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Milagros Marcos Ortega

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Defender a España de su propio presidente

España no es un país de países, por mucho que se empeñe en otra cosa el presidente del Gobierno. Vivimos en un país que asienta sus bases políticas en la unidad de la nación

Foto: Visita oficial de Pedro Sánchez al Consejo de Europa. (EFE)
Visita oficial de Pedro Sánchez al Consejo de Europa. (EFE)

España no es un país de países, por mucho que se empeñe en otra cosa el presidente del Gobierno. Vivimos en un país que asienta sus bases políticas y de convivencia en la unidad de la nación española, tan constitucional como histórica. Y esto es así porque así lo han querido todos los españoles que, hace ahora cuarenta años, votaron la Constitución Española y ni el presidente del Gobierno puede cambiarlo a su antojo, ni los nacionalistas pueden inventarse otra historia violando la Constitución.

La misma Constitución Española, cuando proclama que la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria, manifiesta de forma inequívoca que el Parlamento constituye el centro del sistema político. La soberanía reside en el pueblo español y sus depositarios son las Cortes Generales. Los diputados y senadores son, por tanto, los auténticos mediadores entre los ciudadanos y el poder. Por mucho que se empeñe el señor Sánchez, él no puede arrogarse la voluntad soberana de todos los españoles, a pesar de sus delirios de grandeza. Tampoco puede hipotecarla y dejarla en manos de los inaceptables chantajes de quienes no persiguen otra finalidad que la de fracturar España y dividir a los españoles.

Foto: Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, durante la rueda de prensa de este 8 de febrero. (EFE)

No puede nombrar mediadores ni inventar mesas de partidos para tomar decisiones que afectan a la unidad de la nación española y al marco de convivencia que, democráticamente, nos hemos dado todos los ciudadanos de este país cuando el único foro en el que se puede plantear legítimamente este debate es en las Cortes Generales, donde están representados todos los españoles y todos los territorios. Actuar de otro modo, simple y llanamente, es engañar a los ciudadanos y despreciar tanto al parlamento nacional como al catalán.

¿Qué sentido tiene una mesa de partidos? ¿Qué intención tiene ocultar esos veintiún compromisos a los ciudadanos? Solo uno: mantenerse en la Moncloa aun a costa de engañar a los ciudadanos y despreciar tanto al parlamento nacional como al catalán, donde sí están representados legítimamente los partidos elegidos en las urnas.

¿Cómo puede llamarse presidente quien no cree en las instituciones, no respeta la Constitución y cede ante quienes nos quieren dividir?

El artículo 30 de la Constitución Española proclama que los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España. Francamente, sería de desear que el presidente del Gobierno fuese, de entre todos los españoles, el primero en asumir esa defensa. Es triste tener que defender a España de su propio presidente del Gobierno. ¿Cómo puede llamarse presidente quien no cree en las instituciones, no respeta la Constitución y cede ante quienes nos quieren dividir?

Tenemos un sistema democrático para elegir gobernantes en las urnas. Sería un ejercicio de dignidad por parte del presidente del Gobierno utilizarlo de inmediato convocando elecciones ya. Sería una buena muestra de que no piensa exclusivamente en su propio interés y sí en el de todos los españoles.

Los españoles se lo diremos el domingo, en una acertada manifestación ciudadana de quienes defendemos la unidad de España y la anteponemos a los intereses individuales. Si no defendemos nuestra patria, ¿qué nos queda?

*Milagros Marcos Ortega es consejera de Agricultura y Ganadería y portavoz de la Junta de Castilla y León

España no es un país de países, por mucho que se empeñe en otra cosa el presidente del Gobierno. Vivimos en un país que asienta sus bases políticas y de convivencia en la unidad de la nación española, tan constitucional como histórica. Y esto es así porque así lo han querido todos los españoles que, hace ahora cuarenta años, votaron la Constitución Española y ni el presidente del Gobierno puede cambiarlo a su antojo, ni los nacionalistas pueden inventarse otra historia violando la Constitución.

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