Tribuna
Por
Aquí se deciden las elecciones: la disputa del Madrid de las piscinas
El planeamiento urbanístico suele presentarse como aséptico, pero siempre tiene implicaciones ideológicas. Crea un estilo de vida que afecta a la manera de ver el mundo
El pasado 20 de diciembre, El Ayuntamiento de Madrid anunció la cesión de una parcela municipal de 23.000 metros cuadrados en el barrio de Vicálvaro al Gobierno regional para la construcción de un colegio concertado en la confluencia de las calles Igualdad y Tolerancia. La Comunidad anunció que el centro se pondrá en marcha el curso 2021-2022 para “garantizar la libertad de elección”, un discurso habitual que, en este caso, es irónico, ya que será la única opción en la zona. El colegio público tiene parcela asignada, pero carece de fecha y, en el barrio, casi cien estudiantes se quedaron este curso sin opción a plaza pública. Más que libertad, son lentejas.
De cumplirse los planes, el colegio será el primero que se abra en El Cañaveral, un nuevo desarrollo del este de Madrid donde hay previstas 14.000 casas para más de 50.000 vecinos. La zona es la bolsa de vivienda asequible más grande de la Comunidad, con todos los matices que tiene el adjetivo asequible en España y, sobre todo, en Madrid. Son edificios de cinco pisos con zonas comunes, distribuidos en calles amplias y rectas, unidas por rotondas que acaban en grandes vías de comunicación: M-40, M-50 y R-3. Es una isla de la que, de momento, solo sale un autobús al centro urbano. El coche es imprescindible.
Las calles rectas con edificios bajos de El Cañaveral se parecen a las de Soto de Henares (Torrejón de Ardoz), donde, en otro guiño a George Orwell o a María Ostiz, el paseo de la Fraternidad se cruza con el de la Convivencia. Allí está el Humanitas Bilingual School, un colegio concertado con piscina que también disfruta de una cesión de espacio de la Comunidad de Madrid, como el Juan Pablo II de Alcorcón, un centro que segrega por sexo. La lista podría seguir porque, durante años, la transferencia de terrenos o edificios a instituciones educativas ha sido habitual en la autonomía e incluso formó parte de una de las variadas tramas de corrupción. Entre 2003 y 2011, se abrieron casi cien centros concertados en la región. Muchos de ellos para las familias que se instalaban en los nuevos desarrollos urbanos que repiten la cuadrícula de El Cañaveral o Soto de Henares. Son lugares confortables y tranquilos, similares al modelo al quieren imitar: el suburbio estadounidense, la clave de la resistencia del PP en la región.
El planeamiento urbanístico suele presentarse como aséptico y neutral, pero siempre tiene implicaciones ideológicas. Es decir, crea un estilo de vida que afecta a la propia manera de ver el mundo. No es que vivir en un determinado lugar conlleve un voto concreto, sino que lo cotidiano, como el uso del coche o el tipo de colegio, ayuda a conformar una ideología vinculada a ciertos conceptos como propiedad, individualismo o seguridad.
Los 'pauers' y el Madrid de las piscinas
Años 80. El Madrid de la Movida perdía población y el ayuntamiento trató de revertir el flujo. El plan urbanístico de 1985 se basaba en ensanches siguiendo un modelo austero: urbanización paulatina de barrios pequeños conectados a la ciudad, zonas arboladas y comercio de proximidad. El PSOE perdió el ayuntamiento en 1989 por la moción de censura que hizo el alcalde a Rodríguez Sahagún (CDS) y el cambio llegó pronto. El plan de 1993 modificó el modelo y propuso seis grandes actuaciones periféricas y con diversos niveles de desconexión. Arroyofresno, Montecarmelo, Las Tablas, Sanchinarro, Ensanche de Carabanchel y Ensanche de Vallecas fueron los primeros planes de actuación urbanística (PAU), pero pronto llegaron más. La Comunidad llegó a tener 31. Algunos ni siquiera se han comenzado; pero, durante el 'boom', se llegaron a construir medio millón de viviendas en una década.
El modelo urbanístico suele ser similar al de El Cañaveral: enormes extensiones de terreno con redes reticulares de calles, salpicadas por alguna rotonda para unir el barrio con alguna vía de gestión de flujos porque el tamaño es inabarcable para el transporte público. En todos los nuevos desarrollos se repiten las mismas formas: chalets unifamiliares de dos plantas o urbanizaciones de un máximo de cinco alturas con zonas comunes, que suelen incluir jardín, columpios, piscina y pistas deportivas. Cerca suele haber un centro comercial, ya que la baja densidad hace que sea poco rentable el comercio de proximidad, salvo peluquerías, centros de fisioterapia o clínicas veterinarias.
El planeamiento urbanístico suele presentarse como aséptico y neutral, pero siempre tiene implicaciones ideológicas
En 2011 había una España de las plazas y una España de las piscinas. En la segunda, en los PAU, viven los 'pauers', parejas de profesionales de origen español de unos cuarenta y tantos años con dos hijos menores de edad. La inversión suele precisar de dos fuentes de ingresos regulares y la estabilidad de una red familiar. De la hipoteca que firmaron, habitualmente con la institución que financiaba la promoción, les quedan alrededor de diez años por pagar, lo justo para pagar la formación superior a los hijos. El retrato robot se completa con otros rasgos: colegio concertado, seguro médico, alarma, coche, gimnasio, ocio en el centro comercial, consumo 'online', actividades extraescolares, etc. Es el modelo. La suburbanización crea islas de población homogénea.
La mirada que reciben suele ser de superioridad moral. Como hace el neoliberalismo, se pone el foco en las decisiones individuales, como si estas pudieran desvincularse de los modelos económicos y sociales que se promueven con las decisiones políticas. Si se empuja en una dirección a través del urbanismo, la política fiscal o los instrumentos de crédito, centrarse en las decisiones individuales de las personas que no se han resistido será poco efectivo. La frase, tan neoliberal como puritana, de “lo personal es político” es un callejón sin salida.
La partida de SimCity
La suburbanización de la Comunidad de Madrid no fue una cuestión de demanda, sino de oferta; y, por ejemplo, una de las principales herramientas institucionales fue Arpegio, una empresa pública de la CAM dedicada inicialmente a la gestión de suelo para actividades económicas. A partir de mediados de los años 90, su objeto se amplió al uso residencial y se convirtió en un gran difusor del modelo PAU. Especialmente en las zonas más reacias al voto conservador, como el sur de la Comunidad o el corredor del Henares.
El proceso, que resultará familiar a cualquier jugador de SimCity, iba desde la gestión del terreno al diseño de las infraestructuras, pasando por las dotaciones o los puntos de interés empresariales, comerciales o de ocio. Tenía el lápiz de Madrid y diseñó planes en más de una decena de ciudades. Alrededor de Xanadú, un centro comercial con una pista de nieve, se desarrollaron los planes de La Dehesa, en Navalcarnero, y Arroyomolinos. Esta localidad, un mar de chalets, se convirtió en un imán para los jóvenes del sur de la Comunidad y pasó de 3.000 habitantes a 30.000, gente que se desliga de su entorno y su tradición asociativa y política.
En algunos casos, como Alcorcón, Arganda del Rey, Parla o Aranjuez, se construyó un hospital de gestión no pública cerca del nuevo desarrollo. Son edificios modernos, amplios y luminosos, como las calles de los PAU, y suelen tener habitaciones individuales. El modelo provocó controversia, pero la guerra Uber-taxi, la economía 'rider' en general, nos ha demostrado que esa cuestión es menos importante que la adictiva sensación de riqueza. La Comunidad también llenó el territorio de estaciones de metro porque las dotaciones, como los centros comerciales o las infraestructuras, tienen otra función: subir el precio de la propiedad inmobiliaria, la gran inversión 'pauer'.
El sueño americano
El debate sobre vivienda, sobre todo en la izquierda, se ha centrado sucesivamente en los pelotazos, la corrupción, los desahucios, la gentrificación o el alquiler. Son problemas cruciales y con realidades durísimas pero de alcance limitado, porque vivimos en un país donde la vivienda en propiedad es, de momento, mayoritaria. Además, obvian el gran debate que lo condiciona todo: cómo crecen las ciudades. El arquitecto Fernando Caballero sostiene que el PAU es “una suerte de sueño americano”. La referencia es obligada. En Estados Unidos el sistema de carreteras y suburbios, promovido por las instituciones de crédito y las deducciones fiscales, implicó una trasformación radical de la forma de vivir a partir de los años 50. No solo introdujo nuevos productos de consumo, sino nuevas preocupaciones vinculadas a la propiedad, como la priorización de la estabilidad o la seguridad. Dispersar a la población en islas urbanas segregadas y homogéneas fomentó la pérdida de la visión comunitaria de los problemas. Esa era la idea.
El debate sobre vivienda, sobre todo en la izquierda, se ha centrado sucesivamente en los pelotazos, la corrupción, los desahucios...
El urbanismo crea un nuevo grupo cuya identidad ya no se establece por el trabajo o los vínculos personales, sino por los símbolos de estatus, como el barrio, el coche, el colegio de los hijos o el seguro médico, que actúan como simulacros de ascensor social y provocan una percepción distorsionada que se muestra, por ejemplo, en debates como la fiscalidad. Amplios grupos sociales respaldan políticas que benefician a porcentajes ínfimos de población porque sentirse concernido por ciertos impuestos es una muestra de distinción. El ascenso de la educación no pública es algo que crea ideología, más allá de si el centro es religioso o no. Dentro de un modelo hipercompetitivo, la posibilidad de llevar a tu hijo a un lugar en el que adquiera aptitudes que lo distingan del resto es algo importante. Puede ser el idioma, el deporte, la homogeneidad del alumnado o el método Montessori. Lo importante es que sea distinto. Hablamos mucho de las burbujas digitales pero prestamos poca atención a las burbujas analógicas.
¿Qué pasará con el cinturón naranja?
La partida de SimCity estuvo a punto de salirle mal al PP. En las elecciones celebradas en el primer semestre de 2019, la mayoría de esos barrios de calles rectas con piscinas, tanto los de urbanizaciones como los de chalets, votaron a Ciudadanos. Sucedió en toda España, pero Madrid fue una de las autonomías donde se produjo con más claridad. El discurso de regeneración y consenso, derecha económica y progresismo social era defendido por rostros que encajaban en ese estilo de vida. Era gente que los 'pauers' se podían encontrar en el gimnasio o su lugar de trabajo.
La cosa salió mal. Un partido que defendía la estabilidad y la renovación provocó nuevas elecciones generales y sostuvo a gobiernos que llevaban medio siglo. Moncloa intentó una opa, pero falló. Probablemente, el PSOE no solo es un partido viejo en un mundo nuevo sino que los discursos sobre lo común o la igualdad de oportunidades se reciben peor cuando el formato del relato social es la competición y uno cree que tiene cierta ventaja sobre los demás. Si alguien cree que esa operación sigue siendo posible con leyes económicas de centroderecha cabe recomendarle que apague el ordenador, salga del despacho y visite el territorio donde se encuentran los votos que quiere disputar. La vecindad ideológica en ciertos aspectos contradice los estilos de vida concretos.
El voto se dividió entre el PP (urbanizaciones), Vox (unifamiliares) y, sobre todo, la abstención. Si alguna de las dos formaciones piensa que heredará automáticamente los votos de Ciudadanos también debería darle una vuelta. La defensa de la propiedad o la seguridad encajan bien, pero las guerras culturales contra el feminismo o las diversas opciones sexuales no. Los discursos tabernarios de apostólicos y espadones galdosianos todavía menos. Las opciones del PSOE, o de un partido con menos tradición ideológica como Más Madrid, pasan por esa hiperexcitación de la derecha y el miedo a los ultras, además de por un programa concreto de dotaciones y mantenimiento. El hecho de que la gente lleve a sus hijos a un concertado religioso no significa que lo sea. Solo es un signo de distinción. La derecha importa ideas de Estados Unidos sin tener en cuenta que aquí no tenemos el tejido asociativo que allí respalda a la coalición cristiana, ni que esta es mayoritariamente protestante y España es un país católico.
Es complicado saber lo que va a pasar, salvo que la dispersión urbana seguirá creciendo y, con ella, la segregación o la desconexión social. En los próximos años se completarán los desarrollos del este de Madrid, donde probablemente habrá conflictividad por los realojos de la Cañada Real. También hay desarrollos previstos en decenas de localidades, siempre con el mismo formato: rotondas que llevan a calles amplias y rectas donde hay edificios con una piscina. Cómo se va a regular el alquiler si volveremos a tener decenas de miles de viviendas para vender. España es un país adicto a la construcción. Si alguien tiene un proyecto renovador en los próximos años no tiene que disputar las banderas, sino los planes de urbanismo.
El pasado 20 de diciembre, El Ayuntamiento de Madrid anunció la cesión de una parcela municipal de 23.000 metros cuadrados en el barrio de Vicálvaro al Gobierno regional para la construcción de un colegio concertado en la confluencia de las calles Igualdad y Tolerancia. La Comunidad anunció que el centro se pondrá en marcha el curso 2021-2022 para “garantizar la libertad de elección”, un discurso habitual que, en este caso, es irónico, ya que será la única opción en la zona. El colegio público tiene parcela asignada, pero carece de fecha y, en el barrio, casi cien estudiantes se quedaron este curso sin opción a plaza pública. Más que libertad, son lentejas.