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Enero 2022: la cuesta imposible
El empujón de la financiación avalada por el ICO más el fin de la pandemia han hecho que crezca, por primera vez en una década, el saldo de crédito de particulares y sociedades no financieras
El panorama se despeja. El consumo de los hogares es una olla a presión a punto de estallar, cuya válvula de escape es la progresiva remisión (que no final) de la pandemia, que nos volverá más alegres y optimistas, con el verano de por medio y barra libre de crédito al consumo en sus muchas variedades actuales: bancario, de tarjetas convencionales y revolving, crédito rápido, microcrédito, etcétera: una orgía de liquidez coincidente con el fin de un año de represión consumista forzada por el confinamiento y alentada por la incertidumbre.
El empujón de la financiación avalada por el ICO más el fin de la pandemia han hecho que crezca, por primera vez en una década, el saldo de crédito de particulares y sociedades no financieras. La primera subida desde el reventón financiero de 2008. Y eso que está vacunado apenas el 30% de la población.
La mecha de la explosión está encendida, y los bancos también quieren divertirse en la fiesta; tanto acceso al dinero tienen que incluso han dejado de apreciar la fidelidad de sus depositantes tradicionales, penalizando los saldos no invertidos en productos financieros. Porque la tajada más jugosa está en el crédito y, dentro de éste, en aquél que aporta margen financiero, que es el crédito al consumo, visto el panorama en la guerra hipotecaria, con márgenes ridículos en productos de largo plazo.
Más que reactivación del consumo esto va a ser como encuentro entre novios separados por el tiempo y la distancia: una parte es la gente deseosa de gastar, y la otra las entidades de todo tipo deseando prestar, porque lo mucho ahorrado durante el año de la pandemia se va a evaporar bien rápido, y habrá que tirar de crédito. Lo primero van a ser las vacaciones, que tendrán que contar por dos, ya que no pudimos disfrutarlas el año pasado. Enseguida se agotará el disponible de las tarjetas, pero no pasará nada, porque se puede aplazar el pago.
Por supuesto, el viaje se pagará en cómodos plazos. Septiembre traerá la vuelta al cole y la normalidad de unos gastos mensuales que se habían reducido enormemente por el confinamiento. Pero que siga la alegría. Y así llegaremos al último trimestre del año, enfilando las vacaciones navideñas (con dos buenos puentes de por medio) y haciendo un esprint en el gasto que alcance a pasar unas fiestas “como nos merecemos”.
Para esas fechas, decenas de miles de personas y familias habrán acumulado un precioso saldo deudor en una miríada de acreedores que conformarán un follón tal que no sabrán cuánto deben a quién: es el malendeudamiento. No se trata tanto de deber mucho como de no saber cuánto se debe, ni a quién. Es cuando la bola de nieve empieza a rodar y la situación aconseja, en primera instancia, parar y mirar; y, en segunda y definitiva, ponerle solución. Porque la tercera será la ruina personal y familiar. Quién se lo iba a decir solo unos meses antes cuando compró su paquete de vacaciones a Cuba y contrató una revolving para los gastos estivales.
Para entonces será el año que viene, 2022. Y la cuesta de ese enero será una cuesta imposible. Solo hay un antídoto: prudencia financiera, porque todo puede cambiar de un día para otro. ¿O es que lo hemos olvidado?
*Luis Javaloyes, CEO de Agencia Negociadora
El panorama se despeja. El consumo de los hogares es una olla a presión a punto de estallar, cuya válvula de escape es la progresiva remisión (que no final) de la pandemia, que nos volverá más alegres y optimistas, con el verano de por medio y barra libre de crédito al consumo en sus muchas variedades actuales: bancario, de tarjetas convencionales y revolving, crédito rápido, microcrédito, etcétera: una orgía de liquidez coincidente con el fin de un año de represión consumista forzada por el confinamiento y alentada por la incertidumbre.