Es noticia
Dios no fue español
  1. Mercados
  2. De Vuelta
Javier Molina

De Vuelta

Por

Dios no fue español

Cuando la preservación de capital es lo primordial en una gestión de carteras, uno debe ser consciente de los riesgos que dominan el mercado, no jugar a loterías

Foto: Gestión de carteras de clientes.
Gestión de carteras de clientes.

Navegando en busca de la información actualizada del único gráfico que realmente importa y les adjunto, el balance de los bancos centrales, me encontré esta semana pasada con un artículo muy interesante que, en cierta forma, vino a ilustrar de un modo histórico esta afirmación que vengo manteniendo.

Comentaba Frank Giustra, más o menos, que dos de los cambios más importantes de la historia se dieron de la siguiente forma. El primero cuando en 1532 Francisco Pizarro en su aventura por el Perú, consigue capturar al que fue el último gobernador Inca (Atahualpa). A cambio de su libertad le solicita llenar el llamado “cuarto del rescate”, con oro y plata. De esa forma, consigue sin disparar ni un tiro ni derramar una gota de sangre, 84 toneladas de oro y más de 160 de plata, el mayor rescate jamás conocido. Ese botín se considera fue una de las bases monetarias sobre las que se creó el imperio español. Fue en esos años (1500-1600) cuando la frase “Dios es español” retrató la hegemonía del imperio. Pero la ambición, sublevaciones internas, guerras y bancarrotas acabaron por aniquilar el imperio y devolver las cosas a su origen.

En 2008, Ben Bernanke inicia el segundo gran cambio de la historia al inyectar, con la idea de frenar la desaceleración económica provocada por la crisis financiera e impulsar la creación de empleo, cantidades excepcionales de dinero en el sistema. Además, ese dinero creado literalmente de la nada, se coloca a coste cero provocando uno de los mayores impulsos a la desigualdad pues, como ha quedado demostrado, a ese regalo solo han accedido los más pudientes, las empresas y ciertos fondos y entidades financieras. Así por ejemplo, los ricos lo han aprovechado para hacerse más ricos, al utilizar ese regalo para doblar sus activos y ver como triplicaban sus precios en estos últimos años. Tal es la magnitud de ese efecto que se ha llegado al punto donde el 0,1% de la población de arriba, controla la misma cantidad de riqueza que el 90% de abajo.

De otro lado, las empresas han utilizado ese dinero gratis para llevar a cabo recompras de acciones propias, pagos de dividendos aún sin estar justificado por los resultados, camuflar costes laborales mediante el cambio por stock options o refinanciar su deuda a tipos mucho mejores.

Todo este cóctel de actuaciones ha provocado que, llegado el momento de votar, ese alto grado de población descontenta y cansada de las élites que sólo impulsan una mayor separación entre clases sociales, hayan hecho suyos los discursos demagógicos y populistas en su demanda de un cambio. La separación del pueblo con respecto a las élites se pone de manifiesto y gana Donald Trump. Si las cosas terminarán o no como en el imperio español, es tal vez demasiado atrevido siquiera imaginarlo, pero reconocerán que siendo dos grandes cambios los que se narran tienen la suficiente fuerza como para pararse a pensar y reflexionar sobre el momento actual.

Actualmente y, pese a que con respecto al S&P500 he fallado en mis planteamientos al romper éste la zona de máximos y entrar en subida libre, no debe olvidar el lector que estamos ante un mercado emocional. Se ha pasado del miedo al optimismo de forma muy rápida y el efecto Trump ha provocado las mayores alzas vistas en sectores como el bancario (+20%) o del Russell 2000 (+16%) en un plazo de dos semanas. Por el contrario, en el mercado de bonos, las tensiones se han visto en los tipos a largo y por toda la curva. Algunas personalidades de buena reputación como Jeff Gundlach, están alertando del peligro de ver el bono a 10 años cotizando en el 6% en cinco años. De ser ciertas esas previsiones, el encarecimiento de la financiación, dado el monto de la deuda, no será un tema menor con respecto a su impacto en la economía.

Así mismo, el impacto que ese cambio de perspectivas puede tener sobre la inflación es otro de los riesgos a observar. El cambio en las mismas, desde verano de este año se hace patente en el siguiente gráfico. Y el repunte ocasionado por la victoria de Trump es también significativo. Si la FED quiere combatir ese incremento de precios, tendrá que actuar más sobre los tipos con el consecuente riesgo sobre la economía tanto financiera como real.

De momento, lo cierto es que se están incorporando al mercado expectativas económicas inciertas al abrigo de esa nueva sensación de alegría. Ello ha supuesto que el mercado esté ahora muy sobrecomprado y, pese a que puede seguir subiendo algo más, no olvide que el riesgo lo hace en la misma forma. Como les decía al principio, mientras el balance de los bancos centrales no muestre signos de corrección, uno puede seguir pensando que el mercado cuenta con ese apoyo incondicional. La clave está, por tanto, en saber por cuánto tiempo permanecerá eso así en un entorno de expectativas cambiantes y de cierto agotamiento del modelo.

Tienen razón los que, con buen criterio, me acusan de bajista obsesionado y de haberme perdido un 6% de alza por mantenerme en mis ideas. Lo admito. No obstante, cuando la preservación de capital es lo primordial en una gestión de carteras, uno debe ser consciente de los riesgos que dominan el mercado, no jugar a loterías donde se confunden posibilidad con probabilidad y, como el imperio español en aquel ejemplo, no gastar todo su capital en quimeras imposibles. Al final, resultó que Dios no era español. Buena semana.

Navegando en busca de la información actualizada del único gráfico que realmente importa y les adjunto, el balance de los bancos centrales, me encontré esta semana pasada con un artículo muy interesante que, en cierta forma, vino a ilustrar de un modo histórico esta afirmación que vengo manteniendo.

Bancos centrales Balance Inflación Recesión