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Abandonar la banca. Algunos hombres buenos
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Miguel de Juan Fernández

A Bordo del Argos

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Abandonar la banca. Algunos hombres buenos

“No se rencontrarían hasta varios años después, pero su plan seguía avanzando. El joven político, dentro del partido, ganando a otros jóvenes políticos con ideales más

No se rencontrarían hasta varios años después, pero su plan seguía avanzando. El joven político, dentro del partido, ganando a otros jóvenes políticos con ideales más allá de llenar su estómago dentro de la burocracia. Hojo, como el joven yakuza, avanzando a pasos agigantados en la organización, pero no por su brutalidad o violencia, sino por su inteligencia, lo que le permitía estar limpio a los ojos de la ley, sin nada de que acusarle.

Pero cuando se encuentran, ambos son uno. Lo que habían superado en Camboya había sido demasiado sobrecogedor como para separarles en unos pocos años; de hecho, hay un momento en el que Akira le dice a Chiaki mientras ambos miran la Dieta (el parlamento japonés): “te juro que te colocaré sobre la alfombra roja del parlamento. No importa el tiempo que necesite. Construiré un santuario para nosotros dos”.

Pues también estamos en estos momentos construyendo un santuario, un lugar en el que podamos invertir a gusto, sin presiones ni indignidades, en el que todos calcemos los mismos zapatos y comamos la misma comida. Un lugar en el que los intereses estén correctamente alineados y la cartera de uno sea comparable a la de los otros porque todos estemos de acuerdo con la misma… algunos ya sabéis exactamente a qué me refiero con lo de indignidad y calzar los mismos zapatos. Ya sabéis, cuando una puerta se cierra -como a Hojo y Asami- otra se abre. Y estamos abriéndola, preparando el santuario. 

El lemming que salió raro- Ed. Eje Prod. Culturales 2012. Carta a los Inversores: Santuario 

En esta situación crítica para el sector financiero se están dando muchos casos de empleados de banca que se plantean abandonar la banca y comenzar una vida fuera de su actual entidad. En cierto modo. es más que comprensible -¡qué os voy a decir yo que emprendí ese sendero hace más de dos años!-, ya que las propias entidades están abonando el camino con sus estimaciones de cierre de oficinas a mansalva y despidos o reducciones de personal aún en mayor medida. El tamaño de las entidades es excesivo para el volumen de negocio en perspectiva y, por ello, están previendo una reducción acorde en personal. Evidentemente, los peor parados -desde mi punto de vista- son aquellos que están en las áreas administrativas o en servicios centrales. Sus opciones de salida son muy reducidas.

Para aquellos cuya labor actual implica la atención a clientes lo tienen algo más claro; no más fácil, desde luego, pero al menos pueden plantearse su futuro -si se vieran involucrados en los previsibles EREs de sus entidades- con alguna otra opción más a su alcance: llevarse su cartera de clientes y ponerse por su cuenta, generalmente como agente financiero o EAFI, ya que si suficientes clientes aceptan seguirles, podrán empezar una nueva vida fuera de la banca. Fuera de la banca hace frío, por supuesto, pero sólo al principio, ya que después la vida, trabajando honestamente para sus clientes sin más conflictos de intereses y al final creando ese “Santuario”, merece la pena.

Cada uno lo construirá a su exclusivo modo de ver, por supuesto. Unos se decidirán por crear family office, otros usarán diferentes entidades, otros montarán sicavs o fondos de inversión a medida y otros, finalmente, optarán por convertirse en free lancers ,como banqueros privados en entidades tipo boutiques financieras o plataformas de fondos de inversión.

En cualquier caso, su futuro dependerá a partir de dicho momento de que logren ofrecer suficiente valor añadido (y no son McCoy, que lo hace a diario) a sus clientes. En líneas generales, no dudo de que les irá bien, y se lo deseo; sin embargo, hay un problema.

Hablando hace unos días con un conocido de banca privada, me decía que lo veía complicado, pues aunque tenía una importante cartera bajo su posición, se encontraba en una situación especialmente delicada el proponer a sus clientes irse con él fuera de la entidad. Como él me decía, no duda de que sus clientes estarán gustosos de irse a otra entidad o de irse fuera del circuito puramente bancario (o cajario si nos ponemos a ello), lo que demuestra que toda la política de vinculación de los clientes en las entidades no es más que un simple “amarrar” al cliente hasta que se harte de engaños y míseras rentabilidades y se vaya con su patrimonio a otro sitio (y hará bien), pero -volviendo a este conocido- lo que él dudaba era de que se fueran con él.

Por lo que me contó, básicamente durante estos últimos años se había dedicado a “aconsejar” o colocar a sus clientes los productos que su entidad sacaba de manera más o menos periódica, entre otros preferentes, deuda subordinada, estructurados que han resultado mediocres en conjunto (ganancias en unos, pérdidas en otros) y otras buenas “alternativas”. Su preocupación ahora es que veía su cartera quemada, como me dijo. Había optado por cumplir los objetivos de su entidad, a sabiendas de que existían opciones mejores para sus clientes, cobrar sus bonus -tampoco excesivos- anualmente, fastidiar a sus clientes y, ahora, cuando más necesita el respaldo de su entidad se ve completamente en el aire. Roma no paga a traidores, era el viejo dicho refiriéndose a la traición sobre Viriato. Pues algo parecido les está pasando a muchos empleados de banca. No han mantenido la confianza de sus clientes y el banco o caja les da la patada.

En el tercer artículo para El Confidencial, os comentaba lo que creía que sería la mejor opción para que estos escándalos no volvieran a pasar. Naturalmente, sé que a las entidades no les interesa dicho cambio. Pero los que ahora se vean en la calle, con mayor o menor indemnización, deberán plantearse su nueva situación desde la honestidad intelectual. Hicieron lo que se les pidió…pero lo que se les pidió era deshonesto. Y lo sabían. Como en la película Algunos hombres buenos, los marines cumplieron la orden que se les dio, pero fueron licenciados con deshonor…porque esa orden debió desobedecerse. Ahora, con 40 años y cargas a sus espaldas, deberán comenzar de nuevo, deberían esforzarse -esta vez- en cumplir las necesidades de sus clientes si quieren poder cobrar unas comisiones honestas.

La pregunta: ¿les darán sus clientes una nueva oportunidad? Conociendo también todo tipo de clientes, seguro que algunos podrán seguir engatusando a los inversores echándole la culpa de todo a la entidad o a la economía; otros no lo conseguirán. Espero que los que lo logren, comiencen de nuevo. Con otro objetivo.

En mi caso, el Santuario conseguimos construirlo. Ahora se llama Argos Capital.

Nos vemos en el próximo artículo. Un abrazo a todos.

No se rencontrarían hasta varios años después, pero su plan seguía avanzando. El joven político, dentro del partido, ganando a otros jóvenes políticos con ideales más allá de llenar su estómago dentro de la burocracia. Hojo, como el joven yakuza, avanzando a pasos agigantados en la organización, pero no por su brutalidad o violencia, sino por su inteligencia, lo que le permitía estar limpio a los ojos de la ley, sin nada de que acusarle.