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El inviolable emérito

Juzguemos a cada cual según la etapa en la que cumplió su función, al emérito sin dejar de observar el contexto de los años en que reinó; y al actual teniendo en cuenta el suyo

Foto: El rey emérito Juan Carlos I. (Reuters)
El rey emérito Juan Carlos I. (Reuters)

Desde que hace unos años salieran a la luz las comisiones en apariencia cobradas por el rey emérito, su majestad Don Juan Carlos de Borbón, al hilo de operaciones mercantiles privadas intermediadas por él en favor de empresas españolas en diversos países del extranjero, junto con su reprochable posterior tratamiento fiscal, se ha producido un encendido debate, tanto a nivel político e institucional como a pie de calle, acerca de la exigibilidad de responsabilidad al antiguo jefe de Estado por dichos hechos.

Resulta evidente que el asunto es espinoso y muy sometido a opiniones partidistas, lo cual hace en extremo difícil encontrar análisis sosegados, libres de prejuicios o de intereses particulares, muy en especial tras la marcha de Don Juan Carlos a Emiratos Árabes Unidos hace un año y medio. Y tampoco sirven las argumentaciones meramente técnico-jurídicas, puesto que el caso entra tan de lleno en el corazón de la propia organización del Estado de Derecho, afectando por ello a la génesis misma de nuestro contrato social, que ampararse tan solo en lo que dicen las leyes se antoja insuficiente, al menos a la hora de lograr consensos en la ciudadanía, aunque la aplicación de la legalidad vigente sea, finalmente y como es indiscutible, lo preceptivo.

Foto: Shahpari Azzany Zanganeh, en una visita a las obras del AVE a La Meca. (EC)

No se trata, pues, de entrar a debatir la inviolabilidad del que fuera rey de España, que ya se encuentra recogida en nuestro ordenamiento y ha sido interpretada por los expertos desde hace multitud de años como herramienta necesaria (salvo en casos extremos, como los de comisión de delitos de lesa humanidad) para evitar que, incluso una vez concluido su mandato, un jefe de Estado pueda ser objeto de indeseables presiones. Se trata, más bien, de intentar entender la intensidad de lo reprochable de su conducta desde una vertiente moral, cuestión del todo punto independiente de la técnico-jurídica, que es la que ampara su exención de responsabilidad.

Sin embargo, para ello no debemos caer en la tentación de aproximarnos al problema desde una perspectiva anacrónica y fuera de contexto, quizá la única al alcance de aquellos que, por su edad, no han compartido una porción de las circunstancias históricas que acompañaron al antiguo monarca. Y no me refiero tan solo a los relevantes acontecimientos por los que tuvo que pasar y sancionar, sino a toda una época imposible de juzgar de manera ecuánime si no se ha vivido.

placeholder El padre de Pedro García, junto a los Reyes Eméritos en la inauguración de la planta. (P. G)
El padre de Pedro García, junto a los Reyes Eméritos en la inauguración de la planta. (P. G)

En efecto, desde hace unos cuantos años experimentamos, en los más diversos ámbitos, una corriente persecutoria de multitud de comportamientos que, aunque sin duda sean criticables con independencia del momento de la historia en que se hayan producido, lo son (por suerte) más aún si se analizan bajo el prisma contemporáneo. Muchas cosas que hace unas pocas décadas se consideraban admisibles, esto es, que conformaban un relativo estándar en la forma de desempeñarse en el mundo económico, político o social, han dejado de ser aceptables. Y es una gran noticia que así sea, mas tenemos que tener en cuenta dicho estándar que las rodeaba a la hora de juzgarlas con propiedad.

Pero no solo nos encontramos en relación con el asunto que nos ocupa con desmesurados puntos de vista ajenos a la realidad en que se circunscribían los actos objeto de crítica, en especial por parte de los que no los vivieron, sino que, por añadidura, vienen acompañados de una sesgada ausencia de consideración de otras actuaciones del antiguo monarca que asimismo resultaban contrarias a su tiempo, inmerso como estaba en una coyuntura en la cual, para alguien de su entonces aún no consolidada posición, habría resultado mucho menos problemático aceptar todo tipo de imposiciones, tanto previas a su reinado como durante el mismo. Otros, en devenires históricos similares, no fueron tan firmes.

Foto: Logo de Interpol en una fotografía de archivo. (Reuters/ Edgar Su)

En definitiva, juzguemos a cada cual en función de la etapa en que le haya tocado cumplir su función, al emérito sin dejar de observar todas las particularidades y el contexto de los años en que reinó; y al actual jefe de Estado teniendo en cuenta el suyo, que impone una pulcrísima observancia de todos los requerimientos, no solo legales, sino también morales, que rodean a su cargo. Por el momento lo está cumpliendo de manera impecable.

* Javier Vasserot es abogado y escritor.

Desde que hace unos años salieran a la luz las comisiones en apariencia cobradas por el rey emérito, su majestad Don Juan Carlos de Borbón, al hilo de operaciones mercantiles privadas intermediadas por él en favor de empresas españolas en diversos países del extranjero, junto con su reprochable posterior tratamiento fiscal, se ha producido un encendido debate, tanto a nivel político e institucional como a pie de calle, acerca de la exigibilidad de responsabilidad al antiguo jefe de Estado por dichos hechos.

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