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A unos pocos nos importan, mucho, los bledos
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Joaquín Araujo

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A unos pocos nos importan, mucho, los bledos

El respeto a lo común, a lo espontáneo y natural puede depararnos maravillosas alianzas. Como la que nos propone esta planta, tan humilde como prodigiosa

Foto: Las plantas son las grandes protagonistas de la vida en nuestro planeta. (Foto: Jose Luis Gallego)
Las plantas son las grandes protagonistas de la vida en nuestro planeta. (Foto: Jose Luis Gallego)

La vida es algo verde y poco más. Recordemos, con Estefano Mancuso, que, como mínimo, el 75% de lo que puebla este planeta es una planta. Todos los demás dependemos del prodigio de que los vegetales coman luz y produzcan materia orgánica. De ahí que el más torpe de los errores, perpetrado contra la vieja y sana sabiduría de la Tierra, sea la generalizada utilización de herbicidas.

Llevamos ya casi un siglo apoyando una guerra, sin cuartel y química, contra las muy mal llamadas malas hierbas. Una avalancha de intolerancias hacia lo que en realidad es una cohorte de buenas compañías que podemos encontrar en nuestros huertos, campos de pan llevar e incluso en cualquier alcorque de árbol ciudadano.

No existe nada en este planeta que merezca el calificativo de mala hierba

Los herbicidas resultan caros, peligrosos, empobrecedores e innecesarios. Nada exagerado resulta afirmar que usarlos es una formidable estupidez. Sin olvidar que no solo matan los verdes no domesticados sino también a quienes los utilizan. De hecho, se ha demostrado una relación directa entre varios de los componentes químicos de estos productos y el cáncer. Los colaterales son daños todavía más letales, porque matan lo que comen la cohorte, antes casi infinita, de los insectos, cruciales para toda estabilidad ecológica.

En cualquier caso hay, casi siempre, otra forma de comprender por qué algo es nocivo. Aprender que lo destruido por ese producto, tecnología o comportamiento es manifiestamente inmejorable. Todas las hierbas entran en esa categoría, por mucho que la sagrada comodidad de los humanos las situaran entre lo aborrecible.

Foto: Macho de mirlo común. (Unsplash/@niklas_hamann)

Tanto es así que las nada malas hierbas, en realidad, no pueden ser mejores. Sobre todo cuando se trata de esos 'despreciables' bledos, convertidos, por el más mentiroso de los dichos coloquiales, en una insignificancia absoluta. Cuando sucede todo lo contrario.

Como la misma natura, como el buen campesino o la todavía mejor campesina, esta amarantácea resulta un verdadero surtidor de servicios y un magnífico alimento. Todo ello a bordo de una de las productividades ecológicas más altas.

placeholder Bledo. (Pixabay)
Bledo. (Pixabay)

Los no engañados por las falsas noticias —y la propaganda de los venenos usados en la agricultura industrial es un auténtico silo de ellas— reconocen que a menudo la mejor, más valiosa y sustancial cosecha de sus campos son los bledos. Plantas que se siembran y crecen solas.

¿Hay desvarío en la afirmación de la Academia Norteamericana de las Ciencias y en la FAO cuando afirman que los bledos son el mejor recurso de origen vegetal para la alimentación humana? ¿Se equivoca la Organización Mundial de la Salud al recomendar la generalización del cultivo de los bledos? ¿Yerra la NASA cuando los incluye entre los alimentos del futuro?

Por supuesto que no. Pero esto, insisto, lo sabíamos desde siempre. No hay más que contemplar el desmedido afán por consumir bledos de los ganados para intuir el potencial de la planta despreciada por el dicho. Al menos, al que esto escribe, fueron sus propias cabras las que le dieron la pista para asomarme a los tratados en pos de la información que aquí se resume.

Foto: Los cambios climáticos afectarán a la forma que tenemos de conseguir alimentos. Unsplash/@johnnygoerend

Los bledos de América, por supuesto, fueron cultivados y todavía lo son. Es más, ya desempeñaron aquellos amarantos del Nuevo Mundo un papel crucial en la subsistencia de los precolombinos. Incluso todavía hoy, como he podido comprobar en la Guadalajara de México, se venden por las calles dulces confitados con bledo.

No sucede así con los nuestros, los modestos bledos ibéricos, que tantos pretenden erradicar de los cultivares. Cuando, si no tienes ganado que los coma, nada mejor que hundirlos en la tierra para fertilizarla de forma efectiva, limpia y casi gratuita. Los abonos verdes son eficaces, sanos y muy baratos. Si tuviéramos un poco de hambre, es más, los comeríamos en estupendas ensaladas.

Pero hay más. Muchísimo más

Los bledos destacan por la enorme fecundidad de sus flores. Hasta un millón de semillas puede producir cada planta. Con ellas, además de aceites con alto contenido en grasas polisaturadas y proteínas vegetales, se mezclan un buen número de vitaminas esenciales. Son especialmente ricos en lisinas. Su capacidad nutritiva en términos generales duplica al maíz y al arroz y triplica la del trigo.

placeholder Cultivar la tierra sin envenenarla. (EFE)
Cultivar la tierra sin envenenarla. (EFE)

En lo que se refiere a minerales básicos, el bledo destaca también por el alto contenido en hierro. En esto deja atrás también a los tradicionales campeones, como las espinacas o las lentejas. En este prodigio vegetal, tampoco resultan escasos el calcio y el magnesio.

Su contenido en proteínas varía del 10 al 20%, lo que según algunos especialistas lo aproxima a la capacidad nutritiva de la leche de los bóvidos domésticos. La amarantina, es decir, la proteína de los bledos, supera a cualquier otra hasta el momento descubierta. Y que conste que quedan muchísimas por descubrir.

En definitiva, el polo opuesto a los que siguen considerando que lo más insignificante de este mundo es un bledo o cualquiera de los seres vivos no utilizados de forma directa. Por eso mismo consideran aceptable la destrucción de las comunidades de vegetales silvestres que casi siempre son excelentes compañeras de nuestros cultivos. Lo que no quiere decir que a menudo no sea necesario eliminarlas, pero nunca con el uso de productos químicos. Muy al contrario, no existe nada en este planeta que merezca el calificativo de mala hierba.

Foto: Foto: Unsplash/@lucabravo Opinión
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Enorme puntería intelectual tuvieron los que sí apreciaban a los bledos y que los bautizaron como amarantos, término que en realidad significa 'vida eterna'. Los bledos ciertamente no serán eternos, pero al menos son capaces de superar todo tipo de penalidades, aunque solo sea porque de los muchos miles de millones de semillas que produce cualquier plantel de bledos, seguro que centenares de miles están siempre a disposición de ese volver a empezar que, sin duda, es el primer propósito de todas las formas de vida. Tan amenazada por los que consideran equivocadamente bledo a casi todo. De hecho, todo lo comentado para el importantísimo bledo puede ser extrapolado al conjunto de la natura.

La vida es algo verde y poco más. Recordemos, con Estefano Mancuso, que, como mínimo, el 75% de lo que puebla este planeta es una planta. Todos los demás dependemos del prodigio de que los vegetales coman luz y produzcan materia orgánica. De ahí que el más torpe de los errores, perpetrado contra la vieja y sana sabiduría de la Tierra, sea la generalizada utilización de herbicidas.

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