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El poder del 'poble' catalán
Los electores de las zonas rurales e interiores de la región tienden a tener comportamientos más nacionalistas, mientras que ocurre lo contrario en las zonas urbanas y periféricas
"En la Cataluña rural, el nacionalismo es una religión". En esta región, donde se mantiene la importancia del 'cleavage' "izquierda-derecha" y donde la fractura "centro-periferia" gana cada día más peso, se ha olvidado la clásica división entre "rural-urbano". En el presente artículo, al igual que Albert Boadella con su cita, reivindicamos la importancia de esta dimensión, no solo desde la perspectiva nacionalista, sino en todas las facetas del comportamiento electoral.
Así pues, el eje "rural-urbano" logra poner al descubierto que, tanto en elecciones generales como en autonómicas, tienen patrones conductuales distintos. Por un lado, el electorado rural tiende más a actitudes conservadoras y nacionalistas, mientras que, por otro lado, el tejido urbano se caracteriza por un mayor pluralismo y diversidad política. Para su demostración, analizaremos la influencia del tamaño del hábitat sobre: la participación electoral, la cuestión independentista y la distribución partidista.
En cuanto a la primera de ellas, la participación electoral es un factor de primer orden para entender la importancia subjetiva que el electorado atribuye a cada elección. Es por eso que, para poder hallar el grado de conexión entre autonómicas y generales con respecto a la predisposición participativa en Cataluña, vamos a tomar en consideración los niveles de participación según el tamaño del municipio y la provincia. Se debe recordar que, por norma general en España, la participación en las elecciones autonómicas es más baja que las generales. Esto se debe a que, comúnmente, los votantes consideran que hay menos en juego y levantan menos interés. Sin embargo, en Cataluña, el contexto coyuntural y la polarización latente de los últimos tiempos, hace que el electorado se vea segmentado adquiriendo diferentes matices según sea la percepción del escenario electoral.
Atendiendo a los datos que se recogen en el gráfico 1, se observa que la movilización electoral no va en consonancia con la jerarquía electoral que antes mencionábamos. Esto supone niveles de participación/abstención diferenciados en toda Cataluña. Es decir, las dimensiones de competición no se ponderan de igual manera, y los electores perciben posiciones claramente diferenciadas, registrándose una mayor desactivación electoral en las generales. Esto sugiere que, los votantes, en estos comicios no encontrarían refugio de ninguna fuerza política optando con mayor asiduidad por la abstención, cosa que en la arena de competición autonómica, no sucede.
No obstante, la tendencia que acabamos de señalar acerca de la brecha de participación entre los diferentes comicios, no solo suele estar asociada a la importancia subjetiva otorgada a la arena de competición pertinente. También responde a otro tipo de factores como son los demográficos. Estos, en muchos casos, implican que, cuanto mayor sea la densidad poblacional, más dividido podría estar el electorado y menor podría ser la movilización. Teniendo presente los datos del gráfico 2, y a pesar de que vuelve a repetirse la centralidad de las autonómicas, en las cuatro provincias, el desplome de la participación en ambos comicios se concentra en los municipios pequeños y medianos.
Por el contrario, los municipios que son colindantes a las grandes ciudades, comúnmente llamados zonas metropolitanas, registran un repunte en ambos comicios. Los casos más notorios de esto, serían las provincias de Girona y Tarragona, seguido de Lleida que obtiene un registro bastante lineal, siendo Barcelona la única provincia donde las grandes ciudades participan menos. Por último, destacar que, en las zonas rurales, se cosecha una movilización electoral más elevada. Así, los municipios correspondientes a las provincias de Girona y Barcelona son los que más se activan en ambas elecciones.
Además, en el apéndice 1, podemos observar de forma más concreta estas diferencias de participación entre los diez municipios más grandes de Cataluña y los diez más pequeños. En la mayoría de estos, las tasas de participación son mayores entre los municipios más pequeños. Analizada la participación, examinaremos a continuación la cuestión independentista que, para la política catalana, juega un papel determinante.
Desde su irrupción, el debate sobre la cuestión territorial ha agravado la fragmentación entre las diferentes dimensiones del sistema de partidos. Por tanto, este hecho ha auspiciado una mayor segmentación electoral en los ejes "izquierda-derecha" e "independentista-no independentista". Ahora, en Cataluña, el voto no solo se decide por cuestiones ideológicas, sino que, complementariamente, también lo determinan las cuestiones identitarias y culturales.
La cuestión nacionalista en Cataluña, como señalábamos, ha generado una fractura en su sistema de partidos, creando dos bloques excluyentes entre los independentistas o "soberanistas" y los no independentistas o "autonomistas". Un primer examen como el que nos deja el gráfico 3, muestra la fuerza electoral de cada uno de los bloques en las diferentes provincias para cada elección. El bloque independentista, como se observa, tiene un apoyo de tres quintas partes del electorado, siendo Lleida y Girona las provincias en las que mejores resultados cosechan. Sin embargo, apreciamos también notables diferencias entre el tipo de comicios. Las elecciones autonómicas favorecen a los cuatro independentistas, en detrimento de los autonomistas y Vox —adalid del retorno al centralismo—, mientras que, en las generales, ocurre lo contrario.
Así, una vez realizado el análisis exploratorio, examinaremos la incidencia que genera en esta cuestión el "eje rural-urbano". El gráfico 4 muestra el porcentaje de voto medio de cada bloque, para diferentes tamaños de municipio, en las cuatro provincias. En este caso, hemos tomado como referencia las elecciones autonómicas, entendiendo que son un reflejo más fiel de la dimensión independentista, por el carácter plebiscitario con el que son entendidas.
El diagrama de líneas nos muestra las tendencias que toman electoralmente cada bloque en función del tamaño del municipio. De este modo, observamos cómo el bloque soberanista se hace fuerte en la Cataluña rural y se deshincha conforme aumenta la dimensión del hábitat. Por el contrario, los no independentistas, con tendencias positivas, tienen una mayor implantación en las zonas metropolitanas. Barcelona es un ejemplo paradigmático de este fenómeno; para los municipios de menos de 1.000 habitantes, la brecha entre ambos bloques es de 60 puntos porcentuales, si bien, esta brecha se va reduciendo hasta llegar a los municipios de entre 10.000 y 20.000 habitantes donde hay una convergencia que deja a ambos sectores en un empate técnico. A partir de ahí, el bloque independentistas pierde músculo electoral, mientras que, el resto de fuerzas van recabando más apoyo.
Las cuatro circunscripciones confirman ambos fenómenos, por un lado, la "ruralización" de los soberanistas, y por el otro, el proceso de urbanización de los partidos detractores de la secesión. Si bien, tan solo en dos provincias —Barcelona y Tarragona— se da un sorpaso por parte de los no independentistas. Pese a que los soberanistas pierdan fuerza electoral en los municipios más grandes de Lleida y Girona, no llegan a obtener menos apoyos que el resto de fuerzas —solo empatan en los municipios mayores de 100.000 habitantes de Lleida—.
Para cartografiar estas diferencias mostramos el mapa 1. En él, se representa el porcentaje de voto a partidos independentistas en toda Cataluña. Esta visión espacial nos muestra que, las mayores cuotas de voto independentista, se concentran en la zona interior de la región. Mientras que, las zonas periféricas, limítrofes con Aragón o la Comunidad Valenciana, alcanzan menores niveles de apoyo independentista. Lo mismo ocurre con el litoral mediterráneo, especialmente con la Barcelona metropolitana. Como ya veremos, esta distribución geográfica del independentismo se entenderá mejor a continuación, cuando lo analicemos desde una perspectiva partidista.
Por último, analizaremos desde un punto de vista partidista los diferentes patrones de voto a formaciones políticas en autonómicas y generales, siempre en función del tamaño del municipio. Si bien, antes de pasar a un análisis más exhaustivo, el gráfico 5 nos muestra el voto medio por partido para ambos comicios.
En general, podemos observar cómo entre las dos hay diferentes correlaciones de fuerzas: los partidos independentistas caen en las generales, mientras que los partidos de ámbito estatal se hacen más fuertes en las mismas, como ya apuntábamos anteriormente. A continuación veremos si en este fenómeno tiene algo que ver el "eje rural-urbano".
El gráfico 6 representa el porcentaje de voto que recibe cada partido político en función del tamaño del municipio en las elecciones generales y autonómicas. A grandes rasgos, los partidos —en mayor o menor grado— siguen las mismas tendencias. Las formaciones como ERC, JXCAT y las CUP son principalmente rurales; a medida que aumenta el tamaño del hábitat, pierden apoyos electorales. Como veíamos anteriormente, el apoyo independentista es mayor entre los municipios de menor tamaño. El resto de formaciones, con pendientes positivas, mejoran sus resultados conforme aumenta el tamaño de la localidad. Especial mención merece Ciudadanos en las elecciones autonómicas de 2017. La candidatura liderada por la actual presidenta de la formación naranja se hace fuerte en las localidades más grandes, mientras que flaquea en la Cataluña rural. Para las elecciones generales, la tendencia se mantuvo, sin embargo, con cuotas mucho menores.
También llama poderosamente la atención JXCAT. En ambos comicios, la formación de Quim Torra cosechó mejores resultados en el mundo rural, mientras que, cuanto mayor eran los municipios, sus apoyos se reducían. Por tanto, gran parte del éxito electoral de este partido viene determinado por su músculo electoral en las localidades de menor tamaño.
Ambas formaciones, JXCAT y Ciudadanos representan realidades opuestas. Por un lado, la primera se hace especialmente fuerte en la "Cataluña profunda" mientras que, los segundos se benefician del cosmopolitismo de las grandes urbes.
Por último, para analizar la implantación partidista desde una perspectiva geográfica mostramos el mapa 2. Este, tomando como referencia los resultados de las elecciones generales del 10 de noviembre, pone en boga el dominio espacial de ERC. La formación soberanista con una basta implantación territorial, tan solo disputa su hegemonía con JXCAT, quien concentra su apoyo electoral principalmente en la Girona septentrional y parte de Lleida. Para encontrar dominación de partidos no independentistas —como vimos en el mapa 1— tenemos que irnos a la parte más occidental de Lleida, donde, en la zonas próximas al Valle de Arán, se concentran algunas victorias socialistas. También se aprecian bastiones de los de Iceta en el litoral mediterráneo, especialmente en la Barcelona metropolitana.
En general, esta representación acredita un dominio territorial abrumador de las formaciones independentistas, que junto a lo anteriormente expuesto, no hace sino evidenciar más aún el anclaje secesionista en el medio rural catalán.
Después de todo lo expuesto, podemos afirmar que el "eje rural-urbano" juega un papel fundamental en la política catalana. De hecho, se destacan tres grandes rasgos del electorado catalán. Primero, el electorado rural se moviliza con mayor constancia que las ciudades, y en ambos casos la participación es mayor en autonómicas. Los electores pertenecientes a las zonas rurales e interiores de la región tienden a tener comportamientos más nacionalistas, mientras que en las zonas urbanas y periféricas, ocurre lo contrario. Prueba de ello es la pérdida electoral de los partidos soberanistas cuanto mayor es el tamaño del municipio, y por ende, el aumento de los apoyos a los partidos no independentistas. Así, como apuntaba Albert Boadella la idiosincrasia del medio rural pasa por ser única y muy diferente de la coyuntura que se encuentran en las grandes ciudades catalanas. El pueblo, como máximo exponente del medio rural, tiene una trascendencia política crucial.
Apéndices:
**Imanol Negral Bravo es Politólogo por la Universidad del País Vasco.
**Álvaro Sánchez García es Politólogo por la Universidad de Salamanca (USAL).
"En la Cataluña rural, el nacionalismo es una religión". En esta región, donde se mantiene la importancia del 'cleavage' "izquierda-derecha" y donde la fractura "centro-periferia" gana cada día más peso, se ha olvidado la clásica división entre "rural-urbano". En el presente artículo, al igual que Albert Boadella con su cita, reivindicamos la importancia de esta dimensión, no solo desde la perspectiva nacionalista, sino en todas las facetas del comportamiento electoral.