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Ochenta años del exilio mexicano
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Gonzalo Quintero Olivares

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Ochenta años del exilio mexicano

España envió al exilio a más de 5.000 intelectuales. Un 25% del total de 25.000 refugiados que fueron acogidos en México entre 1939 y 1942. Un capital cultural que perdió para siempre

Foto: Vista general de la inscripción con letras de oro en conmemoración del exilio republicano español. (EFE)
Vista general de la inscripción con letras de oro en conmemoración del exilio republicano español. (EFE)

Se cumplen 80 años de la llegada del Flandre al puerto de Veracruz, concretamente, el 31 de mayo de 1939. En él viajaban algo más de 300 españoles, todos ellos parecidos en algo: eran derrotados de la contienda, y muchos, intelectuales y profesionales de primer nivel. Eran solo una minúscula parte del millón de hombres, mujeres y niños que dejaron España, muchos de ellos a través de la frontera hispano-francesa, lo que les permitió conocer la 'hospitalidad' francesa o, los de peor suerte, el nazismo y los campos de concentración alemanes.

Aquella fue una generación perdida para España, que, según cálculos contrastados, envió al exilio a más de 5.000 intelectuales (profesores, científicos, médicos, escritores, músicos, filósofos, juristas, y la relación podría continuar). Un 25% del total de 25.000 refugiados que fueron acogidos en México entre 1939 y 1942. Un capital cultural que España perdió para siempre, pues muy buena parte de ellos descansa para siempre en México, la tierra que les abrazó cuando más lo necesitaban.

Han pasado 80 años de unos hechos que, sin duda, fueron un acontecimiento providencial para la Universidad de México (justa correspondencia a la generosidad de los mexicanos, con su presidente Lázaro Cárdenas a la cabeza). Solo la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México acogió a 26 profesores españoles, entre los que se contaban personajes de la talla de Ruiz-Funes, Sánchez Román, Demófilo de Buen, Luis Recasens, Antonio Sacristán.

La generación de la llamada 'edad de plata' había sido la mejor de la historia de España, y ese fue el colectivo humano particularmente diezmado

No mejor fue la suerte de los que no pudieron escapar, y quedaron en España sin otro destino que la depuración o la cárcel, o ambas cosas. La tragedia que supuso para la universidad española es difícilmente evaluable, pues la generación de la llamada 'edad de plata' (la de 1914) había sido, en todos los órdenes, la mejor de la historia de España, y ese fue el colectivo humano particularmente diezmado.

La enseñanza que se podría extraer es mucha, pero, desgraciadamente, en la España de nuestro tiempo apenas se habla del pasado, si no es para manipularlo y falsearlo, pero, en el improbable caso de que se piense en lo que sucedió en otro tiempo, es más posible que se hable de la Reconquista o de las guerras carlistas que del exilio español en México (o en cualquier otro lugar). Estos días, en la Universidad de Castilla-La Mancha, a impulso del profesor Arroyo Zapatero, se ha conmemorado el 80º aniversario del exilio a México. Todos los intelectuales y políticos mexicanos presentes han dado noticia de lo muy presente que está allí la aportación de los exiliados, que crearon escuelas que se han consolidado como grupos científicos de prestigio. La sorpresa, para ellos, es que la huella de aquellos personajes sea tan débil en la España actual.

La sorpresa, para ellos, es que la huella de aquellos personajes sea tan débil en la España actual

Por parte de la gente que hoy opina sin cesar, se dirá, claro está, que hoy los problemas urgentes son otros, y al oír eso haremos un educado gesto de comprensión para no responder que lo que sucede es un drama doble: en primer lugar, desconocimiento de lo que eran y significaban aquella legión de hombres y mujeres etiquetados como 'intelectuales republicanos'. Pero en segundo lugar surgirá una reacción irracional contra, precisamente, la 'racionalidad' de las conductas de aquellos personajes. Se podría simplificar con pocas palabras: el nivel medio de aquella generación está varias veces por encima de los actuales detentadores del poder en su más amplia dimensión, y eso es difícil de reconocer.

Si de actitudes de hoy y de ayer hablamos, bueno será recordar que el 25 de mayo de 1930 la ciudad de Barcelona homenajeaba a intelectuales castellanos que habían defendido el catalán durante la dictadura de Primo de Rivera. Entre los invitados, estaban Menéndez Pidal, Marañón, Ossorio y Gallardo, Pérez de Ayala, Urgoiti, Sangroniz, Pittaluga, Zulueta, Jiménez de Asúa, Tapia, Rivera Pastor, Marichalar, Bergamín, Ballesteros, Bravo, Martínez Sierra y Bello. A muchos de ellos les aguardaba el exilio. ¿Es imaginable algo así en nuestro tiempo, en el negado supuesto de que los actuales dirigentes de la vida catalana fueran conscientes de lo que significaban personajes de esa talla? Es difícil responder afirmativamente, aunque estoy convencido de que me dirían, de leer estas páginas, que ahora vivimos en tiempos de agresión y no hay puente alguno por el que pueda pasear la concordia.

De continuar el clima de 'convivencia' que se impone en Cataluña, optarán por coger la puerta y marcharse, con todo el dolor de su corazón

El problema realmente dramático es el mismo que se repite en cada tiempo, en uno u otro lugar de nuestro mundo: la intolerancia hacia el que intelectualmente, sin violencia ni imposición de especie alguna, discrepa de directrices y pretensiones totalitarias, identitarias, raciales. Por desgracia, he podido oír a personas de indudable respetabilidad profesional decir que, de continuar 'sine die' el clima de 'convivencia' que se impone, o se intenta imponer, en Cataluña, optarán por coger la puerta y marcharse, con todo el dolor de su corazón. Ante ese anuncio no falta, por supuesto, el cenutrio identitario que envanecido proclama que si no les gusta cómo 'somos' los catalanes (se refiere solo a los de su cuerda), mejor que se vayan.

El riesgo de un desangramiento lento, como el que se ha visto con el traslado de muchas empresas —esperemos que no cristalice en resultados tangibles en lo que se refiere a intelectuales en el más amplio alcance de la palabra (investigadores, maestros, científicos, escritores, médicos, abogados, etc.)—, no parece preocupar a los que viven la cruzada del 'procés'. La enseñanza de la historia, lo que supone perder o diluir a una generación, y Cataluña debería recordar lo que supuso para ella el exilio de 1939, no parece hacer especial mella, pero aún peor es la desaparición de aquel espíritu que permitía el diálogo interterritorial sin frontera de especie alguna.

Motivos para el optimismo, pocos. Para la desesperación, ninguno.

Hoy por hoy, como decía en una hermosa canción mexicana don Pedro Vargas, la larga noche tendió su manto, surgió la niebla y murió la luz. Esperemos que todo lo que nos circunda, como de la vida decía Santa Teresa, solo sea una larga noche en una mala posada.

*Gonzalo Quintero Olivares, catedrático de Derecho Penal y abogado.

Se cumplen 80 años de la llegada del Flandre al puerto de Veracruz, concretamente, el 31 de mayo de 1939. En él viajaban algo más de 300 españoles, todos ellos parecidos en algo: eran derrotados de la contienda, y muchos, intelectuales y profesionales de primer nivel. Eran solo una minúscula parte del millón de hombres, mujeres y niños que dejaron España, muchos de ellos a través de la frontera hispano-francesa, lo que les permitió conocer la 'hospitalidad' francesa o, los de peor suerte, el nazismo y los campos de concentración alemanes.

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