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A pesar de tanto (y de tantos) el compromiso ambiental de las empresas sigue aumentando
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Jose Luis Gallego

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A pesar de tanto (y de tantos) el compromiso ambiental de las empresas sigue aumentando

La responsabilidad ambiental ha dejado de ser una estrategia diferenciadora para convertirse en un rasgo común. Ya no se trata de competir en propósitos sino de compartir objetivos

Foto: La sostenibilidad es ahora el estándar empresarial (iStock)
La sostenibilidad es ahora el estándar empresarial (iStock)

Las empresas, pequeñas, medianas y grandes, están reforzando su compromiso ambiental y negarlo es actuar en defensa de otros intereses, no del medio ambiente. Y sí, es cierto que hay outsiders, pero eso no es nada nuevo. Siempre los hubo, y en los tres niveles de la escala, algunos escandalosamente grandes y notorios. Pero a pesar de eso, a pesar de la rémora que supone que algunos líderes de sector sigan pensando que esto no va con ellos, el balance global de la responsabilidad ambiental empresarial es positivo, y es justo y necesario reconocerlo.

Un avance que se está produciendo en todos los estratos del tejido empresarial: desde las pequeñas empresas emergentes hasta las multinacionales más consolidadas. Algunos dicen que los emprendedores no tienen mérito porque son ‘econativos’. Y tal vez sea cierto. A nadie en su sano juicio empresarial se le ocurriría hoy en día emprender un negocio contranatura: es decir, contra el planeta. Las empresas noveles llevan el compromiso ambiental incorporado en su ADN. La eficiencia energética, el ahorro del agua, la prevención de residuos o las bajas emisiones de carbono, no son un propósito: conforman su estándar, su manera de funcionar y salir al mercado, por eso la mayoría no lo publicita.

Foto: El propietario de Patagonia ha regalado la empresa al planeta. (EFE/E. Lesser)

Lo que tiene verdadero mérito es asumir ese compromiso con el planeta cuando regentas un pequeño negocio familiar de márgenes ajustados: ya sea un taller mecánico o una tintorería; una floristería o un restaurante. Aquí, en la mayoría de las ocasiones, el reto más importante es el cambio de chip: entender por qué hay que hacerlo, aceptar que todos debemos colaborar (aunque la competencia no lo haga) y ponerse a ello. Y eso lo están haciendo cada vez más pequeños propietarios con pequeñas acciones que, sumadas, logran grandes cambios. Y en muchos casos sin coste económico: es más, a menudo generando beneficios, como en el caso de Juan.

Juan tenía una pequeña empresa de alimentación: una fábrica de salsas para bares y restaurantes. En el turno de mañana envasaba kétchup, en el de tarde mostaza. Cada vez que se producía el cambio de turno tenía que limpiar las conducciones con agua a presión. El recibo del agua no dejaba de subir, pero es que la tasa por el tratamiento de aguas residuales era ya inasumible. Se puso en contacto con la administración y vinieron un equipo de expertos ambientales. Se sentaron a revisar el proceso, tomaron notas, realizaron cálculos de ecodiseño y volvieron con la solución.

placeholder Laboratorio de biotecnología y ecodiseño en Álava (EFE/David Aguilar)
Laboratorio de biotecnología y ecodiseño en Álava (EFE/David Aguilar)

Se instaló un sistema que, entre otras cosas, incorporaba un émbolo de silicona que circulaba por las conducciones, arrastrando el producto hasta el final, donde se recogía en un depósito para su envasado. De ese modo se redujo el consumo de agua en un 80%, la tasa de tratamiento desapareció casi por completo y además se recuperó todo el producto que antes era arrastrado por las aguas. En este caso, Juan actuó acuciado por el aumento de costes, pero el beneficio no fue solo económico. La inversión se amortizó en apenas tres meses: bueno para la empresa. Pero la huella ecológica de su actividad se redujo notablemente: bueno para el planeta.

Podríamos poner muchos ejemplos como el de la empresa de Juan para demostrar que el movimiento empresarial a favor de la economía circular, del clima y el medio ambiente no deja de ir en aumento a todos los niveles: desde los negocios más pequeños hasta las grandes compañías.

Todos a la vez y en todas partes

Fábricas empeñadas en reducir sus residuos más allá de lo que marcan las normativas, restaurantes que usan a la IA para evitar el derroche alimentario, granjeros y agricultores que producen en ecológico, empresas de transporte que optimizan rutas y renuevan flotas para reducir sus emisiones de carbono. Grandes marcas de refrescos que rediseñan sus envases para hacerlos más ligeros, retornables y reciclables, muebles de diseño elaborados con plástico reciclado. Supermercados que venden a granel, talleres de reparación de aparatos eléctricos y electrónicos, fabricantes de galletas que protegen a las abejas, marcas de ropa que recuperan las redes de pesca del fondo del mar para fabricar sus tejidos, hoteles ecológicos, autosuficientes y cero emisiones…

placeholder Dispensador de detergentes líquidos a granel (Algramo)
Dispensador de detergentes líquidos a granel (Algramo)

Es cierto que algunas grandes compañías siguen manteniéndose al margen de esta tendencia global a favor del planeta y contra el cambio climático. Todavía son demasiados los que se insisten en defender las energías fósiles revistiéndolas con otro nombre o quienes siguen agotando recursos naturales de manera insostenible: destruyendo ecosistemas, restando biodiversidad y contaminando el aire, el agua y el suelo. Por eso es preciso seguir señalándolos ante la sociedad y denunciándolos ante los tribunales y (lo que más les duele) ante los inversores. Pero quien niegue que el compromiso medioambiental de las empresas va en aumento falta a la verdad, y lo sabe.

Las empresas, pequeñas, medianas y grandes, están reforzando su compromiso ambiental y negarlo es actuar en defensa de otros intereses, no del medio ambiente. Y sí, es cierto que hay outsiders, pero eso no es nada nuevo. Siempre los hubo, y en los tres niveles de la escala, algunos escandalosamente grandes y notorios. Pero a pesar de eso, a pesar de la rémora que supone que algunos líderes de sector sigan pensando que esto no va con ellos, el balance global de la responsabilidad ambiental empresarial es positivo, y es justo y necesario reconocerlo.

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