Tribuna
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Poderosos abogados
La capacidad de los 'general counsels' para operar como estrategas multifuncionales los posiciona como actores imprescindibles en el éxito y la resiliencia de la empresa que vive un panorama dinámico
La figura del abogado corporativo, o mejor dicho, del director de la asesoría jurídica o secretario del consejo, ha mutado en los últimos años en España, transformándose desde un asesor jurídico a un actor estratégico clave en el liderazgo corporativo. Las demandas actuales de este puesto incluyen un enfoque holístico que abarca áreas más allá del ámbito legal.
La producción legislativa de los diferentes gobiernos está alcanzando cifras récord, tanto en España como en la Unión Europea. Según un informe de la CEOE, en 2023 los boletines oficiales de España, incluyendo tanto legislación estatal como autonómica, publicaron 1,27 millones de páginas. En Europa, en 2022, la situación fue similar con un total de 2.249 actos jurídicos, distribuidos entre 1.041 reglamentos, 28 directivas y 1.180 decisiones en 2022, un 3,4% más respecto al año anterior, según el Diario Oficial de la Unión Europea (DOUE). Esta inmensa carga jurídica no solo representa un desafío por su volumen, sino también por la variedad de asuntos que aborda. Según el portal EUR-Lex y la Comisión Europea, los temas más habituales en la normativa de Bruselas han sido sostenibilidad y responsabilidad empresarial, protección al consumidor, transición ecológica, ciberseguridad, resiliencia digital, energía, clima, derechos laborales y justicia social.
Este abanico de temas que afectan al día a día de las empresas es lo que deben abordar los directores de la asesoría jurídica (General Counsels, GC, en jerga anglosajona). La consecuencia de tener que analizar asuntos tan diferentes es que su rol está evolucionando rápidamente.
El abogado, deja de ser abogado y cuenta con más poder. Ya no sólo se ocupa de supervisar aspectos legales y de cumplimiento, asume responsabilidades ampliadas que abarcan la gestión de riesgos, la estrategia empresarial, el papel en la política ESG (los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo) y la dirección ética de las organizaciones. Por supuesto, sin olvidarnos de la tecnología y la digitalización, que son oportunidades, pero también riesgos emergentes, así como el uso responsable de la inteligencia artificial y los cambios en la privacidad de datos para prever y mitigar impactos potenciales sobre el negocio.
Desde hace tiempo son directivos esenciales en cualquier transacción corporativa –donde los asuntos legales pueden marcar el éxito o el fracaso- así como para gestionar una crisis, incluyendo el papel de la comunicación pública. Esta transformación responde a las complejidades del entorno actual, marcado por la incertidumbre regulatoria, los desafíos tecnológicos y el auge de la sostenibilidad.
Con el paso del tiempo, los abogados corporativos han adquirido una visión integral y holística de la empresa y acaban ocupando un lugar privilegiado junto a los consejeros delegados o primeros ejecutivos. Se convierten en esas personas capaces de solucionar problemas por variados que sean y son fiables por el natural conservadurismo que tienen los especialistas legales, lo que les hace más valiosos.
Estos súper abogados están acostumbrados a reaccionar en poco tiempo ante temas muy variados, propios de una sociedad muy cambiante como la actual, por lo que adquieren el papel de consultores de todo o protectores de la empresa. Naturalmente, a nadie se le puede pedir que tenga un “saber enciclopédico” por lo que necesitan amplios equipos de máxima confianza, así como presupuestos elevados. También es importante contar con asesores externos especializados en materias que viven cambios legislativos porque les ayudarán a avanzar con rigor y reducirán las posibilidades de error.
En España contamos con varios casos donde el papel del director de la asesoría jurídica es clave y otros que han llegado a lo más alto entre las grandes empresas. Esta situación es una tendencia frecuente en Estados Unidos, aunque todavía tiene menos arraigo en Europa, en donde el director financiero es el principal candidato a llegar a la cúpula de firma.
Los GC pueden tener mayor proyección porque tienen más destreza en entender un balance que lo que le cuesta a un director financiero comprender con detalle las diferentes normativas que afectan a la compañía. En su propia formación es frecuente que los GC tengan el doble grado de Derecho y ADE (Administración y Dirección de Empresas), una formación que le acerca a poseer una visión global de la empresa. Además, en el desarrollo profesional de los GC es frecuente encontrar que han pasado por diferentes departamentos, una experiencia importante para adquirir esa visión completa de la que se hablaba anteriormente.
Vivimos tiempos de incertidumbre que lleva a cambios legislativos. De hecho, el 87% de los general counsels de grandes compañías de distintos sectores encuestados en el estudio The General Counsel Report 2024, elaborado por FTI Consulting y Relativity, prevé que el nivel de riesgos corporativos aumente por lo que el cumplimiento normativo se presenta como la principal preocupación.
En resumen, los GC están evolucionando hacia un modelo híbrido de liderazgo jurídico y empresarial. Su capacidad para operar como estrategas multifuncionales los posiciona como actores imprescindibles en el éxito y la resiliencia de la empresa que vive un panorama dinámico.
* Juan Rivera y José Piñeiro, Senior Managing Directors de FTI Consuting en España.
La figura del abogado corporativo, o mejor dicho, del director de la asesoría jurídica o secretario del consejo, ha mutado en los últimos años en España, transformándose desde un asesor jurídico a un actor estratégico clave en el liderazgo corporativo. Las demandas actuales de este puesto incluyen un enfoque holístico que abarca áreas más allá del ámbito legal.