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Las mascarillas de marzo

Éramos conscientes del riesgo de tomar decisiones, pero mucho más conscientes del riesgo de demorarlas. Eso sí, decidimos también hacerlo todo ello lo más transparente posible

Foto: Un operario del aeropuerto de Gran Canaria descarga un avión con material sanitario adquirido por el Gobierno de Canarias en China. (EFE/Elvira Urquijo A.)
Un operario del aeropuerto de Gran Canaria descarga un avión con material sanitario adquirido por el Gobierno de Canarias en China. (EFE/Elvira Urquijo A.)

Empezaremos por el principio: todos fuimos estafados. En mayor o menor medida. No conozco ninguna administración que no sufriese ventas de mascarillas o material de protección a precios exorbitados, o entrega de material defectuoso que no cubría especificaciones. Esto fue así en TODAS las comunidades y en todas las administraciones. La escasez de material, la urgencia de la situación y la caída de los proveedores habituales propició un mercado muy similar al de aquellos mares de Malasia por los que se movía el Sandokan de nuestra infancia. Un mercado infestado de piratas en el que la urgencia y la multiplicidad de actores hacían muy difícil distinguir al estafador y al hombre honrado.

Empecemos por señalar el fracaso del INGESA en la compra centralizada de las primeras semanas. Durante las estas semanas de marzo se nos prometió que el gobierno central, a través del INGESA, procedería a realizar la compra centralizada de todo el material necesario. Esto simplemente no fue así. La inexperiencia en la gestión de los suministros (llevaban décadas transferidas a las CCAA) la caída del mercado internacional y la desaparición de muchos proveedores, temerosos de sufrir las incautaciones anunciadas, hizo que la situación fuera inviable.

A pesar de las reiteradas reclamaciones por parte de las autonomías, el gobierno fue incapaz de asegurar el suministro necesario en aquel mes de marzo y todas las comunidades nos vimos en la obligación de buscarnos la vida por nuestra parte. En nuestro caso, la desesperación llega a tal extremo que el 15 de marzo de 2020 me vi en la obligación de hacer un llamamiento a la solidaridad ciudadana y empresarial para que nos proporcionaran todo el material que tuvieran a su alcance. Aquel llamamiento y la generosidad de ciudadanos y empresarios nos salvó del apuro durante una difícil semana hasta que empezaron a llegar los suministros contratados por nosotros. Más de 3 millones de equipos de protección llegamos a recolectar gracias a la generosidad de muchos que nunca olvidaré. Aquel llamamiento tuvo además un efecto beneficioso añadido: movilizo a las buenas personas. Los piratas se habían movilizado solos ante la oportunidad de negocio, pero mucha gente honesta se comprometió con nosotros, facilitando logística y canales de comunicación a raíz de aquel llamamiento. Compensamos la avaricia de algunos con la honestidad de muchos.

Aún así, se tomaron medidas excepcionales ante una situación excepcional. El 16 de marzo se decidió modificar, mediante acuerdo firmado por el presidente y el consejero de economía, las condiciones de la intervención previa, para facilitar la agilidad en las compras ante una situación que exigía celeridad máxima en la entrega del material. Cabe recordar que en aquella situación se nos obligaba, en muchas ocasiones, a poner el dinero por delante si queríamos tener acceso al material. De hecho, nosotros llegamos a perder algún cargamento los primeros días por esa situación. Fue una decisión arriesgada, pero creo honestamente que necesaria

Foto: El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (c), el vicepresidente, Francisco Igea, y la consejera de Sanidad, Verónica Casado. (EFE)

Determinar la calidad de las ofertas y su adecuación era tarea de los servicios técnicos y de las secretarías generales de las consejerías habilitadas para la compra del material. En nuestro caso, la consejería de Sanidad y la consejería de Fomento. Éramos conscientes del riesgo de tomar decisiones, pero mucho más conscientes del riesgo de demorarlas. Eso sí, decidimos también hacerlo todo ello lo más transparente posible. Creamos una página de visualización en la que figuraban quién compraba, qué compraba y qué precio pagaba. Aquella página comenzó a llenarse de nombres chinos jamás oídos en la historia de la Junta. La transparencia nos permitía saber y hacer saber que todo se sabría y evitar peligrosas tentaciones.

No puedo sino agradecer a todos los funcionarios, altos cargos, trabajadores y técnicos que durante aquellas dificilísimas semanas trabajaron sin horario. “Tengo horario de panadero” me decía el secretario de Sanidad. Las diferencias horarias con China le obligaban a trabajar gran parte de la noche y no le eximíamos de sus obligaciones en el horario español.

Foto: Koldo García (i) y José Luis Ábalos, en una imagen de archivo. (Europa Press/Jesús Hellín)

La porquería que ahora ha aflorado a nadie puede sorprender. Es necesario dejar que la justicia actúe con eficacia y colaborar sin límites con su acción. Ahora que todo se sabe, el PP solicita una comisión de investigación para hundir al PSOE y el PSOE otra para esparcir la sospecha a las comunidades gestionadas por el PP.

Yo, sinceramente, creo que sería bueno que nos sentásemos a compartir las experiencias de aquellos días y tratar de mejorar nuestros controles, nuestro nivel de eficiencia y las medidas de transparencia necesarias para prevenir estos casos. Me temo que nada de esto va a suceder. Llevo los suficientes años en este oficio para saber que no es este el interés de ninguno de los dos grandes partidos. Pero que no quede por nosotros. Si alguien quiere que le contemos lo que vivimos aquellos días puede contar con nuestra presencia. Si quieren matar, al contrario, para eso no nos necesitan. Para eso se bastan ustedes solos

*Francisco Igea Arisqueta. Exvicepresidente de la Junta de Castilla y León en marzo de 2020

Empezaremos por el principio: todos fuimos estafados. En mayor o menor medida. No conozco ninguna administración que no sufriese ventas de mascarillas o material de protección a precios exorbitados, o entrega de material defectuoso que no cubría especificaciones. Esto fue así en TODAS las comunidades y en todas las administraciones. La escasez de material, la urgencia de la situación y la caída de los proveedores habituales propició un mercado muy similar al de aquellos mares de Malasia por los que se movía el Sandokan de nuestra infancia. Un mercado infestado de piratas en el que la urgencia y la multiplicidad de actores hacían muy difícil distinguir al estafador y al hombre honrado.

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