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Sobre la valentía

El miedo lo sienten igualmente los que se enfrentan a situaciones de injusticia: una persona valiente es la que, a pesar de ello, decide actuar por algo que considera que merece la pena

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Escribió Saint-Exupéry que el valor no tiene ninguna importancia. Resulta difícil contradecir a una persona tan admirable, pero aquí la razón no le asiste. Se le puede disculpar, porque, quizá porque al haber sido especialmente valiente, él no se la daba. Sin embargo, para reconocerla, no hay más que pensar en su contrario. Que a alguien le llamen cobarde es uno de los peores insultos que puede recibir y, por poner un ejemplo especialmente bochornoso, muchos recordaremos aquella lamentable escena de un energúmeno agrediendo brutalmente en el metro a una mujer inmigrante ante la pasividad de todos. Comportarse de manera valiente puede acarrear problemas, y las personas pasivas seguramente actuaban de esa forma intolerable por miedo a que les pudiera agredir también. Pero el miedo lo sienten igualmente los que se enfrentan a situaciones de injusticia: una persona valiente no es la que no percibe riesgos ni siente temor, sino la que, a pesar de ello, decide actuar por algo que considera que merece la pena. El comportamiento valiente es un acto intencional voluntario llevado a cabo tras una deliberación consciente que implica un riesgo objetivo para el actor, motivado a conseguir algún resultado noble, a pesar, posiblemente, de que sienta miedo. Se ha distinguido el coraje físico (reaccionar ante un posible daño a la vida propia o ajena), el coraje moral (muy asociado a otra cualidad muy positiva: la integridad) o el coraje psicológico (capacidad de enfrentarse a los propios miedos, irracionalidad o inestabilidad). Actuar valientemente implica encontrar el equilibrio óptimo entre el deseo de maximizar el efecto de la acción y una estimación correcta de las propias capacidades. Eso distingue la valentía de los comportamientos temerarios que pueden poner en peligro la propia vida por la motivación a disfrutar del riesgo o la aprobación social.

Las personas valerosas difieren de las que no lo son en sus narrativas vitales

La investigación ha identificado un perfil de personalidad propio de las personas valerosas: los desactivadores de bombas, por ejemplo, parecen ser un grupo inusualmente bien ajustado que puntúa por encima de la media en medidas de bienestar, y con puntuación cero en hipocondría. Cuando se ha comparado a combatientes en la guerra de Corea condecorados por su valor o calificados por sus iguales como buenos luchadores, con el grupo general, se ha encontrado a los primeros socialmente más maduros, más inteligentes y más estables emocionalmente. Las personas valerosas difieren de las que no lo son en sus narrativas vitales, en las que relatan un mayor grado de motivación, más experiencias de afecto seguro y más capacidad de convertir las experiencias negativas en positivas. También hay entre ellas un número mayor de personas que ayudan a otras, son más 'nutrientes' con los demás, más generativos (aportan más al grupo y dejarán más a las generaciones venideras) y más optimistas.

La vida social se ha beneficiado del trabajo de personajes especialmente destacados por su valentía: Nelson Mandela, luchador infatigable contra el apartheid en Sudáfrica; Malala, activista pakistaní a favor de los derechos de los más débiles, especialmente mujeres, Premio Nobel de la Paz a los 17 años, que a los 15 sufrió un atentado; Oskar Schindler, salvador de más de 1.200 judíos durante el Holocausto; Ángel Sanz-Briz, diplomático de la legación española en Budapest en 1944, que impidió asimismo la muerte de muchos de ellos; o, en otro orden de cosas, Elena Maseras, la primera mujer que se matriculó en la Universidad en el curso 1872-73.

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Existen determinantes situacionales que facilitan el valor. Personas muy temerosas fóbicas a insectos, animales o ciertos objetos y situaciones, se pueden comportar de forma conmovedoramente valiente si están dispuestas a cambiar y así lo requieren las exigencias de la terapia, y se ha comprobado que las enfermeras mejoran sus prácticas de trabajo tras el encuentro con pacientes diagnosticados de cáncer que se enfrentan a su enfermedad con coraje. En la vida de cualquiera, es necesario valor para defenderse a uno mismo, a su familia o a otros cuando están bajo amenazas externas; para aceptar y manifestar que ha padecido traumas, es vulnerable o pertenece a un grupo con problemas de salud mental o física; para resistir la tentación de volver a las drogas, al alcohol o a comer en exceso; para aceptar que necesita ayuda y no escapar si la terapia le resulta dura; para manifestarse en el trabajo y atreverse a decir que el emperador está desnudo, sin alinearse con la mayoría silenciosa, siempre con el poder… Por todo ello, se están empezando a poner en marcha programas para enseñar a niños miedosos a explorar la naturaleza, a estudiantes con temor al ridículo a preguntar en clase cuando desconozcan algo, a dar empoderamiento a mujeres para abandonar relaciones tóxicas y abusivas, a entrenar a empleados a que se atrevan a solicitar mejoras en sus condiciones de trabajo… La valentía no es un atributo exclusivo de hombres recios y fuertes, sino una cualidad humana que todos deberíamos tratar de ejercitar… con permiso de Saint-Exupéry.

*Mª Dolores Avia es catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid

Escribió Saint-Exupéry que el valor no tiene ninguna importancia. Resulta difícil contradecir a una persona tan admirable, pero aquí la razón no le asiste. Se le puede disculpar, porque, quizá porque al haber sido especialmente valiente, él no se la daba. Sin embargo, para reconocerla, no hay más que pensar en su contrario. Que a alguien le llamen cobarde es uno de los peores insultos que puede recibir y, por poner un ejemplo especialmente bochornoso, muchos recordaremos aquella lamentable escena de un energúmeno agrediendo brutalmente en el metro a una mujer inmigrante ante la pasividad de todos. Comportarse de manera valiente puede acarrear problemas, y las personas pasivas seguramente actuaban de esa forma intolerable por miedo a que les pudiera agredir también. Pero el miedo lo sienten igualmente los que se enfrentan a situaciones de injusticia: una persona valiente no es la que no percibe riesgos ni siente temor, sino la que, a pesar de ello, decide actuar por algo que considera que merece la pena. El comportamiento valiente es un acto intencional voluntario llevado a cabo tras una deliberación consciente que implica un riesgo objetivo para el actor, motivado a conseguir algún resultado noble, a pesar, posiblemente, de que sienta miedo. Se ha distinguido el coraje físico (reaccionar ante un posible daño a la vida propia o ajena), el coraje moral (muy asociado a otra cualidad muy positiva: la integridad) o el coraje psicológico (capacidad de enfrentarse a los propios miedos, irracionalidad o inestabilidad). Actuar valientemente implica encontrar el equilibrio óptimo entre el deseo de maximizar el efecto de la acción y una estimación correcta de las propias capacidades. Eso distingue la valentía de los comportamientos temerarios que pueden poner en peligro la propia vida por la motivación a disfrutar del riesgo o la aprobación social.