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Demasiado grandes para… ¿qué?
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Miguel de Juan Fernández

A Bordo del Argos

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Demasiado grandes para… ¿qué?

Hace un par de años, en reacción a la quiebra de Lehman Brothers, se decidió por los refundadores del capitalismo establecer una especie de cortafuegos financieros

Hace un par de años, en reacción a la quiebra de Lehman Brothers, se decidió por los refundadores del capitalismo establecer una especie de cortafuegos financieros con el objetivo de evitar el pánico de los mercados respecto a dónde se establecía el límite de quiebras en las entidades financieras- ay, Almunia ¡cuánta irresponsabilidad en tus palabras! Si sólo hubieras advertido de lo que hablaba Marc Garrigasait en estas mismas páginas hace un par de semanas… La intención de establecer ese cortafuegos, como digo, era que los mercados supieran que habría un rompeolas de entidades financieras que permanecerían incólumes pasara lo que pasara y, claro para hacerlo oficial les pusieron un nombre bien sonoro: Demasiado Grandes Para Quebrar (Too Big to Fail)

Con lo cual consiguieron el efecto placebo tan buscado- que se lo digan a nuestro Presidente que está buscando desesperadamente “algo” que calme a los mercados y afloje la presión -; desde ese momento los inversores, los mercados, los pobres contribuyentes supieron, con certeza absoluta ¡(lo dicen los gobiernos!) que a esas entidades no habría problemas de suficiente envergadura como para hacerlas tambalear… los gobiernos todos se habían puesto de acuerdo para evitar que volvieran a quebrar y eso es casi equivalente a Palabra de Dios. Conclusión, a esas entidades se las puede dejar hacer cualquier cosa porque siempre estarán respaldadas, porque se ha eliminado el riesgo de tratar con ellas por lo que, siguiendo la lógica que nos ha traído hasta esta situación, podemos rebajar cualquier requisito de prudencia porque si hay problemas les rescatarán.

Pobres infelices, cómo vuelven a caer una y otra vez en aquellos productos que más les pueden perjudicar en la gestión de su patrimonio; ese conflicto de intereses del que hablaba Graham ya en los años 30 y 40 sigue estando presente, sean entidades sistémicas o no, pero en las sistémicas puede plantearse una falsa sensación de seguridad entre los inversores, ya que su asesor financiero- sea banca privada o no- cuyo sueldo depende de convencer a sus clientes para que compren los productos financieros que su empresa tiene  «en el mostrador» en palabras de Graham, soslayará, previsiblemente, ese riesgo final.

Esta bajada del nivel de prudencia que deben mantener aquellos que invierten su capital viene como digo, en muchos casos, fomentada desde aquellos interesados en que inviertan en dichos productos del muestrario, insistiendo generalmente en recalcar que el emisor de dicho producto (tras la Caída de Lehman algunos inversores ya preguntan quién les debe el dinero) es una entidad considerada demasiado grande para quebrar, vamos que no te preocupes que si la entidad tuviera problemas los gobiernos la rescatarían.

¿Dudamos acaso de la palabra de los gobiernos?¿De los que decían que nunca habría dinero público para las entidades privadas? ¿De los que decían que con una primera reunión- llevamos 19- e inyección de liquidez a los bancos ya estaba todo solucionado? No, amigos, ¡cómo íbamos nosotros a dudar de los gobiernos! Recordad: garantía del Tesoro- sí, hasta que dicha garantía deja de ser tan sólida.

No, no es duda sobre el que los gobiernos en caso de problemas para una entidad sistémica no vayan a hacer todo lo posible y lo imposible para salvarla - ¿acaso no lo están haciendo con entidades menos problemáticas?, el problema es a costa de quien se les va a rescatar. Hace unos días, en el Aula Leonesa de Inversión estuve charlando sobre la renta fija y sus riesgos y oportunidades y uno de los temas que salió fue precisamente éste, que si tengo mi dinero en un bono estructurado senior ¡¿eh?! emitido por una entidad sistémica si ésta quiebra a mí me salvarán… ¿verdad? Bueno, como dice el dicho “es muy difícil predecir… sobre todo el futuro”, es posible que no pase nada, que nunca ocurra lo peor, pero espero que desde la borda del Argos- los argonautas ya lo saben de otros comentarios en las Cartas del Argos, por ejemplo- sirva para que nadie se lleve a engaño: es muy probable que su entidad demasiado grande para dejarla caer no vaya a desaparecer ni a quebrar, pero es muy, pero que muy posible que para salvarla sea usted, ahorrador, quien ponga su granito de arena a base de quitas más o menos importantes para que la entidad siga viva.

Algunos preguntarán ¿pero tener un bono senior al menos me da garantías, verdad? Quizás. El problema no es sólo el orden de prelación en caso de liquidarse una empresa o en este caso una entidad financiera- que no desaparece simplemente en el aire como parecía intuirse de las palabras de Almunia – sino la cantidad total que exista de dicha deuda. Si la entidad sólo tiene bonos senior pero éstos se han emitido en cantidades ingentes- hay que aprovechar mientras los clientes los “demandan” que dejan muy buenas comisiones up front- cuando la entidad tenga problemas, que los tendrá como vemos por ejemplo con JP Morgan y sus errores de operativa que han llevado a Jamie Dimon a comparecer ante el Congreso, ¡qué envidia!, es posible que sus activos no sean suficientes para devolver el nominal de la deuda emitida… ¿qué haremos, dejarla quebrar o empezar a aplicar quitas o, como ahora, inyectar capital público? La primera opción los propios gobiernos la han descartado, la segunda sería la normal- así que ojito aquellos que están invertidos en deuda de entidades sistémicas que no están libres de riesgos- y la tercera, al paso que van, se quedarán sin capacidad de endeudarse y además es muy feo eso de coger dinero a los contribuyentes para dárselo a los bancos para que sus accionistas y bonistas no sufran nada, pobrecicos ellos. En fin.

El mundo de la inversión no está exento de riesgos, nunca lo ha estado, pero si vamos con los ojos vendados lo más probable es que nos llevemos algún susto o más de un golpe en la nariz. El Argos Capital nació con vistas a evitar esas rocas traicioneras que pueblan los Siete Mares a los inversores y desde este blog intentaremos transmitir aquellos riesgos que veamos desde la borda. Al menos que la próxima vez que reciban una recomendación o asesoramiento para explicarles el último nuevo y fabuloso producto podamos entender exactamente cuáles son los riesgos en que incurrimos y porqué nuestro asesor está tan interesado en hacernos ese favor. Hablaremos de ello en el siguiente artículo.

Nos vemos en quince días.

Hace un par de años, en reacción a la quiebra de Lehman Brothers, se decidió por los refundadores del capitalismo establecer una especie de cortafuegos financieros con el objetivo de evitar el pánico de los mercados respecto a dónde se establecía el límite de quiebras en las entidades financieras- ay, Almunia ¡cuánta irresponsabilidad en tus palabras! Si sólo hubieras advertido de lo que hablaba Marc Garrigasait en estas mismas páginas hace un par de semanas… La intención de establecer ese cortafuegos, como digo, era que los mercados supieran que habría un rompeolas de entidades financieras que permanecerían incólumes pasara lo que pasara y, claro para hacerlo oficial les pusieron un nombre bien sonoro: Demasiado Grandes Para Quebrar (Too Big to Fail)