Es noticia
España, país de currantes y de holgazanes
  1. Mercados
  2. El Inversor Inteligente
Alberto Roldán

El Inversor Inteligente

Por
Alberto Roldán

España, país de currantes y de holgazanes

El escritor Joseph Conrad dijo una vez que no le gustaba el trabajo, que en realidad a nadie le gusta; pero lo que sí le gustaba

El escritor Joseph Conrad dijo una vez que no le gustaba el trabajo, que en realidad a nadie le gusta; pero lo que sí le gustaba es que le da a uno la ocasión de descubrirse a sí mismo. Una semana después de celebrar el día del trabajo, 1 de mayo San Sindicato, y en el ecuador de uno de los meses más festivos de nuestra geografía, tenía ganas de escribir sobre el trabajo y la imagen que se desprende de este país.

España es el sexto país del mundo con más festivos en su calendario.

A las vacaciones ordinarias hay que sumarles la increíble cifra de 14 días festivos, lo que totaliza 36 días libres al año que equivalen a que, en el supuesto de que se pudieran acumular, se trabajasen diez meses y medio en lugar de doce. Visto así podría escandalizar, pero una mirada más profunda desvela que lo que realmente nos diferencia de los países con más vacaciones son los convenios laborales. Estos peculiares acuerdos impuestos en muchos casos por los sindicatos, posibilitan la existencia de algunos colectivos que, amparados en esos conveníos, sumen muchos días más. Pero se puede ir más allá ya que existen profesiones minoritarias en las que la recuperación de días no consumidos, permiten que la cifra total pueda llegar hasta los cuatro meses, de forma que un año de forma extraordinaria esos trabajadores sólo empleen su fuerza laboral un tercio de los días laborables.

Lo curioso de las festividades y libranzas varias es el contraste que ofrecen con el lado más negativo del empleo.

El paro es un drama, todos lo sabemos. Yo mismo he experimentado la amargura de un despido colectivo y sé muy bien de lo que hablo, por lo que no utilizaré palabras ligeras. Pero la realidad es la que es y su análisis, por muy aséptico que se quiera ser, es igualmente inevitable. Este gráfico expone muy bien la ubicación de España en el entorno de los países OECD.  

Las conclusiones que el autor del gráfico permite extraer de su análisis son demoledoras. España acumula tres décadas con la tasa media más alta de toda la OECD y muy alejada del promedio de países, pues la duplica. Este dato es brutal, si España antes del inicio de la crisis como tal estuviese en una situación de desempleo residual, el incremento desde entonces le colocaría igualmente en segundo lugar sólo superada por Grecia.

Si nos vamos al desempleo juvenil, el análisis es escalofriante pues la tasa más que duplica la media europea y provoca la sensación de un futuro desalentador para nuestra parte más potencial de la pirámide poblacional. No hablemos del paro estructural, del paro generado en mayores de 50 años, del paro derivado de ciertos segmentos ocupacionales, en definitiva, del empleo que nunca retornará.

Lamentarse no vale de nada. Las cifras están ahí y no van a mejorar en lo que queda de año por mucho que doña Fátima Báñez, andaluza ella y natural de la región más desempleada a nivel mundial en términos proporcionales y comparables, se afane en intentar dar por buenos los maquillajes que ofrezca el ejercicio.

No voy a hablar de las recetas mágicas contra el paro. No existen y punto. Tampoco en desgranar lo que la estadística ya muestra de manera muy elocuente. Mi opinión de hoy es una queja ante la existencia de un marco laboral tan abusivo y tan mal construido.

Anular vacaciones y reducir días libres. Deflación salarial y mejoras de productividad.

Esto genera polémica. El que lo lea se escandalizará, montará en cólera, se le ocurrirán decenas de usos lingüísticos de lo más vulgar hacia mi persona. Pero si uno lo analiza fríamente, sabe que es verdad.

Es inconcebible que con una tasa de paro superior al 27%, en este país se permita la acumulación de festivos. Sólo en Madrid, donde el desempleo está por debajo de la media nacional, este mes coinciden tres festividades, que bien distribuidas con vacaciones pueden permitir dos puentes alternos. Si el mes tiene 23 días laborables potenciales, haciendo uso de la 'ingeniería de caminos laboral', un empleado de la capital puede trabajar sólo el 74% de los días. Andalucía, la región con mayor desempleo de España, la misma del cortijo político de los que siempre han estado y la de los EREs ilegales, es una fiesta continua desde el mes de enero hasta agosto, dejando para la última parte del año que las festividades nacionales completen el fin de asueto anual.

Antes de que algún oriundo de la región se caliente en su asiento le pido que reflexione. No estoy en contra de sus festivos y del motivo de los mismos. Para nada. Pero sabe positivamente que esos días, en algunos casos semanas, el trabajo flojea, las jornadas se acortan y la productividad cae. No hay prejuicio alguno en quien escribe pues sus raíces son de la zona y si la menciono es por la rotundidad de la evidencia y porque la realidad es muy clara y quien la niegue bien haría en quitarse la venda de los ojos.

El comentario de que las condiciones laborales para tiempos de crisis no son las idóneas, lo hago extensivo a todo el país pues en todos sitios cuecen habas. Los españoles siguen presos de la ilusión de que, por encima del derecho que es para cada ciudadano, las condiciones paralelas al trabajador son otro derecho adquirido y como tal hay que perdurarlas, y si se puede, ampliarlas.

Lo he dicho toda mi vida y lo seguiré manteniendo. En España hay demasiada gente que no quiere trabajar, sólo cobrar. Y a buen entendedor sobran palabras. Tenemos tantos ejemplos de tan rabiosa actualidad que si se hace una reflexión sosegada, muchos coincidirán conmigo.

Pero tan importante o más que la reducción de días-jolgorio y pseudo-celebraciones, lo es entender que además de trabajar más hay que hacerlo por menos. Sí, lamentablemente es así. Y lo dice quien lo ha realizado así que sé muy bien de qué hablo. Y lo afirmo con la mesura que corresponde a una correcta contextualización de esa reflexión. Un ejemplo es ilustrativo.

Nadie quiere pagar la gasolina por encima de determinados niveles pues lo considera abusivo. Lo mismo con la electricidad, el precio de algunos artículos no necesariamente de primera necesidad o, sin ir más lejos, la vivienda, para los que muchos siguen esperando una continuada caída en precios. Eso se llama deflación. Pero todos la desean sin que ese factor afecte al trabajo. No se concibe en este país ajustar los salarios y que estos vayan ligados a la productividad. Algunos ya lo hacen, y funciona, pues ahí está la defensa de su empleo pero todavía son mayoría los que se amparan en las organizaciones sindicales y sus desfasados convenios, para perpetuar la rigidez laboral de sus trabajos. Todos sabemos a qué colectivo me refiero. Y esos 3,2 millones aunque no quieran, también deberían de darse por aludidos.

Finalmente, se trata de redefinir el empleo en un marco laboral mucho mejor, para el que todos tienen que contribuir, partidos, sindicatos, empresas y trabajadores, y lo más importante, bajar los impuestos, señor Montoro, usted tiene la responsabilidad de contribuir al desempleo mejor que nadie, baje los impuestos y deje de ser el cacique de este país.

El escritor Joseph Conrad dijo una vez que no le gustaba el trabajo, que en realidad a nadie le gusta; pero lo que sí le gustaba es que le da a uno la ocasión de descubrirse a sí mismo. Una semana después de celebrar el día del trabajo, 1 de mayo San Sindicato, y en el ecuador de uno de los meses más festivos de nuestra geografía, tenía ganas de escribir sobre el trabajo y la imagen que se desprende de este país.