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Isabel Garro

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¡Vamos a morir!

Al tiempo que siguen aumentando las cifras de fallecidos por el coronavirus, crecen también los efectos y las muertes causadas por los impactos del ser humano en el medio ambiente

Foto: Colombia se pone ante el desafío de proteger su enorme biodiversidad. (EFE)
Colombia se pone ante el desafío de proteger su enorme biodiversidad. (EFE)

Siempre me ha parecido significativo que, cuando las Naciones Unidas definieron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que el mundo debe alcanzar para el año 2030, el relativo a la "Acción Climática" hable directamente de la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático y de fortalecer la resiliencia de los países más desfavorecidos. Es decir, no se aspira a impedir el cambio climático porque es ampliamente sabido que el cambio climático es ya una realidad imparable y de nada nos servirá esconder la cabeza bajo tierra para no ver lo que se nos viene encima.

Después de casi 5 meses centrados en la crisis sanitaria provocada por el covid-19, resulta casi chocante escribir sobre otro asunto que no sea aquello de lo que hablan todos. Pero la realidad es que, al tiempo que siguen aumentando las cifras de fallecidos por el coronavirus, crecen también los efectos y las muertes causadas por los impactos del ser humano en el medio ambiente.

Un día como hoy, es crítico recordar que el medio ambiente ha de situarse como prioridad de la acción política global del mundo

El World Economic Forum (WEF) lleva alertando ya años de que el cambio climático tiene visos de convertirse en el mayor riesgo al que va a tener que enfrentarse la humanidad en los próximos años, haciendo que la crisis del covid-19 quede casi reducida a la categoría de anécdota. Aunque sería totalmente inhumano frivolizar sobre la enfermedad que ha causado cientos de miles de muertes en estos meses, no podemos dejarnos eclipsar por la "urgencia" y debemos ser capaces de balancear lo "urgente y lo importante". Porque en día como ayer, en el que se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, era crítico recordar que el medio ambiente ha de situarse como prioridad de la acción política global del mundo. No es una elección; es una necesidad urgente e importante para la supervivencia del ser humano y del planeta.

Las buenas noticias son que Europa y sus dirigentes son conscientes de los riesgos que están por venir y de la resiliencia que tendremos que desarrollar, por lo que ya está en marcha el diseño y desarrollo de un conjunto de políticas profundamente transformadoras conocidas como el European Green New Deal. Anteayer, la vicepresidenta cuarta del Gobierno de España y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, propuso en la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados "un gran Pacto Verde y solidario por la inclusión y el progreso económico".

Las empresas van a jugar un papel clave en esta transición hacia una economía que se desarrolla de forma sostenible

A pesar de los esfuerzos que ya se están haciendo, es necesario aumentar la ambición climática para el año 2030 y para el 2050, proporcionar energía limpia, segura y asequible para todos, construir y renovar Europa de manera eficiente en términos de energía y recursos, acelerar la transición hacia la movilidad sostenible e inteligente, preservar y restaurar los ecosistemas y la biodiversidad, promover la financiación e inversión verde, garantizando una transición justa y, sobre todo, asegurarnos de que en este proceso de transformación, nadie quede atrás.

Pero esta tarea no corresponde de forma exclusiva a los gobiernos. Las empresas van a jugar un papel clave en esta transición hacia una economía que se desarrolla de forma sostenible. Y no va a ser suficiente con incorporar la sostenibilidad en los modelos de negocio existentes. Vamos a tener que desaprender y volver a aprender cuál es el papel de la empresa en la sociedad.

La estrategia del avestruz ha muerto. De nada sirve ya esconder la cabeza creyendo que los problemas de la comunidad china o de EEUU no nos afectarán

El mundo de la comunicación tiene un importante papel y no se libra de esta necesidad de resetear lo aprendido. El sector de la comunicación, la publicidad y el marketing, en su papel de identificador y promotor de tendencias, va a tener también que reinventarse. Los profesionales de este ámbito y las empresas, van a tener que innovar, incorporar las nuevas tecnologías y favorecer una cuarta revolución industrial que garantice un desarrollo económico que proteja a las personas y al planeta. No solo resultará clave la forma en la que se incorpore la sostenibilidad en la estrategia empresarial, sino también la manera en la que este elemento entre a formar parte de la política de comunicación de las empresas. Ya se le exige al tejido empresarial que colabore en la consecución de los objetivos comunes en materia de cambio climático y actúe de manera responsable, pero además se le va a reclamar que participe en la difusión de estos valores y que sea transparente en su comunicación.

El covid-19 nos ha demostrado que los problemas hace mucho tiempo que dejaron de ser locales. La globalización 3.0 de Thomas Friedman nos recuerda que la estrategia del avestruz ha muerto. De nada sirve ya esconder la cabeza bajo tierra creyendo que así los problemas de la comunidad china o estadounidense no nos afectarán. Si no queremos morir antes de tiempo, ha llegado el momento de aceptar que el planeta y las personas son dos lados de una misma moneda, donde también conviven las empresas, los gobiernos y las instituciones; y todos tenemos una parte de responsabilidad en el desarrollo de las soluciones.

*Isabel Garro es senior executive advisor en Planner Media y ha sido directora general de la Red Española del Pacto Mundial y asesora especial del Alto Comisionado para la Agenda 2030.

Siempre me ha parecido significativo que, cuando las Naciones Unidas definieron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que el mundo debe alcanzar para el año 2030, el relativo a la "Acción Climática" hable directamente de la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático y de fortalecer la resiliencia de los países más desfavorecidos. Es decir, no se aspira a impedir el cambio climático porque es ampliamente sabido que el cambio climático es ya una realidad imparable y de nada nos servirá esconder la cabeza bajo tierra para no ver lo que se nos viene encima.

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