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El lado bueno de Francisco Martínez
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Ignacio Cembrero

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El lado bueno de Francisco Martínez

De cómo el secretario de Estado se Seguridad del PP protegió al periodista acosado por las autoridades de Marruecos

Foto: El ex número dos de Interior con el PP Francisco Martínez. (EFE)
El ex número dos de Interior con el PP Francisco Martínez. (EFE)
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El almuerzo colectivo con Francisco Martínez Vázquez, en Madrid, a principios de mayo de 2014, debía girar en torno a otros asuntos, pero a la hora del café me animé a hablar de mi tema. Después de todo el comensal que tenía enfrente era el secretario de Estado de Seguridad.

Al número dos de Interior le conté entonces que mi grupo de Facebook, dedicado al Magreb y con más de 10.000 seguidores, había sido cerrado por la compañía californiana mientras se creaba uno falso a mi nombre, aunque después conseguí reabrirlo; que recibí amenazas de muerte, a través de esa misma red social, desde un falso perfil que tenía información sobre mi próximo viaje; que cada semana se deshinchaba una rueda, siempre la misma, de mi coche aparcado en un 'parking' vigilado.

Acababa de tomar la dolorosa decisión de marcharme de 'El País', tras trabajar en ese periódico durante más de 30 años. Cuatro meses antes, el Gobierno de Marruecos me había denunciado en la Fiscalía General del Estado por enaltecimiento del terrorismo por un vídeo de Al Qaeda colgado y contextualizado en mi blog. La dirección del diario, sin esperar al archivo, me dio 72 horas para dejar de cubrir el Magreb e incorporarme a otra área de la redacción. “El País' se somete a la voluntad de Marruecos y prohíbe a Cembrero escribir y publicar”, titulaba triunfante su artículo, en un rotativo de Casablanca, Mohamed Ziane, exministro marroquí de Derechos Humanos.

Temí que Francisco Martínez me contestase, como otros lo habían hecho, con una sonrisa: “Tú, lo que tienes que hacer, es portarte bien y no tocar tanto las pelotas”. Yo sabía que mi relevo en el periódico era achacable a sugerencias del Gobierno español presionado por Marruecos. Tenía constancia de cómo el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, asesoró a su homólogo marroquí, Mustafa Ramid, sobre la formulación de la denuncia en la Fiscalía. Meses después, el titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, torpedeó mi defensa ante el relaciones públicas de la Inteligencia marroquí, Ahmed Charai, que se querelló contra mí. Sospechaba que esas amenazas en redes partían también de Marruecos, pero no de su Ejecutivo sino de las cloacas del Reino alauí.

Me sorprendió agradablemente. Me prometió que haría algunas gestiones para parar el acoso y llamó al comisario para que fuese bien atendido

Francisco Martínez me sorprendió agradablemente. Me prometió que haría algunas gestiones para parar el acoso; me prodigó algunos consejos; me instó a poner una denuncia en la comisaria de mi barrio —ya había interpuesto una en la Brigada de Investigación Tecnológica—, y llamó al comisario para que fuese bien atendido. Pidió a uno de los sabuesos de su policía que estuviera en contacto conmigo por si surgían nuevos problemas. Y no se volvieron a repetir excepto, en enero de 2015, cuando la Inteligencia marroquí trató, con unas fotos en un restaurante madrileño, de probar mi relación con el príncipe Moulay Hicham, el primo hermano de Mohamed VI. Ambos no se hablan desde hace 20 años.

Ahora que Francisco Martínez está imputado en la pieza número 7 del llamado caso Villarejo, ahora que sus mensajes de WhatsApp le han colocado en el ojo del huracán, quería recordar esta faceta suya. Nuestra relación no acabó ahí, en ese restaurante. Él se empolló a fondo la amenaza yihadista y cuando dejó el cargo, a finales de 2016, nos fuimos juntos a dar charlas sobre el tema a Sevilla, Pamplona o en el mismo Madrid. Discrepábamos en público, porque yo sostenía que desde 2004 había una sobreactuación policial, y él me contradecía.

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No tuvo ningún reparo en exhibirse conmigo cuando otros altos cargos me rehuían por llevar el estigma de ser antimarroquí. Hizo además valiosas aportaciones a mi libro 'La España de Alá', sobre los musulmanes en España, pero Casa Árabe rehusó acoger su presentación en la primavera de 2016 y el Real Instituto Elcano canceló después 'sine die' un café-debate que había organizado sobre la obra.

En al menos una ocasión, a finales de agosto de 2014, publiqué en 'El Mundo' una información exclusiva que disgustó a Francisco Martínez: el alto dado por la Guardia Civil, el 7 de agosto de ese año, a la lancha en la que navegaba Mohamed VI en aguas de Ceuta. Marruecos tomó represalias, desatando una crisis migratoria y de seguridad con España que incluyó la suspensión de la cooperación antiterrorista.

Martínez fue entonces, porque habla idiomas que su ministro no domina, el principal apagafuegos de la tensión por el lado español. Sabía que la publicación de esa noticia molestaría en el palacio real de Rabat, porque esa interceptación podía ser interpretada como una humillación al monarca. Supo también que el periodista hacía gestiones para recabar más datos sobre ese episodio antes de ponerse a escribir. Aun así, no me llamó para pedirme que renunciara a publicarla invocando intereses de Estado ni se quejó 'a posteriori' cuando la leyó en la portada de 'El Mundo'. Otros me han echado broncas por mucho menos.

El almuerzo colectivo con Francisco Martínez Vázquez, en Madrid, a principios de mayo de 2014, debía girar en torno a otros asuntos, pero a la hora del café me animé a hablar de mi tema. Después de todo el comensal que tenía enfrente era el secretario de Estado de Seguridad.