecer que están dispersos pero que mantienen un mismo sustrato, una misma continuidad histórica de lucha por la emancipación y los bienes comunes impulsada por una vocación democrática radical.

Pedro Osorio y Francesc de Verntallat, dos héroes que marcaron el inicio de una larga tradición de luchas populares para democratizarlo todo

Nuestra larga historia que forja el contenido de nuestra patria empieza con dos héroes populares del siglo XV: Pedro Osorio y Francesc de Verntallat. Dos héroes coetáneos que compartieron un mismo periodo histórico y marcaron el inicio de una larga tradición de luchas populares para democratizarlo todo. Osorio fue uno de los principales líderes de la revuelta de los Irmandiños. Una revuelta que tuvo lugar entre 1467 y 1469 en Galicia y que triunfó en un primer momento. Enroló a 80.000 campesinos y destruyeron 130 castillos y fortalezas de nobles feudales. Es considerada una de las revoluciones sociales más importantes de Europa de aquel siglo y marcó una nueva senda de luchas populares. La revuelta estuvo protagonizada por campesinos, hidalgos, caballeros y una pujante aristocracia urbana que, ante la agresividad de los señores y los nobles gallegos —imposición de tributos para recaudar más tras un periodo de graves turbulencias por la peste y las malas cosechas— también se sumaron a la revuelta. Un triunfo momentáneo que luego fue brutalmente reprimido con el retorno de los señores, nobles gallegos y el clero, esta vez apoyados por los brazos fuertes de la corte de los reyes castellanos y portugueses. Más adelante, los Reyes Católicos tuvieron que emprender acciones para "pacificar" el reino de Galicia y reprimir cualquier tipo de nuevo conato revolucionario. Vemos en este acontecimiento histórico, el primer germen de esta oposición entre un pueblo heroico capaz de organizarse y triunfar y la represión y respuestas brutales de la corte monárquica.

La heroica resistencia de María Pacheco contra las órdenes reales forjó un mito y supuso los cimientos del regionalismo democrático castellano

Durante estos mismos años y con causas similares, se produjo en Catalunya la guerra de las Remensas. Verntallat fue el líder de dos revueltas populares campesinas, organizando un pequeño ejército de campesinos, de labradores de la tierra que lucharon contra la nobleza para terminar con los malos usos de una servidumbre que les había sumido en la pobreza extrema. La primera de las guerras remensas la lidera junto a su lugarteniente Pere Joan Salas, más radical y menos dispuesto a llegar a alianzas con el rey contra los nobles. Verntallat lidera la segunda guerra remensa tras la ejecución de Pere Joan Salas, que acaba con el Compromiso de Guadalupe firmado por el rey Fernando el Católico y Verntallat, lo que supone la supresión de los malos usos y la primera declaración jurídica en Europa de supresión de la servidumbre feudal.

Tras estos dos primeros episodios, que son la semilla de la larga historia de luchas de nuestro pueblo, en el siglo XVI está María Pacheco, también conocida como la Leona de Castilla, Brava Hembra, Centella de Fuego o el último comunero (unos apodos que ya querría el conocido personaje de Juego de Tronos Daeneryns Targaryen). El levantamiento de los comuneros en Castilla se produjo en el año 1520 y aguantó hasta 1522. Eran los inicios de la formación histórica del absolutismo, y los nuevos impuestos y reglas del comercio que suponían la pérdida de fueros y libertades conseguidas en el reino de Castilla durante los años de su expansión territorial. María Pacheco asumió la resistencia de Toledo. La heroica resistencia de María Pacheco contra las órdenes reales forjó un mito que perdura hasta hoy y supuso los cimientos del regionalismo democrático castellano y está en el origen de las Juntas. Tenemos, de nuevo, un relato de revuelta popular que triunfa momentáneamente y luego es reprimida y vencida por la Corte monárquica.

Pau Claris proclamaba la primera república catalana, nada menos que 150 años que la declaración de la república francesa

En el siglo XVII encontramos otro de los nombres ilustres: Pau Claris. Nombrado presidente de la Diputación General de Catalunya en 1638, Claris se enfrentó a las autoridades reales tras los saqueos por parte de los tercios bajo órdenes de la monarquía y el conflicto entre Generalitat y monarquía se iría intensificando en 1639. Fueron los campesinos los que lideraron una revuelta histórica que pretendía liberar a uno de sus líderes y que culminó con el Corpus de Sangre en el que varios miles de campesinos se amotinaron provocando la muerte del virrey Conde de Santa Coloma. En 1641, Claris proclamaba la primera república catalana, nada menos que 150 años que la declaración de la república francesa. Empujada desde el pueblo y contra una monarquía despótica (la que dirigía el Conde Duque de Olivares), la larga trayectoria del republicanismo ibérico encontró ya en el siglo XVII una concreción y una victoria que sentaron las bases de una historia alternativa, de una patria construida desde abajo y a través del poder popular contra las jerarquías y la dinámica de la corte.

El siglo XVIII también fue atravesado de multitud de motines populares que tensionaban un régimen monárquico cerrado hacia posiciones más democráticas y más avanzadas.

En el siglo XIX tenemos otra heroína popular que imprimió un espíritu de inquebrantable compromiso con la democracia de nuestra patria: Mariana Pineda. Una mujer, de Granada, que desde muy joven adhirió la causa liberal contra el absolutismo de Fernando VII. Acogió en su casa a varios liberales perseguidos por Fernando VII tras el trienio liberal de 1820-1823. Ayudó a escapar a varios presos políticos liberales, como a Fernando Álvarez de Sotomayor y asistió a numerosas reuniones de los grupos liberales de la ciudad. El caso de Pineda encarnó la oscuridad y la desproporción brutal de la represión del absolutismo de Fernando. Pineda fue condenada a muerte en un juicio que duró cuatro días y en el que ni siquiera estuvo presente. Le hubieran conmutado la pena si hubiera delatado a otros liberales, pero su respuesta resuena con fuerza hasta los días de hoy: "Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios". Compromiso, determinación y valentía para defender la causa del pueblo contra la corte monárquica, un ejemplo que se hizo inmortal.

placeholder Retrato de la abogada, escritora y política Clara Campoamor (sin fecha, década de los 20). (EFE)
Retrato de la abogada, escritora y política Clara Campoamor (sin fecha, década de los 20). (EFE)

El siglo XX contiene multitud de héroes y heroínas que son ampliamente conocidos y que gestaron varias epopeyas populares: Frederica Montseny (primera mujer en ocupar un cargo ministerial en España y una de las primeras de todo el mundo), Clara Campoamor (que logró un hito importantísimo en la larga lucha democrática y feminista de todo el mundo, permitiendo que España fuera uno de los primeros países en el que hubiera sufragio universal), Salvador Seguí (uno de los sindicalistas más influyentes de nuestra historia, asesinado por la patronal catalana en 1923, impulsor de la mítica huelga de La Canadenca que consiguió que España fuera uno de los primeros estados occidentales en decretar la jornada laboral de 8 horas, creando poder popular y dando alas a la lucha emancipadora de los obreros), Manuel Azaña y Lluís Companys, referentes del republicanismo español y catalán del siglo XX y cuyas ideas y proyectos nacional-populares perduran hasta nuestros días.

La España democrática y popular viene de un largo aliento. Una historia de luchas populares que han configurado y conformado nuestra cultura política, nuestros éxitos y victorias que sí han podido plasmarse y cristalizarse en instituciones concretas, creencias públicas y asentadas en nuestro sentido común. Pero también nuestras derrotas: la continua voluntad de la corte monárquica y de cierta institucionalidad impuesta a la gente de robarle a la gente su historia, su protagonismo, para proteger sus privilegios. Una voluntad de robarle la patria a la gente de este país para enriquecerse a costa de los esfuerzos de las mayorías.

El largo aliento llega hasta nuestros días. El 15-M es un capítulo más que podría determinar el futuro del siglo XXI. Un 15-M que también bebe y recoge esta pulsión democrática que atraviesa todos los siglos de construcción nacional de España y que hoy tenemos la enorme tarea de convertir en una victoria popular completa.

*Óscar Guardingo es senador por Barcelona y secretario general del GP de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea en el Senado

España no es la historia oficial de la Corte ni los relatos del 'establishment' estatal. España es mucho más y mucho mejor que eso. Necesitamos una historia. Necesitamos explicarnos una historia de la que poder estar orgullosos. Una historia de protagonismos populares. Una historia de héroes y heroínas del pueblo. La historia de reyes y sátrapas que se imponen al pueblo y que abortan todas las experiencias democráticas habidas en estas tierras es una historia de la que nadie puede sentirse orgulloso. La historia de una Nación que jamás logra arrebatarle la soberanía al Soberano es la historia de una no-nación.

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