Tribuna
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Proteger al lobo sí, pero no así
La protección de una especie tan valiosa como el lobo no puede llevarse a cabo sin atender a todas las sensibilidades de los territorios que habita. Solo desde el consenso lograremos su conservación
Como muchos lectores saben, la Comisión Estatal de Patrimonio Natural, del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, aprobó este pasado jueves 4 de febrero la inclusión de todas las poblaciones de lobo existentes en España en el listado de especies en régimen de especial protección, por lo que automáticamente deja de ser considerada especie cinegética.
Aunque la decisión no es aún vinculante, ya que deberá seguir diversos trámites hasta hacerse efectiva, ha sido, no obstante, mayoritariamente celebrada por el sector ecologista de nuestro país como un primer gran paso. Pero entonces, ¿por qué siento este 'logro' de forma tan agridulce?, ¿por qué me deja un poso de profunda inquietud y preocupación?
"Algo que me ha quedado claro, después de tantos años preocupada con el lobo, es que la mayor amenaza para la especie es la idiotez humana"
La noticia en sí es, efectivamente, digna de celebrar. En primer lugar, se da el gran paso de establecer un único estatus legal para toda la población ibérica de lobos. Otra cosa es si el régimen de especial protección pueda llevar a confusión respecto al estatus real de la especie en nuestro país.
Conviene aclarar que, según la IUCN, el 'Canis lupus signatus' es una especie casi amenazada, con una evolución histórica favorable —de menos de 300 ejemplares en los años setenta a más de 2.500 en la actualidad, en una población continua y estable—. No obstante, lo que queda claro es que debe reactivarse cuanto antes la congelada estrategia nacional para la conservación del lobo en España, como herramienta imprescindible de coordinación entre todas las CCAA, expertos, ONG y otras organizaciones profesionales.
En todo caso, insisto en que es una gran noticia que el lobo ya no sea una especie cinegética.
Desafortunadamente, en nuestro país hay mucho postureo que impide que la gente hable a calzón quitado y ponga todas las cartas encima de la mesa. Todos los implicados saben que la caza de lobos a través de cupos no aminora los ataques al ganado. La caza se ha convertido en el desagravio de un sector duramente castigado. Los ganaderos y el mundo rural claman, con toda la razón, que ellos no deben asumir el peso de la presencia del lobo en nuestros montes. Ellos sufren los ataques y el ninguneo de la Administración y buena parte del mundo urbanita y ecologista. Y a través de la caza legal, por lo menos, se desagravian esos ataques.
Sin embargo, tanto naturalistas como paisanos y guardas sabemos que en determinadas circunstancias hay que hacer un 'control' letal de carácter inmediato, tras ataques reiterados del lobo a cabañas ganaderas, y que en muchos casos está basado en el empleo de medidas disuasorias. Todos sabemos que esto es algo que tenemos que asumir, sí o sí, con el fin de asegurar una convivencia posible entre la expansión de la especie y la permanencia, imprescindible, de la ganadería extensiva y tradicional en nuestro país. Todos lo sabemos, pero, dado que mentar la bicha del control letal es tabú, pues nos quedamos en las medias tintas del control cinegético, que ni es bueno para la especie ni minora significativamente los ataques al ganado.
Así que sí, por supuesto que estoy de acuerdo y celebro que el lobo tenga un estatus de protección único para toda España y que no se pueda cazar, pero no puedo estar de acuerdo en cómo se ha llegado a esta aspiración, tan acariciada por tantos.
Porque no solo se trata del qué, sino del cómo. En el caso de esta especie tan compleja —no por su biología, ya que afortunadamente tiene muy buenos índices de recolonización y supervivencia—, los pasos y las formas importan y mucho. Si hay algo que me ha quedado claro, después de tantos años preocupada y ocupada con el lobo, es que la mayor amenaza para la especie es la idiotez humana. El lobo reconquistará la Península y nuestros corazones cuando hayamos sido capaces de dejar atrás nuestras peores miserias. Cuando nuestro objetivo no sea vencer, someter e imponer, sino convencer, empatizar y dignificar.
Para los que estamos empeñados en tender puentes, en aplacar la confrontación, en fomentar la participación y opinión de todos los sectores implicados, y convencidos de que ninguna solución será efectiva, si no cuenta con un acuerdo social básico, esta noticia nos ha caído como un jarro de agua fría. Una vez más, se ha recrudecido el conflicto y las posiciones se han vuelto a polarizar.
Concluyo con la misma inquietud con la que comencé este artículo de opinión. Hoy, desgraciadamente, no creo que estemos más cerca de vislumbrar aquel paisaje con el que soñó mi padre. Hoy, desafortunadamente, creo que ha habido una conquista prematura que posiblemente se traduzcan en retrocesos sobre el terreno.
Todos los que trabajamos en conservación sabemos que, para ser efectivos, tenemos que contar con la complicidad y participación de la mayor parte de los implicados en el territorio. En eso trabajamos los que no buscamos portadas, ni votos, ni socios ni alharacas. En dignificar y consolidar la ganadería extensiva asegurando su compatibilización con una población de lobos creciente y en expansión. Para que de ese modo se cumpla el deseo de quien fue su mayor defensor y logremos “que el lobo viva donde pueda y donde deba, para que en las noches españolas no dejen nunca de escucharse los hermosos aullidos del lobo”.
Odile Rodríguez de la Fuente es licenciada en Ciencias Biológicas y en Producción de Cine por la Universidad Southern California de Los Ángeles, trabajó en la sede de National Geographic de Washington DC antes de regresar a España para crear y dirigir la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente con el objetivo de salvaguardar la obra y el legado de su padre. Colaboradora en los medios de comunicación, imparte cursos y conferencias sobre medio ambiente y crisis climática.
Como muchos lectores saben, la Comisión Estatal de Patrimonio Natural, del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, aprobó este pasado jueves 4 de febrero la inclusión de todas las poblaciones de lobo existentes en España en el listado de especies en régimen de especial protección, por lo que automáticamente deja de ser considerada especie cinegética.