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Los dioses de la casualidad también aman a los alcistas
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Carlos Doblado

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Los dioses de la casualidad también aman a los alcistas

Estoy de acuerdo con los analistas fundamentales que consideran que hay que dejar al mercado hacer su trabajo, pero hay momentos en que las condiciones de una gran corrección no me lo permiten

Foto: Bolsa de Valores de Nueva York. (EFE)
Bolsa de Valores de Nueva York. (EFE)

Pérdidas, por fin, a nivel general. No se puede subir siempre es, probablemente, uno de los mantras que más utilizo para concienciar a quien está al otro lado e intenta hacer tendencia. Que no es fácil nos digan lo que nos digan. Pero tampoco es peor que no hacer nada y dejar que el mercado trabaje para nosotros cuando se siguen las reglas con cierta disciplina y, sobre todo, si consideramos los riesgos asumidos en el camino.

Un técnica de 'market timing' tan simple como aplicar el cruce del oro al S&P500 desde 1.950 empeora los resultados del 'buy and hold' salvo en los períodos donde el mercado entra en épocas muy bajistas como la derivada del crash del ´29 en Wall Street o reventón de la burbuja innmobiliaria japonesa de 1989...

Pero, ay amigos, la cosa mejora con una relación algo más sofisticada como la que puede aplicarse de comparar el ratio de sharpe; o sea, una medida del retorno obtenido por cada unidad de riesgo matemático asumido. Me dirá usted que académicamente la cosa no tiene gran valor, y se lo reconoceré, pero es que hay que jugarse el dinero de uno cuando se sale del aula.

Gestionar dinero no es algo tan sencillo como ganar lo máximo posible. Hay quien, por ejemplo, puede desear ganar lo máximo posible asumiendo que él no tiene por delante 50 años que le garanticen el retorno del 6,7% anual. Luego teniendo presente cómo de grandes son mis pulmones y qué tipo de eventualidades quiero proteger puede que el camino sea al final el adecuado partiendo de que la biotecnología aún no nos ha concedido cincuenta años más de vida. Evito, obviamente, considerar lo que pueda desear aquellos que se plantan la inversión como una especie de 'hobby'. Haberlos, haylos.

Hacer tendencia, de todo modo, puede complicarse tanto como nos parezca, y puede lograrse desde algo realmente extraordinario hasta un auténtico desastre. Personalmente me centro en pocas cosas, trabajo el proceso de corto/medio plazo desde un punto de vista esencialmente chartista y me apoyo en unas cuantas herramientas de sentimiento inversor que me ayuden a buscar señales en momentos oportunos algo más agresivas para anticiparme a unos movimientos de fondo que consumen muchísimo tiempo y desplazamiento de precios antes de confirmarse. Luego hay que tener la actitud adecuada en cada momento, pero esa ya es harina de otro costal.

¿Qué significa esto? Pues que en general tendríamos muy poco que hacer. Estoy de acuerdo con los analistas fundamentales que consideran que hay que dejar al mercado hacer su trabajo, pero hay momentos en que las condiciones de una gran corrección no me lo permiten. Fuera de esos momentos, casi siempre mucha renta variable como primer consejo porque es lo que funciona mejor a largo plazo.

Por tanto, y salvo que me invente una guerrita entre toros y osos como he hecho últimamente, puedo resultar muy aburrido. Han llegado a echarme de mi trabajo por operar demasiado poco para satisfacer el interés del que pagaba, como he contado en mi blog personal, así que creo que con eso le cuento la clase de técnico que soy, tendencial, y la clase de profesional que procuro ser: intento honrar a mi trabajo y a mis clientes/lectores. Y en esa guerrita que tengo en estos momentos con el oso vengo a añadir otra curiosidad relacionada con el S&P500 norteamericano, si no quiere llamarlo argumento: la regla de las cinco semanas.

¿Qué es la regla de las cinco semanas?

Pues una tontería como cualquier otra que usted pueda someter a backtest. Una tontería como la regla de los tres días, que ya le puse sobre la mesa para decirle que lo sentía pero que Wall Street iba a seguir subiendo. Si la regla de los tres días requiere que se concatenen tres sesiones de punto y medio o más al alza, la regla de las cinco semanas requiere que los ascensos sean de 1% o más. Desde 1950 eso había sucedido en once ocasiones. Hasta la semana pasada, que fue la decimosegunda. Pues bien, siento decirle a mis bajistas que tanto a cuatro semanas vista, como a doce, como pensando en los próximos doce meses, tienen las cosas mal. A un mes, trimestre o año vista, se produjo un alza en el 81,8% de las ocasiones. En los tres casos. O lo que es lo mismo, sólo en dos de los once casos anteriores se produjeron pérdidas.

Sin duda el caso que más me interesa, por convergir con lo que intento trabajar, es el de los doce meses, donde la rentabilidad promedio de los once episodios anteriores fue del 12,8%. Quiero destacar también que en las dos ocasiones en las que se produjeron pérdidas tras una subida de cinco semanas de uno por ciento o más, el principal índice norteamericano venía de un largo proceso de alzas, eran mercados terminales en el flujo de corto/medio plazo. En esta ocasión, como sabemos, el mercado lleva casi dos años de lateralidad. Ojo con eso. Y ojo también con otro dato, caprichos de la vida: en el 72,7% de las ocasiones el mercado bajó en la semana siguiente tras subir cinco semanas consecutivas. Justamente como acaba de suceder.

Pero bueno, todo esto es una tontería, el mercado es un lugar donde los sucesos son procesos aleatorios independientes y nada se puede hacer para manejarse en el proceso de fondo como sugiere desde siempre la academia, no se denota nada de la excepcional recuperación de estas semanas, no tiene significado, no se deriva de ello que existe una atípica fuerza compradora; es todo simple casualidad. Ya. Tres días para un cierre mensual de profundo significado comprador. Pero eso lo dejamos, hados mediante, para la tribuna de la semana que viene.

Pérdidas, por fin, a nivel general. No se puede subir siempre es, probablemente, uno de los mantras que más utilizo para concienciar a quien está al otro lado e intenta hacer tendencia. Que no es fácil nos digan lo que nos digan. Pero tampoco es peor que no hacer nada y dejar que el mercado trabaje para nosotros cuando se siguen las reglas con cierta disciplina y, sobre todo, si consideramos los riesgos asumidos en el camino.

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