La juventud se siente sola

El dato es desgarrador por su crudeza: una de cada cuatro personas jóvenes, el 25,5%, confiesan sentirse solas. Esa generación, que debería ser sinónimo de exploración, de alegría, de ganas de comerse el mundo y la vida, no solo se siente aislada y vulnerable en este momento, sino que se siente así desde hace tiempo. Según el estudio del Programa Europa Ayuda en Acción, que se presentó este febrero, tres de cada cuatro jóvenes que experimentan soledad admiten que es desde hace más de un año y casi la mitad desde hace más de tres. Aunque la pandemia agravó esta situación para la mayoría, el aislamiento no es una consecuencia de la pandemia, sino un eco de desigualdades sociales arraigadas. ¿Cómo hemos llegado a este punto en el que la hiperconexión coexiste con este aislamiento emocional y tanta vulnerabilidad?

Los datos no solo revelan que la soledad juvenil no es un fenómeno pasajero, sino una condición arraigada en las profundidades de nuestras estructuras sociales donde debemos poner atención a varias cosas: desigualdad, pobreza o exclusión por género, orientación sexual, raza y origen o situación económica. Variables que se entrelazan en un complejo entramado que interactúa con la soledad, sus consecuencias y la posibilidad de abordar la construcción de un futuro deseable.

La precariedad y la pobreza son aliadas silenciosas de la soledad, afectando de manera desproporcionada a aquellas personas que luchan por encontrar su lugar en un mundo laboral desigual y hostil. Las personas jóvenes en situación de desempleo sufren una prevalencia de la soledad cinco puntos por encima que las que estudian o trabajan, y recordemos que en nuestro país la tasa de paro juvenil no es solo el doble que en el resto de la población, un 30%, sino que además está muy por encima de la media de la UE, de un 14%.

Y si hablamos de cómo incide la educación o la desigualdad, veremos que tiene una conexión importante con la soledad juvenil. Las personas jóvenes con menor nivel educativo son más propensas a experimentar soledad y además aquellas que han repetido curso muestran una vulnerabilidad aún mayor. Por si esto fuera poco, el estudio presentado nos ha "regalado" un dato revelador: casi el 40% de la gente joven declaraba haber sentido acoso escolar o laboral alguna vez en su vida. Estas desventajas educativas se suman a otro tipo de desventajas relacionadas con el nivel de pobreza, ya que la prevalencia de la soledad no deseada en jóvenes de hogares con dificultades económicas es casi el doble que entre jóvenes de hogares que llegan con facilidad a fin de mes.

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De entre todas estas causas emerge la mala salud mental, la ansiedad, la depresión o la baja autoestima… son compañeras constantes de aquellas personas que enfrentan la oscuridad solitaria. Es un recordatorio angustiante de que la soledad se infiltra en los rincones más íntimos de su ser, erosionando su bienestar emocional y generando una deuda vital.

La soledad no deseada se cierne sobre aquellos que ya están en el margen, agravando su sufrimiento y perpetuando un ciclo de exclusión. ¿Cómo podemos ignorar a aquellas personas que se sienten abandonadas en un mundo que promete oportunidades pero ofrece aislamiento?

*Matías Figueroa es director del Programa Europa Ayuda en Acción.