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Así es la nueva polarización: mujeres progresistas, hombres conservadores
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Ramón González Férriz

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Así es la nueva polarización: mujeres progresistas, hombres conservadores

Es habitual que haya diferencias entre el voto masculino y el femenino, pero si las encuestas sobre las elecciones estadounidenses aciertan, en estas elecciones podría darse la mayor disparidad de género de toda la historia

Foto: Un votante republicano sujeta un cartel con el lema de Trump 'Luchad, luchad, luchad'. (Reuters/Jeenah Moon)
Un votante republicano sujeta un cartel con el lema de Trump 'Luchad, luchad, luchad'. (Reuters/Jeenah Moon)
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Las últimas encuestas sobre intención de voto en las próximas elecciones estadounidenses señalan que Kamala Harris está superando a Donald Trump. Tal vez se trate de una tendencia volátil. Pero también muestra un rasgo muy consolidado: la progresiva divergencia política entre los hombres y las mujeres.

La intención de voto entre los primeros es la misma que antes de que los demócratas escogieran a Harris como candidata: entre los hombres, Trump tiene un 9% de ventaja. El verdadero cambio se ha dado en las mujeres, entre las cuales Harris ha conseguido en menos de un mes un 11% de ventaja. En algunos estados clave, en los que demócratas y republicanos están prácticamente empatados, esa brecha es incluso mayor. Toda la recuperación electoral de los demócratas se debe al aumento del voto de las mujeres. Es habitual que haya diferencias entre el voto masculino y el femenino, pero si las encuestas aciertan, en estas elecciones podría darse la mayor disparidad de género de toda la historia.

Es probable que el carácter de Trump, el hecho de que la candidata demócrata sea una mujer, y la importancia que están teniendo en la campaña cuestiones vinculadas a la libertad sexual, tengan que ver con este fenómeno. Pero también reflejan una tendencia general. Según el CIS, en las últimas elecciones generales españolas, un 44% de las mujeres votaron a los partidos nacionales de izquierdas (PSOE+Sumar), mientras que un 31% lo hizo por el bloque de derechas (PP+Vox). En el caso de los hombres, no hubo casi diferencia en sus preferencias entre los dos bloques, un 38% frente al 37%. La divergencia más llamativa se dio en el caso de Vox: los hombres le votaron el doble que las mujeres. En las elecciones europeas se dio un paso más: entre los votantes de 22 y 44 años, los hombres votaron a Alvise siete veces más que las mujeres.

La generación Z diverge cada vez más

Entre las personas mayores, las diferencias en las actitudes políticas de los hombres y las mujeres son relativamente pequeñas, pero estas se acentúan muchísimo entre las generaciones más jóvenes. Además, tienen un alcance global. En el caso de los alemanes menores de 30 años, según datos de Gallup, las mujeres son 30 puntos porcentuales más progresistas que los hombres, una cifra parecida a la estadounidense. Esa discrepancia se advierte también en países no occidentales como Corea del Sur, China o Túnez. La gran brecha, como recogía el Financial Times en un análisis de los datos de Gallup, empezó a aumentar con la campaña del #MeToo y tiene mucho que ver con los casos de abusos y la desigualdad. De acuerdo con el análisis, no es tanto que los hombres se hayan vuelto más conservadores, aunque eso se aprecia en algunas cuestiones, sino que las mujeres se han vuelto bastante más progresistas.

¿Por qué?

Lo más trascendente es que quizá no se trate solo de un fenómeno electoral, sino cultural. Es decir, que los hombres y las mujeres jóvenes se estén convirtiendo en dos grupos con visiones del mundo distintas porque consumen y socializan ideológicamente de manera distinta. Es posible que tenga que ver con el uso de internet: hombres y mujeres utilizan Instagram en la misma medida, pero los hombres usan un poco más Youtube y bastante más Twitter, dos plataformas muy politizadas; y las mujeres más TikTok, que hasta ahora no lo estaba tanto. El escritor conservador Ross Douthat tiene una teoría interesante: solemos casarnos con personas que piensan de una manera parecida a la nuestra, y tendemos a converger aún más a medida que pasamos años casados; los hombres y las mujeres cada vez discrepan más, dice Douthat, porque cada vez hay menos matrimonios.

Es posible también que la razón se deba a que, cuanta más importancia adquiere el debate sobre el papel de la mujer en la sociedad, las mujeres opten por la opción que les da más autonomía y no cuestiona tanto decisiones como la de tener pocos hijos o abortar, lo cual es del todo razonable. Y, seguramente, los hombres están interpretando eso como una pérdida injusta del poder de decisión que, en el pasado, tenían sobre la sociedad. Más les vale que se acostumbren a ella, porque difícilmente se revertirá.

Más polarización

Sea cual sea su origen, esta nueva brecha polarizante tendrá efectos negativos sobre la sociedad. En la última década, las opiniones sobre cuestiones políticas como los impuestos o la inmigración se han polarizado cada vez más, lo cual forma parte de la naturaleza discrepante de la democracia. Poco a poco, sin embargo, hemos visto cómo se iban polarizando cuestiones que no tendrían por qué estar vinculadas a un bloque político, como la alimentación, el sexo o el deporte. Lo cual ha ido fragmentando progresivamente a la sociedad, hasta el punto de que en ocasiones parece que se ha esfumado la posibilidad de que nos pongamos de acuerdo en nada, o que cada vez es más difícil llevar un estilo de vida que no encaje del todo con el que promulga cada uno de los bloques.

Si esa fragmentación ideológica acaba dividiéndonos también entre hombres y mujeres, y se consolida no solo en las opciones electorales, sino también en cuestiones culturales o referentes a los valores, el problema será aún mayor: dejaremos de ser una sociedad para convertirnos en una agregación de grupos independientes que no solo discrepan, sino que son genuinamente incapaces de entenderse. Las sociedades en las que las opciones políticas están vinculadas de manera completa a la clase, la religión o la etnia son profundamente disfuncionales e injustas. Del mismo modo, una democracia ideológicamente dividida en función del género sería un desastre.

Pero hay algo más. Si las previsiones sobre las elecciones estadounidenses están en lo cierto, y los datos de los últimos ciclos electorales españoles son indicativos, en este contexto las opciones progresistas tienen más opciones de ganar. Quizá los jóvenes conservadores deberán repensar su estrategia.

Las últimas encuestas sobre intención de voto en las próximas elecciones estadounidenses señalan que Kamala Harris está superando a Donald Trump. Tal vez se trate de una tendencia volátil. Pero también muestra un rasgo muy consolidado: la progresiva divergencia política entre los hombres y las mujeres.

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