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Aquel 3 de abril en Leganés
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Fernando Reinares

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Aquel 3 de abril en Leganés

Los terroristas del 11-M habían jurado convertir España en un infierno. Pero sus planes quedaron finalmente desbaratados por lo ocurr­ido en Leganés poco después de las 21:00 del 3 de abril de 2004

Foto: Acto de recuerdo a las víctimas de los atentados del 11-M en Santa Eugenia. (EFE/J.J. Guillén)
Acto de recuerdo a las víctimas de los atentados del 11-M en Santa Eugenia. (EFE/J.J. Guillén)

Han pasado 19 años desde aquel 3 de abril, cuando siete de los terroristas del 11-M que se escondían en el interior de un piso de Leganés, localizado ese mismo día por el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), provocaron una explosión como consecuencia de la cual fallecieron todos ellos y ocasionaron la muerte al subinspector Francisco Javier Torronteras, uno de los miembros del Grupo Especial de Operaciones (GEO) que habían sido movilizados para cercar el inmueble. Pero muchos españoles no son aún conscientes —o, al menos, no lo son suficientemente— de lo mucho que ese suceso puso de relieve sobre la red terrorista del 11-M y cómo condicionó los planes que sus integrantes tenían previsto llevar a cabo con posterioridad. Quepa sintetizarlo en cinco aspectos de particular relevancia.

En primer lugar, el hallazgo del piso de Leganés puso de manifiesto la continuidad que existió entre la célula de Al Qaeda desmantelada en Madrid por el CNP en noviembre de 2001 —en el curso de la operación Dátil— y la red del 11-M. Unos 10 días después de los atentados en los trenes de cercanías, el comisario que trabajaba sobre los sospechosos de haber pertenecido a dicha célula, conocida como célula de Abu Dahdah por el alias de quien la lideró desde mediados de 1995, advirtió un dato clave. En una relación de números de teléfono compilada por miembros de la Comisaría General de Información que investigaban el 11-M había uno cuyos últimos tres dígitos variaban en pocos guarismos del que utilizaba un exmiembro marroquí de esa célula (Said Berraj). Un análisis de sus comunicaciones desveló una llamada recibida a fines de marzo desde el barrio de San Cristóbal de los Ángeles. Era de un administrador de fincas, quien reveló que unos hombres de origen norteafricano le habían alquilado, a inicios del mes, un piso en Leganés. El arrendatario fue identificado como otro marroquí conocido por parte de los servicios antiterroristas (Mohamed Belhadj).

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En segundo lugar, los siete terroristas fallecidos en el inmueble de Leganés y otro más que estaba en el edificio, pero que consiguió darse a la fuga, reflejaban la composición de la red del 11-M. Entre los muertos se encontraba uno procedente de la célula de Abu Dahdah que no fue detenido (Serhane ben Abdelmajid Fakhet, llamado el Tunecino) y un argelino a quien los exmiembros de dicha célula que formaron el núcleo inicial de la red del 11-M incorporaron tras ser excarcelado por un problema de descoordinación judicial (Allekema Lamari). Por su parte, el fugado (Abdelmajid Bouchar) se había incorporado a la red del 11-M con el componente introducido por el Grupo Islámico Combatiente Marroquí a partir de sus estructuras de mando en Bélgica y Francia, si bien en los escombros de Leganés se encontraron objetos relacionados con otros individuos adscritos a este componente (Mohamed Afalah o Mohamed Bouharrat). Entre los que perdieron la vida, hubo además cinco individuos pertenecientes al componente que añadieron a la red del 11-M unos delincuentes tornados en yihadistas (Jamal Ahmidan, el Chino, Rachid Oulad Akcha, Mohamed Oulad Akcha y Abdenabi Kounjaa, a quienes sumar Rifaat Anouar Asrih).

En tercer lugar, se sabe que aquel 3 de abril, minutos antes de optar por quitarse la vida en el piso de Leganés, el Tunecino, además de contactar con su familia en Túnez, telefoneó a un prominente miembro del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), quien respondió a la llamada desde Londres. Esta comunicación telefónica corroboró la interacción entre notorios miembros del GICL e individuos que desempeñaron papeles fundamentales en la articulación local de la red del 11-M desde el origen de esta última en marzo de 2002 hasta su desaparición efectiva en abril de 2004, con lo ocurrido en Leganés. Un destacado integrante del GICL fue quien transmitió a los exmiembros de la célula de Abu Dahdah que no fueron detenidos en la primera fase de la operación Dátil y permanecían en Madrid las instrucciones del asimismo exmiembro de esa célula e instigador del 11-M (Amer Azizi, quien tampoco pudo ser detenido en esa actuación policial por encontrarse en Irán camino de Afganistán). Añádase a todo ello que apenas unas semanas antes de los atentados, el Tunecino se comunicó por teléfono móvil con el entonces máximo dirigente del GICL. Ello es relevante porque confirma, aún más si cabe, que quienes prepararon y ejecutaron la matanza en los trenes de cercanías tenían importantes y decisivas conexiones internacionales.

En cuarto lugar, lo acontecido aquel 3 de abril frustró los planes con que los integrantes de la red del 11-M amenazaban en un vídeo recuperado entre los escombros de Leganés: "continuaremos nuestra yihad hasta el martirio en la tierra de Tarek ben Ziyad", alusión al suelo español. En la grabación que habían difundido el 13 de marzo hablaban así sobre los atentados en los trenes de cercanías: "estos ataques son una pequeña muestra y un aviso que os hacemos como parte de nuestro plan de yihad". A este plan se refería el fax que remitieron a un diario de ámbito nacional la mañana de aquel 3 de abril: "tenemos la fuerza y la capacidad, con permiso de Alá, de atacaros cuando queramos y como queramos. Juramos por Alá que convertiremos vuestro país en un infierno y que haremos fluir vuestra sangre como ríos". Miembros de la red del 11-M buscaron posibles nuevos blancos en Madrid y alrededores. Afortunadamente, fracasaron en su intento de descarrilar un tren de alta velocidad entre Madrid y Sevilla. Pero antes perder sus reservas financieras, explosivos y armas en Leganés, además de siete miembros, todo lo cual forzó a los demás a huir de España, la red del 11-M había alquilado una casa en Albolote, a las puertas de Granada.

Foto: La plataforma de calles dignas de madrid realiza un homenaje a las víctimas de los atentados del 11m (Foto: EFE Juan Carlos Hidalgo)

En quinto lugar, los terroristas del 11-M pusieron de manifiesto, aquel 3 de abril en Leganés, su disposición al terrorismo suicida. Esa disposición quedó clara en las cartas de despedida de algunos miembros de la red del 11-M. Uno (El Tunecino) lo expresó en un manuscrito en lengua árabe que contenía estrofas como la siguiente: "para conseguir ser mártires hemos venido". Otro (Abdenabi Kounjaa) sostenía en su testamento que "la yihad es una obligación" y afirmaba que "si me matan, seré mártir". Otro más (sobre cuya identidad se duda) declaraba en sus últimas voluntades: "para mí es más digno morir honrado que vivir humillado". Aunque no dejó escrito alguno tras de sí, otro de los miembros de la red del 11-M, uno que destacaba porque estaba entre los pocos que contaban con experiencia de entrenamiento y combate en Afganistán (el ya mencionado Lamari) llamó a un amigo sirio residente en Valencia el 27 de marzo y concluyó la conversación aseverando que "no lo cogerían vivo" y que "ya se verían en el cielo". Varios de los terroristas del 11-M huidos tras la explosión de Leganés mostraron su aptitud para perpetrar actos de terrorismo suicida ejecutándolos en Irak como militantes de la rama de Al Qaeda en este país.

Los atentados del 11-M, a diferencia de los perpetrados al año siguiente en Londres, no fueron suicidas porque los terroristas que intervinieron en su preparación y ejecución no habían completado los planes previstos, que posiblemente les habrían llevado hasta Granada. Estos planes se vieron desbaratados no por las primeras detenciones efectuadas en la tarde del 13 de marzo en Madrid, sino por lo ocurrido en Leganés poco después de las 21:00 de aquel 3 de abril, cuando siete terroristas dejaron muy claro hasta dónde estaban dispuestos a llegar en su común adhesión a la ideología yihadista del martirio. En lugar de entregarse a las autoridades, protagonizaron el primer incidente de terrorismo suicida relacionado con el yihadismo global en Europa Occidental.

Han pasado 19 años desde aquel 3 de abril, cuando siete de los terroristas del 11-M que se escondían en el interior de un piso de Leganés, localizado ese mismo día por el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), provocaron una explosión como consecuencia de la cual fallecieron todos ellos y ocasionaron la muerte al subinspector Francisco Javier Torronteras, uno de los miembros del Grupo Especial de Operaciones (GEO) que habían sido movilizados para cercar el inmueble. Pero muchos españoles no son aún conscientes —o, al menos, no lo son suficientemente— de lo mucho que ese suceso puso de relieve sobre la red terrorista del 11-M y cómo condicionó los planes que sus integrantes tenían previsto llevar a cabo con posterioridad. Quepa sintetizarlo en cinco aspectos de particular relevancia.

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