Tribuna
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Antonio Petit, el periodista bueno
En su persona y en su trabajo se reflejaron las virtudes que el maestro Kapuscinski reclamó de los periodistas: fue una buena persona, un gran periodista
El gran Ryszard Kapuscinski nos dejó escrito lo siguiente: “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico” y añadió: “para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buen hombre o buena mujer, buenas personas.” Las virtudes que prescribía el reportero polaco las he visto reflejadas desde que tenía veinte años, en mi Bilbao natal, en Antonio Petit Caro (Sevilla, 1943) que falleció ayer en Madrid rodeado del cariño de su mujer, Charo, mi hermana, y sus cuatro hijos, mis sobrinos.
Antonio Petit fue un periodista bueno y un buen periodista. Solo unas pinceladas de su biografía: fue director de 'La Gaceta del Norte' de Bilbao en 1980, tiempos de plomo en el País Vasco, y poco tiempo después, en 1982, se embarcó en una experiencia sin parangón: creó con un grupo de profesionales la agencia de noticias Vascopress que fue hasta finales del siglo pasado una referencia en la información del y sobre el País Vasco.
Presidió y dirigió la agencia con una autoridad queda, serena y una mirada honrada de la realidad vasca y española. Por eso sus compañeros de Vizcaya le situaron al frente de la Asociación de la Prensa y años más tarde, a la vista de su gestión entregada y eficaz, todas las asociaciones provinciales le votaron para la presidencia de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España (FAPE). Trabajó por la dignidad de la profesión sin compensación de género alguno. A Antonio le retribuyó siempre la amistad y el aprecio de sus compañeros.
Presidió y dirigió la agencia Vascopress con una autoridad queda, serena y una mirada honrada de la realidad vasca y española
Dejó Bilbao al final del siglo pasado para instalarse en Madrid. Ni a él ni a su mujer, mi hermana Charo, los etarras les dejaron de acosar con amenazas, pintadas, cartas y hostilidades crueles. Madrid le acogió con los brazos abiertos y marcó un hito en UNESA, entidad que le encargó la gestión de su comunicación y de las relaciones institucionales. Mantuvo, mientras tanto, su fervor taurino que le atrapaba tanto por su condición sevillana de nacencia como por el sentido artístico que en sus crónicas inolvidables reflejó con maestría constante. Vivía en Madrid y era feliz; viajaba a Bilbao y allí seguía siendo feliz y no había Semana Santa -salvo la del año pasado- que no asistiese en la capital de Andalucía, en donde también era feliz y residen sus hermanos.
Fue un periodista bueno y un buen periodista y su vida fue tan rectilínea en lo personal como en lo profesional. Y el 26 de febrero de 2021 entregó su alma a Dios, en el que creía ciegamente, y nos dejó a todos con el ánimo suspendido en la desolación, pero también en el consuelo de que en su persona y en su trabajo se reflejaron las virtudes que el maestro Kapuscinski reclamó de los periodistas: fue una buena persona, un gran periodista, un ejemplo de vida para sus hijos y un amigo leal de los cientos que desde hace horas lloran su ausencia. Yo, entre ellos.
El gran Ryszard Kapuscinski nos dejó escrito lo siguiente: “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico” y añadió: “para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buen hombre o buena mujer, buenas personas.” Las virtudes que prescribía el reportero polaco las he visto reflejadas desde que tenía veinte años, en mi Bilbao natal, en Antonio Petit Caro (Sevilla, 1943) que falleció ayer en Madrid rodeado del cariño de su mujer, Charo, mi hermana, y sus cuatro hijos, mis sobrinos.