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Alberto Roldán

El Inversor Inteligente

Por
Alberto Roldán

Querido señor Grifols

He leído con inusitado interés su discurso de la semana pasada sobre la afligida visión que tiene usted de España, y en particular sobre la situación

He leído con inusitado interés su discurso de la semana pasada sobre la afligida visión que tiene usted de España, y en particular sobre la situación empresarial de este país, y al hilo de sus palabras me gustaría hacerle llegar, puede que algo metafóricamente, mi modesta reflexión.

Permítame decirle lo primero que aplaudo su valentía. Lo hago con vehemencia y no puede ser para menos pues en el incomprensible fuego cruzado en el que se han instalado los políticos con su incontinencia verbal, lo digo por eso de coincidir su discurso con las elecciones catalanas, de vez en cuando se alzan voces que nos sacan de la apesadumbrada rutina en la que vivimos para entender el lamentable estado en el que está nuestro tejido empresarial. Creo que sus palabras son tan esclarecedoras como realistas pues resaltan dolorosas realidades usando un estilo muy similar al que por ejemplo emplea Juan Roig, cuyo réquiem por la actividad empresarial en España ya hemos oído alguna vez que otra.

Además le doy una especial significación a sus palabras pues usted es un empresario de reconocido prestigio, como muestra el hecho de que su empresa es el desarrollo de un modelo familiar que posibilitó hace ya más de 70 años pasar de un pequeño centro de investigaciones a una multinacional altamente especializada de la que puede decir con orgullo que hoy es uno de los líderes mundiales en su campo.

Esas dos cuestiones, su valentía personal y la relevancia de su empresa, resaltan aún más si cabe su lapidaria frase “Tras 35 años de democracia, la maquinaria se ha roto”, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Durante tres décadas ha existido una maquinaria que efectivamente le ha permitido moverse, avanzar y por momentos correr a este vehículo que es España. Pero no por avanzar hay que dar la maquinaria por buena. Todo lo contrario. España estuvo demasiado tiempo parada y quizás las prisas llevaron a que nadie se preguntase lo más básico ¿Es este el motor que necesitamos? ¿No es demasiado caro? ¿Quién lo va a reparar en caso de avería? Pusimos el motor, ensamblamos las piezas, una mano de pintura… y a correr. Como la cosa iba bien y empezábamos a adelantar a algunos vehículos que antes nos parecían inalcanzables, decidimos meterle un turbo, subirle la potencia y maquear el coche hasta creer que la carretera era nuestra, algo muy propio de los españoles al volante. Quizás usted reconozca ese vehículo, pues estoy convencido que le ha transportado muchas veces en 35 años. Más de tres décadas en las que no le oí quejarse ni un solo día, al menos públicamente, aunque ya sabemos que los catalanes son muy de su intimidad.

Señor Grifols, en esas tres décadas el sistema sanitario ha avanzado a pasos agigantados manteniendo siempre su condición de universal y gratuito (concepto por cierto altamente cuestionable para un liberal como yo), y ese crecimiento digo yo que algo de impacto habrá tenido en el desarrollo de su empresa. Por dar un dato, antes de su gran salto a EE.UU. en 2010, su empresa facturaba 900 millones de euros, más de tres veces los ingresos al comienzo de este nuevo siglo, pero esto ya lo sabe usted mejor que yo.

Como también doy por seguro que sabrá que hoy en día el gasto sanitario de nuestro Sistema Nacional de Salud representa exactamente un 7% del PIB y si bien es cierto que el gasto está cayendo, con los últimos datos disponibles el nivel de gasto desde hace tiempo está en la media de los países de la OCDE en cuanto a esfuerzo de financiación sanitaria. Lo digo porque detecté un resquemor nada bueno en sus palabras como diciendo que aquí ya estaba todo el pescado vendido.

Pero en mi reflexión sigo de su lado. Es evidente que si un empresario no es capaz de rentabilizar sus inversiones y si, como es el caso, su empresa es proveedora de un material tan básico como es la sangre por el que no le pagan, quizás es momento de replantearse la continuidad. Porque es el Estado el que no les paga, el mismo garante del sistema público de salud que defiende el sistema pero no paga a sus proveedores siendo el suyo un producto de absoluta necesidad básica, de los que en las presentaciones se presentan como “esto no se puede dejar de comprar”, pero que acumula más y más facturas devueltas impagadas. Precisamente esto es un claro aviso a los bonistas y a los crédulos del risk free. Resulta curioso que hablando de sangre, si el Estado no es capaz de pagar por algo tan básico como es la sangre para un enfermo que la necesita usted y yo sabemos que si tiene que dejar desangrarse al bonista lo hará cuando no pueda seguir pagándole.

Pero volviendo a su discurso, usted dice que ya ni "una cosa tan trivial como el agua" se la garantizan. Pues hombre, qué quiere que le diga señor Grifols, tiene usted razón en quejarse. Claro que sí. Y además hace bien en que se le oiga.

Lo que no me ha gustado nada es que pase del silencio a esta notoriedad utilizando además amenazas. Lo siento mucho, no me ha gustado que un empresario brillante como usted haya asegurado que “no invertirá más en España”, la misma teta (con perdón) de la que usted ha mamado durante mucho tiempo. No señor Grifols, lo siento pero no lo comparto y menos que se recree en su diatriba con frases tan concluyentes como apocalípticas diciendo que "antes que a Madrid me voy a Gibraltar". Como si Gibraltar le fuera a proporcionar un contrato como el que firmó en julio de este año, no hace 35 años sino este mismo ejercicio, con el Servicio Andaluz de Salud para el suministro de hemoderivados con destino a los hospitales del sistema sanitario público, quinto de un contrato marco suscrito no hace mucho, en septiembre de 2010 cuyo valor se estimó en 23 millones de euros. Por no citar los firmados con Murcia donde por cierto mantiene un convenio desde el año 2007 para el suministro de hemoderivados a los centros sanitarios de la región. Podría citar muchos más.

Claro, es que desde que compraron Talecris y buscan inversiones en países de alto crecimiento, como la enorme burbuja que es Brasil (¿será por el cava?), ustedes ya no miran igual a España. Normal, al fin y al cabo qué le ofrece ya este país ¿contratos de pequeña cuantía con los que no cumplirá nunca su aspiración de ser mayor que Pfizer? Porque esa comparativa no me la invento yo, eso lo dijo usted cuando afirmó que  "Si hubiésemos nacido en Alemania hoy seríamos más grandes que Pfizer". Muy modesto compararse con una empresa que hoy factura más de 50.000 millones de euros (19 veces más que lo que se espera que facture su empresa en 2012) y cuya capitalización de mercado supera los 140.000 millones (otras 19 veces superior a la de Grifols). Ese tipo de afirmaciones son un ejercicio muy pretencioso a la par que peligroso y usted lo sabe muy bien pues la compra de Talecris le costó sudar sangre.

Señor Grifols, estoy con usted cuando expresa su rabia contenida por el impago general de nuestro, y suyo, sistema de salud. Sí señor, coincido plenamente. Igualmente comparto la frustración por vivir en manos de dirigentes a los que se les llena la boca con propuestas y refundaciones, como la que usted pide, de nuestro modelo económico diciendo por ejemplo que serán innovadores y creadores, la gran mentira que desde Aznar se nos está contando sobre un supuesto modelo I+D+i (¿sabían que de todo el presupuesto teórico a esta partida un cuarto lo aporta el gasto farmacéutico?). Una ponzoñosa falsedad que se arrastra desde hace mucho tiempo y perdurará provocando que empresas de alto valor como la suya se planteen las cosas.

Pero señor Grifols, no puedo estar de acuerdo con la forma de su reivindicación. ¿Cree de verdad que le iría mejor en un estado federal controlado por independentistas, especialmente por estos? Yo no. Usted de verdad se cree que refundando España lograría cobrar sus facturas y recuperar la rentabilidad de sus inversiones. Yo no. Qué poca sensibilidad tiene por sus miles de empleados que trabajan en España cuando dice que si esto no cambia se irá. Un día le contaré la historia de Gamesa, verá lo divertida que es y aquí sí que hay motivos para irse, como ha sucedido.

He leído con inusitado interés su discurso de la semana pasada sobre la afligida visión que tiene usted de España, y en particular sobre la situación empresarial de este país, y al hilo de sus palabras me gustaría hacerle llegar, puede que algo metafóricamente, mi modesta reflexión.