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Los peligros desconocidos de las marcas con nombre propio
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Los peligros desconocidos de las marcas con nombre propio

¿Qué ocurre cuando el creador olvida salvaguardar su identidad civil debidamente? Este interrogante se vuelve aún más relevante en el ámbito mediático y empresarial

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Los peligros desconocidos de las marcas con nombre propio

La interrelación entre los nombres propios de personas y las marcas comerciales da lugar a un fascinante dilema legal y ético. ¿Qué ocurre cuando el creador olvida salvaguardar su identidad civil debidamente? Este interrogante se vuelve aún más relevante en el ámbito mediático y empresarial, donde la asociación entre una figura pública y su creador puede ser tan estrecha que el nombre propio se convierte en una marca por sí misma.

Un ejemplo elocuente de esta dinámica es el caso de programas televisivos emblemáticos como lo de Évole y Julia en la Onda. ¿Podrían estos seguir emitiéndose sin sus respectivos presentadores, Jordi Évole y Julia Otero? La historia de Carlos Herrera, quien, al cambiar de emisora, vio como su programa pasaba de "Herrera en la Onda" a "Herrera en COPE", arroja luz sobre la complejidad de esta cuestión. Onda Cero optó por no mantener el programa sin la presencia del carismático comunicador, demostrando que la conexión entre el nombre propio y la marca es a menudo inseparable.

También existen en el mercado numerosos ejemplos de marcas íntimamente ligadas a sus creadores. Enzo Ferrari y los automóviles que llevan su nombre, Gerard Adriaan Heineken y la famosa cerveza, son testimonios de cómo la identidad personal puede fusionarse con el éxito comercial. Firmas de moda como Carolina Herrera, Adolfo Domínguez o Louis Vuitton también han elevado sus nombres a nivel global, convirtiéndose en firmas de prestigio internacional. Sin embargo, incluso las marcas más prestigiosas no están exentas de los desafíos que pueden surgir cuando la marca lleva el nombre de su creador.

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Además del fallecimiento del titular de la marca, hay otra serie de circunstancias que pueden ser fuente de conflicto cuando la marca se corresponde con el nombre civil de una persona. Otro escenario, tan complicado como inevitable, es cuando la marca se asocia estrechamente con el nombre civil de una persona y esta pierde el control sobre su propia identidad. Un ejemplo paradigmático de ello es el caso de la diseñadora Elizabeth Emanuel, reconocida por el vestido de novia de Lady Di, que cobró tanta fama en el ámbito de la moda nupcial. Después de dejar su negocio, perdió el control de su propio nombre cuando la empresa con la que se asoció continuó usando su nombre como marca, llevándola a emprender acciones legales para recuperar su identidad.

El panorama se complica aún más cuando terceros intentan capitalizar la reputación de una figura destacada. El caso de Carlos Moreira, quien intentó registrar la marca Neymar en abril de 2013 con la intención de comercializar ropa y calzado aprovechando la fama del futbolista brasileño, ilustra cómo el renombre de una persona puede convertirse en objeto de disputa. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea intervino a favor de Neymar da Silva, anulando el registro de la marca al considerar que fue realizado de mala fe, aprovechándose de la creciente notoriedad del jugador en Europa.

Foto: Etienne Sanz de Acedo, candidato a presidir la Oficina de Propiedad Intelectual de la UE. (Cedida)

En definitiva, las marcas con nombre propio son una herramienta útil y eficaz para dotar a una empresa de personalidad y para crear una identidad propia y reconocible. Sin embargo, también requieren una planificación estratégica y un compromiso ético y legal por parte del titular, que debe velar por el cumplimiento de las normas y el respeto de los derechos de los demás.

Dada la complejidad inherente a situaciones como las aquí expuestas, resulta imperativo que los creadores protejan adecuadamente su marca personal antes de transferirla a una entidad empresarial. Esta precaución adquiere una dimensión crucial cuando se reconoce que la vida de la marca puede superar con creces la existencia física de su creador. Salvaguardar la identidad detrás de la marca se convierte, entonces, en una inversión no solo en el presente, sino también en el legado que perdurará en el tiempo.

"Dada la complejidad inherente a situaciones como las aquí expuestas, resulta imperativo que los creadores protejan adecuadamente su marca personal antes de transferirla a una entidad empresarial"

Indudablemente, el vínculo entre la identidad personal y la marca trasciende lo meramente legal, abordando ámbitos como la reputación, integridad y lealtad del público. Las marcas asociadas estrechamente con nombres propios no solo representan productos o servicios, sino que encarnan la esencia y los valores de sus creadores. La confianza depositada por los consumidores en la persona detrás de la marca es un activo incalculable, por lo que, proteger la integridad del nombre propio va más allá de resguardar derechos legales; es preservar la conexión emocional y la autenticidad que pueden definir el éxito a largo plazo de una marca.

En un mundo donde la transparencia y la autenticidad son cada vez más valoradas, la gestión cuidadosa de la relación entre la persona y la marca se erige como un factor determinante en el competitivo escenario empresarial.

* Inmaculada de la Haza, socia de Balder y presidenta del COAPI

La interrelación entre los nombres propios de personas y las marcas comerciales da lugar a un fascinante dilema legal y ético. ¿Qué ocurre cuando el creador olvida salvaguardar su identidad civil debidamente? Este interrogante se vuelve aún más relevante en el ámbito mediático y empresarial, donde la asociación entre una figura pública y su creador puede ser tan estrecha que el nombre propio se convierte en una marca por sí misma.

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