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Órbita Laika o cómo aumentar el estigma en salud mental
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Marina Díaz Marsá

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Órbita Laika o cómo aumentar el estigma en salud mental

En el programa se habló sobre las técnicas de neuromodulación, en concreto, sobre la terapia electroconvulsiva, y sobre los psicofármacos de manera alarmista, errónea y muy alejada de la práctica psiquiátrica actual

Foto: Mónica García presentando un proyecto de salud mental para afectados por la dana, junto a Belén González, comisionada de Salud Mental. (EFE)
Mónica García presentando un proyecto de salud mental para afectados por la dana, junto a Belén González, comisionada de Salud Mental. (EFE)

Elegí la carrera de Medicina por mi deseo de ayudar al prójimo desde el conocimiento de la enfermedad y de los tratamientos que pudieran dar alivio al sufrimiento asociado a las diferentes patologías médicas. Decidí además especializarme en Psiquiatría. La Psiquiatría implicaba un abordaje más holístico y humanístico que el resto de la medicina. Engloba la concepción del ser humano en su totalidad, no solo los complicados mecanismos neurocerebrales y genéticos que condicionan las alteraciones de la afectividad, de la conducta o de la cognición, sino que intenta comprender también las experiencias vitales, familiares o traumáticas, los condicionamientos sociales, las dificultades de la identidad o de la motivación, la importancia y lo devastador de lo sutil en las relaciones interpersonales y hasta la búsqueda de lo trascendente y del sentido de la vida . El concepto "bio-psico-social" en la comprensión de los trastornos mentales es, por tanto, esencial e indisoluble de la reflexión que intenta aprehender al ser en el mundo de la persona enajenada.

Sin embargo, en los últimos tiempos, asistimos al cuestionamiento y casi al intento de erradicar a la Psiquiatría como especialidad médica. Desde diferentes ámbitos se cuestiona la parte "bio-psico" de la patología psiquiátrica, centrándose exclusivamente en los condicionantes sociales como los únicos determinantes de la enfermedad mental. Condicionamientos sociales que tienen que ver con la precariedad económica, la falta de vivienda o las malas condiciones laborales y que son utilizados por los políticos como el nuevo estandarte en pro de la salud mental. Si esto fuera así, los encargados de la atención de las personas con un trastorno mental no dependerían del ministerio de Sanidad ni de los profesionales médicos, sino de los ministerios de Economía, de Vivienda o de Trabajo.

Y si bien es cierto que estos factores pueden influir en diferentes patologías como la depresión, la ansiedad o la adicción a tóxicos, entre otras, también es cierto y comprobado que no son exclusivos. De hecho, los trastornos psiquiátricos pueden afectar a personas de todas las clases sociales. La psicosis, la anorexia, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo o la depresión mayor afectan a ricos y pobres. Lo que sí es palpable es que el estigma asociado a los trastornos mentales condiciona y limita la incorporación al mercado laboral y, por tanto, repercute en su estatus económico y en su calidad de vida, siendo en muchas ocasiones estas circunstancias la causa y no la consecuencia de la patología mental.

La psicosis, la anorexia, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo o la depresión mayor afectan a ricos y pobres

En este contexto, los médicos especialistas en Psiquiatría tras años de formación (en concreto un mínimo once años que es lo que requiere ser especialista: 6 años de la carrera de Medicina más 5 años como médico interno residente), asistimos cada vez con más perplejidad a cómo se cuestione nuestra práctica clínica y nuestra especialidad. Cierto es que el número de psiquiatras con el que contamos en España dista mucho del número de psiquiatras con el que cuentan la mayoría de los países vecinos y que la elevada demanda nos impide dedicar todo el tiempo que nos gustaría a nuestras consultas o hacer psicoterapia en el sistema de salud pública, a no ser que sea psicoterapia de forma grupal. Pero a pesar de ello, la mayoría de mis compañeros se afanan en hacer su trabajo de forma excelente, duplicando o adelantando citas ante la creciente y excesiva demanda.

Pareciera, muchas veces, que nosotros fuéramos los culpables de que la enfermedad mental exista y asistimos desolados a que el ministerio de Sanidad cuente con una asesora que se defina como "superviviente de los psiquiatras" al mismo tiempo que se demonizan los tratamientos que han logrado remitir los síntomas de muchos de nuestros pacientes, que han salvado sus vidas y que han conseguido normalizar la trayectoria vital de muchos afectados ofreciéndoles una vida digna y satisfactoria.

En esta línea, antipsiquiátrica se enmarcó la intervención de la psicóloga Laura Morán en el programa Órbita Laika, emitido el 26 de diciembre, en la televisión pública (en la 2). La Sra. Morán conseguía aumentar el estigma y la desinformación sobre las enfermedades psiquiátricas y ponía en riesgo la seguridad de muchos pacientes, vertiendo de forma irresponsable información carente de fundamento científico, inexacta, incompleta y potencialmente perjudicial sobre los tratamientos en Psiquiatría. Específicamente, en el programa se habló sobre las técnicas de neuromodulación, en concreto sobre la Terapia Electroconvulsiva, y sobre los psicofármacos de manera alarmista, errónea y muy alejada de la práctica psiquiátrica actual, generando desconfianza e incertidumbre en las personas que necesitan estos tratamientos y, por tanto, menoscabando la salud pública. Además, cuestionó los miles de artículos científicos rigurosos y serios que señalan algunas alteraciones neurobiológicas asociadas a la aparición de las enfermedades mentales y que son el fundamento de tratamientos eficaces y seguros.

Foto: (Europa Press / Ricardo Rubio)

Es verdad que a los psiquiatras nos toca seguir investigando y estudiando para poder conocer con exactitud los mecanismos cerebrales y entender al ser humano en su totalidad (si eso es posible por lo complejo de la tarea …). Pero también es verdad, el incuestionable avance que la Psiquiatría, de la mano de la Medicina, de la Ciencia y del Humanismo, ha tenido en los últimos 30 años. El progreso de la neurociencia ha ido mucho más allá de lo imaginable, y, a diferencia de lo que ocurría hace años cualquier ciudadano con un trastorno psiquiátrico es altamente probable que reciba una atención adecuada en los dispositivos de atención pública (aunque sigan siendo insuficientes y mejorables).

La imagen que algunas películas grabaron en nuestra mente de esos "locos " extravagantes y bizarros en manicomios deshumanizados y alienantes, hoy es historia gracias al avance de la psiquiatría comunitaria, de las modernas plantas de hospitalización, de los nuevos tratamientos farmacológicos y modalidades psicoterapéuticas, gracias a la intervención precoz, al trabajo en equipo y al objetivo de la integración laboral y social plena de los pacientes de una Psiquiatría centrada en la persona. La labor del psiquiatra habitual, es decir, la de cada uno de mis compañeros, se basa en el continuo esfuerzo por aliviar y acompañar a las personas que sufren por su patología psiquiátrica.

Mientras que los antipsiquiatras y sus sectarios seguidores, parecen dedicar su energía a atribuir a la mayoría de los especialistas en psiquiatría una especie de complot maquiavélico en el que está incluida la industria farmacéutica y vaya usted a saber quién más y, además, a culpar a la sociedad de la existencia de la enfermedad psiquiátrica como si su existencia fuera útil o beneficiosa para alguien. Por supuesto, se erigen también como defensores de la libertad de los trastornos mentales y lo único que consiguen con ello es dejar en momentos de crisis a los pacientes y a sus familias desprotegidos, desorientados y dejados a su suerte.

Se erigen como defensores de la libertad de los trastornos mentales y lo único que consiguen es dejar a los pacientes desprotegidos

Intervenciones como la del otro día en el programa Órbita Laika , la utilización política de la salud mental o el empeño en presentar a los psiquiatras como opresores o "antidemocráticos" (¿qué tendrá que ver esto con la medicina …?) empiezan a calar en el ánimo de muchos de nosotros. Pero cuando este desánimo intenta tomar cuerpo, aparecen ellos. Todos ellos. Pacientes y familiares agradecidos, sonrientes, libres, esperanzados, confiados y que han entendido que la Psiquiatría y sus tratamientos les han devuelto su proyecto vital y su sentido de la vida. Y, por ello, hoy se sienten otra vez plenos, trabajan, tienen pareja, se divierten, mantienen vínculos, tienen un propósito cada mañana e incluso, en estas fechas navideñas, tienen un recuerdo cariñoso para nosotros. Nada más humano que el sufrimiento, y nada más humano que intentar paliarlo. Ninguna corriente antipsiquiátrica o programa oportunista, nos va a quitar esto. Y por ellos, seguiremos haciendo nuestro trabajo. Mejorando y haciendo autocrítica de lo que tengamos que hacer e investigando lo que haya que investigar, con el único propósito de conseguir la remisión de los síntomas y la integración plena en la sociedad de todos nuestros pacientes. Son tantos nombres y tantas vidas que no puedo dejar de esbozar una sonrisa al recordarlos y al evocar todo lo que me han enseñado.

*Marina Díaz Marsá, Presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.

Elegí la carrera de Medicina por mi deseo de ayudar al prójimo desde el conocimiento de la enfermedad y de los tratamientos que pudieran dar alivio al sufrimiento asociado a las diferentes patologías médicas. Decidí además especializarme en Psiquiatría. La Psiquiatría implicaba un abordaje más holístico y humanístico que el resto de la medicina. Engloba la concepción del ser humano en su totalidad, no solo los complicados mecanismos neurocerebrales y genéticos que condicionan las alteraciones de la afectividad, de la conducta o de la cognición, sino que intenta comprender también las experiencias vitales, familiares o traumáticas, los condicionamientos sociales, las dificultades de la identidad o de la motivación, la importancia y lo devastador de lo sutil en las relaciones interpersonales y hasta la búsqueda de lo trascendente y del sentido de la vida . El concepto "bio-psico-social" en la comprensión de los trastornos mentales es, por tanto, esencial e indisoluble de la reflexión que intenta aprehender al ser en el mundo de la persona enajenada.

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