Tribuna
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El Madrid libre y responsable
La instrumentalización de la sexualidad por ciertos grupos de izquierda hacía necesaria una reforma de las leyes LGTBI y trans. La reforma del Gobierno de la Comunidad de Madrid es moderada, no priva de un solo derecho, no desprotege a nadie
A toda la izquierda y a una parte de la derecha les resulta muy difícil digerir que el Partido Popular haya sido pionero en la defensa de los homosexuales, en instituir un centro de atención a la transexualidad, en legislar para protegerlos, o que ahora haya reforzado como nadie los servicios de prevención de las infecciones de transmisión sexual, que incluyen los tratamientos para que los positivos en VIH puedan tener hijos libres de la infección.
¿La razón? La izquierda no perdona que el PP haya construido 12 hospitales públicos o la red de metro público más barata, eficaz, limpia y fácil de usar del mundo. Para ellos, todo el que no milite en la izquierda como ellos la conciben ha de ser insolidario, machista, homófobo y opresor.
Para esa parte minoritaria de la derecha, el cuidar de todos, el no dejar a nadie atrás es una concesión a la "tibieza", la "cobardía" o el "abuso" de los que, según ellos, "se aprovechan".
El PP de Madrid lleva más de dos décadas pensando en todos y que la libertad va de la mano de la responsabilidad. La Comunidad de Madrid se ha convertido en la segunda casa de todos, donde muchos encuentran la libertad, la prosperidad y, no menos importante, la alegría de vivir perdidas en sus lugares de origen. Todo lo contrario del "infierno homofóbico" que dice la izquierda que somos.
Pero desde 2016, año en el que se aprobaron las conocidas como leyes LGTBI y Trans, la invasión ideológica y la instrumentalización de la sexualidad por ciertos grupos de izquierda, la tentación de convertir en moda tratamientos que son un paso muy serio en la vida de niños y jóvenes, y la exigencia de proteger a todos, pero no a costa de los derechos de las mujeres ni de los menores ni de principios constitucionales como la libertad de expresión, la libertad educativa, la presunción de inocencia o el derecho a la salud, hacían necesaria una reforma de aquellas leyes.
Esa reforma fue una promesa electoral que validaron con su voto la mayoría de madrileños. Y ahora se cumple, justo después de las elecciones y cuando ya se ha aprobado una ley nacional a la que la ley autonómica se adecua ―como no podía ser de otra forma― sin someterse ideológicamente.
Esa fracción de la derecha ha querido apropiarse de esta reforma, cuando en realidad clamaban por la derogación.
Y la izquierda ha reaccionado de forma furibunda, con insultos, mentiras y acusaciones de que "tenemos las manos manchadas de sangre".
Sin embargo, la reforma es moderada, sensata, no priva de un solo derecho, no desprotege a nadie, al contrario: acompaña, ampara, corrige abusos, es mucho más eficaz en la protección y atiende a lo que pedían familias, médicos, juristas, docentes, feministas clásicas y las personas que han padecido los excesos ideológicos, el desamparo y la falta de responsabilidad, que ahora se corrigen sin que nadie salga perdiendo. Ganamos todos, aunque les pese a los de siempre.
* Mónica Lavín es diputada del PP en la Asamblea de Madrid
A toda la izquierda y a una parte de la derecha les resulta muy difícil digerir que el Partido Popular haya sido pionero en la defensa de los homosexuales, en instituir un centro de atención a la transexualidad, en legislar para protegerlos, o que ahora haya reforzado como nadie los servicios de prevención de las infecciones de transmisión sexual, que incluyen los tratamientos para que los positivos en VIH puedan tener hijos libres de la infección.