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Perro no come carne de perro

En marzo de 2021, cuatro concejales (Luis Cueto, Marta Higueras, José Manuel Calvo y Felipe Llamas) comunicamos que abandonábamos Más Madrid porque MM nos había abandonado

Foto: Los exconcejales de Más Madrid Marta Higueras (2i), Felipe Llamas (2d), Luis Cueto (d) y José Manuel Calvo (i). (EFE)
Los exconcejales de Más Madrid Marta Higueras (2i), Felipe Llamas (2d), Luis Cueto (d) y José Manuel Calvo (i). (EFE)

Arranco con esta frase, que recuerda a las asociaciones animales y primitivas de los libros de Coetzee, para intentar explicar la diferencia entre un tránsfuga caradura —que vende su concejalía o escaño de diputado para cambiar las relaciones de poder (en un ayuntamiento o comunidad autónoma habitualmente) a cambio de dinero, cargos, poder, o las tres cosas a la vez— y un representante ciudadano que abandona el partido que le aparca, le obliga a votar trágalas, se vuelve sectario o caciquil y le asfixia. Y se va sin alterar las mayorías ni obtener privilegio alguno.

Y tras dar la teórica, luego voy a mojarme en lo que está pasando con cuatro concejales que hemos querido abandonar Más Madrid en el ayuntamiento y la tragicómica peripecia por la que, quienes tienen la responsabilidad de atender a esta legítima decisión, nos están haciendo pasar.

De manera interesada (y de ahí el título del artículo) los partidos políticos, cuando se autorregulan —ya sea para sus retribuciones, su privilegiada jubilación, su estatus o la manera de controlar férreamente desde la cúpula al resto de integrantes de la lista, a los que tratan como un 'bulto'—, están a la vez regulando el funcionamiento de la sociedad, dado su papel institucional. Y lo hacen tan mal y con tanto descaro que sigue creciendo, como un monstruo, ese bucle de endogamia, descrédito y distancia de la ciudadanía que manifiestan todas las encuestas.

Desde hace años, los dirigentes rotatorios de los partidos han ido pactando reglas para garantizar que 'el que se mueva no salga en la foto'

Desde hace años, los dirigentes rotatorios de los partidos han ido pactando reglas para garantizar que 'el que se mueva no salga en la foto'. Como se les escapó poner en la Constitución que los escaños son del partido, tienen que aguantar que, en España, el concejal o el diputado que 'les sale rana' puede quedarse en su cargo por el resto de la legislatura.

Las víctimas propiciatorias de la presión de no tocar las narices a los jefes son esos políticos (como muchos que conocemos bien), que no tienen más oficio que la política institucional (esto es, en la que se cobra), que 'quemaron sus naves' y ni han hecho una oposición, ni han montado un negocio ni —como se dice vulgarmente— tienen dónde caerse muertos si el partido les echa o pierden posiciones en las siguientes listas: el terror absoluto.

Para esas personas, al cabo de un tiempo, ya profesionalizadas, cuando actúan y cuando opinan (más en los temas internos del partido, pero en todo), su única prioridad es la defensa de su puesto de trabajo, su cuota de poder (los más poderosos) por si se colocan al salir del cargo en alguna empresa y, solo después, los ciudadanos a los que representan.

Políticos que han pasado por varios partidos se permiten el lujo de absolver o condenar a cuantos amenacen su liderazgo

Políticos que han pasado por tres o cuatro partidos (que los tenemos en activo) se permiten el lujo de absolver o condenar a cuantos, coyunturalmente, amenacen su liderazgo (léase poder, o podercillo).

Causa sonrojo leer la inquina y la saña con que los partidos pactan protocolos para llevarlos luego a leyes (lástima que a veces hay jueces o tribunales constitucionales que anulan esos apaños) que no solo arrinconan sin recursos al disidente, sino que intentan mezclar churras con merinas, matar civilmente al que discrepa y dejarlo maniatado.

Foto: Los dirigentes presentes en la manifestación de Colón de 2019.

Antes, los partidos se contentaban con amenazar: “¡¡Estás fuera de la lista en las siguientes elecciones!!”. En las actuales del ayuntamiento, algún que otro desplazado al gallinero de la lista encontró acomodo en las del partido hermano que, caritativamente, cotiza por él para que llegue mansamente a la jubilación.

Pero ahora parece que ya ni con eso se conforman. La bochornosa infantilidad del endiosamiento del líder o la lideresa en los actuales partidos, como única propuesta del 'marketing' político, está obligando a laminar cualquier voz disidente, vaya, que ponga en duda la inspirada unanimidad imprescindible para alcanzar (o mantener) el poder.

Ya sabemos que lo que importa es cómo cae tal o cual dirigente, que casi nadie conoce a fondo lo que se debate, que opinamos sobre lo que han resaltado, extractado o ninguneado los medios de comunicación de nuestra cuerda. Que las broncas internas son lo peor. Que otras veces se vota para que el candidato más chulo dé un corte de mangas al político que nos enfada o al que odiamos.

Foto: Clara Martínez. (Cedida)

Todo eso está ahí.

Pero hay algunos, como a mí, que nos pilla o grande o lejos o sin ganas de meternos en esa jauría. Que llegamos para aportar nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestros contactos. Que perdemos dinero estando en esto. Que tenemos en un alto sentido nuestra dignidad y nuestra responsabilidad.

En marzo de 2021, cuatro de los 19 concejales que formábamos parte del grupo municipal Más Madrid (Luis Cueto, Marta Higueras, José Manuel Calvo y Felipe Llamas) comunicamos públicamente que abandonábamos Más Madrid porque MM nos había abandonado, porque se había convertido en otra cosa, porque, 'pegotosamente', se estaba impregnando de las mañas de la vieja política, porque habían aprobado unos estatutos 'fake', sin modificar los oficiales depositados en el registro, porque habíamos denunciado internamente irregularidades que se tapaban… Porque, por ese camino, teníamos 20 años más de gobiernos de la derecha en Madrid.

Foto: Imagen de archivo de Manuela Carmena (i), Luis Cueto y Marta Higueras (detrás). (EFE)

El 5 de abril de 2021, el presidente del pleno resolvió solemnemente que, considerando que MM era un partido instrumental, sin militantes ni afiliados con carné, en cuyas listas habían concurrido personas de otros partidos (IU y Equo), no era un partido al uso, sino que se parecía más a una coalición encubierta, y que nuestra salida era similar a la ruptura de una coalición y declaraba constituido el Grupo Mixto, como recomendaba el informe jurídico que le respaldaba. Al día siguiente, solicitamos integrarnos en dicho Grupo Mixto.

Poco duró el atrevimiento: en cuanto dicha resolución fue recurrida por la lideresa de Más Madrid, Rita Maestre, el ínclito presidente decidió suspender la cosa y nos volvió a reintegrar en un grupo municipal que había tenido a bien cesarnos de todas las responsabilidades que ejercíamos, impedir nuestra actividad en los plenos y bloquearnos en los grupos internos de comunicación, porque así, decía la máxima autoridad del pleno, se garantizaba mejor nuestro derecho a seguir ejerciendo el cargo de concejal...

Foto: El líder de Más País, Iñigo Errejón (i), junto a la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena (d), durante el mitin de cierre de la campaña electoral para los comicios del 10 de noviembre. (EFE)

Y recientemente el partido de los cuidados cesa a nueve vocales vecinos por no pagar a un partido al que no están afiliados y que fue creado un año después de su nombramiento como representantes vecinales de la candidatura liderada por Manuela Carmena. Por no ser de la cuerda de Rita y su equipo directivo.

Si cotizase el cinismo, algunos serían millonarios.

Llevamos dos meses sin poder intervenir en las comisiones ni en los plenos de abril ni mayo, y el responsable del expediente decide… no hacer nada.

Perro no come carne de perro.

Es posible que no les preocupen el ayuntamiento ni los derechos políticos y de representación de cuatro cargos electos

Es posible que se hayan asustado de lo que hicieron, que no saben cómo salir, que no les preocupen el ayuntamiento ni los derechos políticos y de representación de cuatro cargos electos. Es muy posible que les preocupe sentar un precedente que ponga en cuestión el control que las cúpulas partidistas ejercen sobre los representantes de la ciudadanía.

Si así fuera, no lo vamos a permitir. Acudiremos a la Justicia. Por los principios. Por nuestra dignidad. Por mejorar la democracia y rebajar la 'cúpulocracia' partidista. Porque merece la pena intentarlo.

Arranco con esta frase, que recuerda a las asociaciones animales y primitivas de los libros de Coetzee, para intentar explicar la diferencia entre un tránsfuga caradura —que vende su concejalía o escaño de diputado para cambiar las relaciones de poder (en un ayuntamiento o comunidad autónoma habitualmente) a cambio de dinero, cargos, poder, o las tres cosas a la vez— y un representante ciudadano que abandona el partido que le aparca, le obliga a votar trágalas, se vuelve sectario o caciquil y le asfixia. Y se va sin alterar las mayorías ni obtener privilegio alguno.

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