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Una civilización que yerra por despaisada
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Joaquín Araujo

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Una civilización que yerra por despaisada

A todos, incluso a los que sacian su sed de vivacidad, se les olvida que aceptar el autodestierro a las ciudades es convocar el desierto, que cunda la soledad más aterradora que hay en nosotros mismos

Foto: El paisaje es una vivaz vivencia convivencial con la vivacidad. (Unsplash)
El paisaje es una vivaz vivencia convivencial con la vivacidad. (Unsplash)

Demasiados viven sin paisaje, es decir sin lontananzas reclamando su mirada… Encadenada por tanto a inmediatos grises y negros. Las ventanas, con ser imprescindibles, resultan manifiestamente insuficientes. Demasiados viven, por tanto, con demasiadas pantallas, con los tímpanos atiborrados de ruidos, con un caminar encarcelado por los pasos de cebra.

Las mayorías fueran arrancadas de sus propias raíces por esa rara obligación que suponía no quedarse donde habían nacido. A todos, incluso a los que sacian su sed de vivacidad, se les olvida que aceptar el autodestierro a las ciudades es convocar el desierto, que cunda la soledad más aterradora que es la que hay en nosotros mismos. La desertificación anímica es condición previa a la otra, la que usa la indiferencia hacia el origen para expulsar casi toda la vida. Este asfixiar el aire y ahogar el agua que define el presente.

"Como nos han quitado la otra mitad de nuestro ser, sentimos el dolor de la amputación en la mitad que nos queda"

Hace ya mucho tiempo que Ortega y Gasset advirtió que nos adentrábamos en algo mucho peor que el amontonamiento. Escribió que nos estábamos convirtiendo en un país con gentes sin paisaje. Escribió concretamente: "Estamos despaisados, hemos perdido el contacto con nuestro paisaje... Como nos han quitado la otra mitad de nuestro ser, sentimos el dolor de la amputación en la mitad que nos queda". Despaisado, curiosa palabra por el filósofo acuñada, y que todavía no ha sido aceptada por la Real Academia de la Lengua.

O, si lo prefieren, la mayoría no ya silenciosa sino también amputada de lo esencial, de lo que todo lo sostiene.

placeholder Demasiados ignoran que las ciudades no solo están en el campo, sino que viven de todo lo que el campo les proporciona. (Unsplash)
Demasiados ignoran que las ciudades no solo están en el campo, sino que viven de todo lo que el campo les proporciona. (Unsplash)

Pero no acaba ahí la emasculación. Porque se nos ha generalizado también el uso del entorno vivo como una más de las trivialidades.

El paisaje es también considerado un bien de consumo casi tan perecedero como un refresco. Si acaso nos salva el que resulta imposible tirarlo a la basura, aunque sí resulta frecuente que demasiados tiren la basura en los espacios naturales. De hecho, incluso en lo que ahora mismo arrecia, con incontables propuestas de turismo de naturaleza, casas rurales, encuentros con lo otro, sigue habiendo demasiado consumo de algo que, si lo convertimos en una más de las mercancías, será como si lo quemáramos. A fuego lento, pero acabará ardiendo.

placeholder Uno y lo mismo es el paisaje y lo que en él vive. (Unsplash)
Uno y lo mismo es el paisaje y lo que en él vive. (Unsplash)

Acaso no quepa ya remedio. A no ser que consigamos que llegue a muchos más lo que suponen realmente los paisajes. A los que, por cierto, no se ha podido dedicar más investigación por parte de las más variadas disciplinas científicas a lo largo de los últimos años. Son oportunas muchas de ellas, aunque sigue faltando algo así como la teoría unificada de la física. No menos oportuno sería que se recuperara la planificación territorial como fundamental criterio de gestión de los territorios en un país que ha conseguido desordenarlos casi del todo. En cualquier caso, los que nos sabemos dependientes de la vida no hemos distinguido nunca entre continente y contenido. Por eso os recuerdo que:

Foto: Paisaje de dehesa. (EFE) Opinión
  • Nada es posible sin los otros y sin lo otro.
  • Uno y lo mismo es el paisaje y lo que en él vive.
  • Tu casa es más hogar cuando lo compartes con un paisaje hogar de multitudes vivas.
  • Sin paisaje pierdes la parte más inocente y bella de ti mismo.
  • Demasiados ignoran que las ciudades no solo están en el campo, sino que viven de todo lo que el campo les proporciona.
  • Casi ningún ciudadano es consciente de su condición de parásito de los paisajes no urbanos.
  • Si a tus ojos los alimentan las lontananzas, tus pensamientos serán más altos y profundos.
  • El paisaje es una vivaz vivencia convivencial con la vivacidad.
  • En suma, el paisaje es vivirlo y cuando no lo vives estás matándolo.

Demasiados viven sin paisaje, es decir sin lontananzas reclamando su mirada… Encadenada por tanto a inmediatos grises y negros. Las ventanas, con ser imprescindibles, resultan manifiestamente insuficientes. Demasiados viven, por tanto, con demasiadas pantallas, con los tímpanos atiborrados de ruidos, con un caminar encarcelado por los pasos de cebra.

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