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Del sainete a la cesión: cómo no legislar cuando gobiernas en minoría
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Ramón González Férriz

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Del sainete a la cesión: cómo no legislar cuando gobiernas en minoría

Conseguir una mayoría parlamentaria siempre es difícil. Pero, en varias ocasiones clave, Pedro Sánchez lo ha convertido en un sainete

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar)
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En enero de 2021, el Gobierno consiguió convalidar el decreto para la ejecución de los fondos europeos gracias a una combinación difícil de creer: el voto favorable de Bildu y la abstención de Vox. En febrero de 2022, salvó su reforma laboral gracias a un error en el voto telemático de un diputado del PP. Ayer, estuvo a punto de ver cómo perdía la votación del decreto anticrisis porque un diputado de Sumar se equivocó al votar. Conseguir una mayoría parlamentaria siempre es difícil. Pero, en varias ocasiones clave, Pedro Sánchez lo ha convertido en un sainete.

El problema es que el género está mutando en algo más lúgubre. Y que estará cada vez más protagonizado por Podemos y Junts. Ayer, ambos partidos tenían legitimidad para negociar su voto hasta el último momento. Ambos tenían todo el derecho a mostrarse a favor o en contra de los decretos ley. Pero lo hicieron con su habitual estilo victimista y teatral. Podemos tumbó la medida impulsada por Yolanda Díaz, en gran medida, como venganza personal y para demostrar lo caros que son sus cinco votos. Tras un día en el que su partido hizo grandes gesticulaciones en los medios, Carles Puigdemont obtuvo enormes contrapartidas de Sánchez, sobre todo para dejar claro que tiene al Gobierno cogido por el cuello y que es más eficaz que ERC en la captación de privilegios. Ese estilo de hacer política contaminará toda la legislatura y, con ella, toda la gobernación de España.

Foto: Miriam Nogueras, en su intervención durante el debate en el Congreso. (Europa Press / Eduardo Parra)

Quien lo ha permitido, por supuesto, es el presidente del Gobierno. Lo ha hecho al aliarse con unos socios que no merecen ninguna confianza. Pero sobre todo lo ha permitido porque, casi seis años después de su llegada al poder, aún no ha entendido plenamente cómo funcionan los gobiernos de coalición y la dinámica de los apoyos parlamentarios externos. Lo ha permitido porque, en la relación con sus socios, se ha mostrado, de manera paradójica, muy duro y extraordinariamente blando.

Mando y sumisión

En primer lugar, en estos casi seis años, Sánchez ha sido implacable con sus socios parlamentarios. Ha decidido utilizar el decreto ley de una manera indiscriminada, que contradice la letra de la Constitución. En muchas ocasiones, ha querido legislar sin contar con las aportaciones de los socios que luego esperaba que ratificaran la legislación. Y ha decidido hacer grandes paquetes legislativos para coaccionar a esos socios: si quieres una parte de lo que me exiges, les ha dicho una y otra vez, tienes que comprarme todo lo que yo necesito. Si no, eres un aliado de la extrema derecha.

Pero ayer, el truco dejó de funcionar. Después de que Bildu, ERC y PNV se quejaran de esa forma de operar, Junts y Podemos decidieron rebelarse. En parte porque, al mismo tiempo que Sánchez se mostraba autoritario con sus socios, también ha sido demasiado complaciente. En 2020, dio a Podemos más poder del que le tocaba en tanto que socio menor de la coalición; más tarde, permitió a Ione Belarra y a Irene Montero sacar adelante leyes fallidas como la del solo sí es sí y discrepar abiertamente de la línea oficial del Gobierno en cuestiones tan cruciales como la política exterior o la de defensa. Mientras negociaba con Sumar la investidura de noviembre, llegó a pedirle a su líder, Yolanda Díaz, que concediera un ministerio a Podemos para no irritar excesivamente a Pablo Iglesias.

Con respecto a Junts, Sánchez aceptó negociar la amnistía en Bruselas y toleró que su enviado, Santos Cerdán, posara bajo una fotografía con una urna del referéndum ilegal. Asumió el relato del procés que defiende Junts y dio por bueno que su pacto no era de investidura, sino de legislatura. A poco que se conozca el estilo político de Puigdemont, era evidente cómo interpretaría la sumisión de Sánchez: como una carta blanca para obtener del presidente lo que quisiera cuando quisiera. Y eso sucedió ayer: Junts es un partido de derecha radical con fuertes elementos xenófobos, pero el Gobierno más progresista de la historia de España le cedió todo lo que quiso en materia de inmigración. Las cesiones incluyeron también más dinero, más reconocimiento de los derechos históricos, más garantías para la amnistía e incentivos para que las empresas que se marcharon de Cataluña a causa del procés regresen.

Foto: Pedro Sánchez, en la reunión que mantuvo en el Congreso con la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, en las conversaciones previas a la investidura. (EFE/J. P. Gandul)

Podemos se rebeló. Junts sacó partido. El problema no es que un Gobierno en minoría negocie el apoyo de otros grupos, es que el PSOE y Sánchez, con esta mezcla de decretos ley ómnibus inamovibles y concesiones masivas, lo hace de manera asombrosamente torpe. Y esta era solo la primera votación de la legislatura.

¿Y ahora?

No es descartable que vuelvan los sainetes parlamentarios. Pero lo más probable es que el rasgo que caracterice a este nuevo periodo sean las rabietas constantes de Podemos y las cesiones masivas a Junts. Esa dinámica, y el estilo teatral de ambos partidos, como decía, se extenderá al resto del Congreso. Bildu no podrá permitir durante mucho tiempo que haya un partido que parezca más de izquierdas que él. El PNV no podrá asumir, a pocos meses de unas elecciones cruciales para él, que Cataluña consiga más que el País Vasco. ERC no podrá tolerar que Junts aparezca como el verdadero conseguidor de poder para la élite independentista. Sabíamos que la legislatura iba a ser complicada para el presidente del Gobierno. Pero, además de complicada, será para él humillante. Él se lo ha buscado: no ha entendido la dinámica de gobernar en minoría, y ha operado en la paradoja de querer imponer su autoridad a sus socios y luego mostrarse complaciente o sumiso. El problema es que esto no solo será malo para su autoridad, sino muy duro para la gobernabilidad del país.

En enero de 2021, el Gobierno consiguió convalidar el decreto para la ejecución de los fondos europeos gracias a una combinación difícil de creer: el voto favorable de Bildu y la abstención de Vox. En febrero de 2022, salvó su reforma laboral gracias a un error en el voto telemático de un diputado del PP. Ayer, estuvo a punto de ver cómo perdía la votación del decreto anticrisis porque un diputado de Sumar se equivocó al votar. Conseguir una mayoría parlamentaria siempre es difícil. Pero, en varias ocasiones clave, Pedro Sánchez lo ha convertido en un sainete.

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