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Barómetros de la economía

Allá por los años 2006–2007, si cogías un avión en la ruta Londres–Madrid en cualquier día laborable, lo más habitual era encontrar la clase business llena.

Allá por los años 2006–2007, si cogías un avión en la ruta Londres–Madrid en cualquier día laborable, lo más habitual era encontrar la clase business llena. En aquel entonces, esta clase ocupaba la mitad del avión y un gran número de sus pasajeros eran ejecutivos que trabajaban en bancos de inversión. En los vuelos domésticos con origen o destino Madrid, pasaba tres cuartos de lo mismo.

España era el mercado “hot”, estaba “booming”. Era el país de moda –desde el punto de vista económico– en toda Europa.

El dinero, en forma de productos estructurados, complejos y arriesgados, y de otros inventos sofisticados que ofrecían estos banqueros, era el aceite que permitía el movimiento de la maquinaria corporativa durante esos años de frenética actividad financiera.

Las adquisiciones no paraban y eran cada vez mayores, las compras apalancadas que hacían las sociedades de capital riesgo competían en precio con compradores corporativos y se usaban niveles de apalancamiento cada vez más altos. Los mercados de capitales, para deuda o para salidas a bolsa, estaban al rojo vivo, el dinero era abundante y barato, y el IBEX estaba en máximos.

Hoy en día se ha reducido el número de vuelos domésticos e internacionales en Europa. Poca gente viaja en clase business, que ocupa ahora apenas unas filas del avión. Hasta en la clase económica se va mucho menos apretado y encuentras frecuentemente el asiento de al lado vacío. Muchos ejecutivos, incluso, utilizan líneas aéreas low cost.

Mientras muchos de los invitados a la enorme orgía financiera de esos años están todavía tratando de entender qué ha pasado para que la fiesta acabe tan de repente, muchos otros ya han descubierto otras festividades en lugares distintos, adonde han acudido corriendo tan rápido como podían.

El otro día contaba un compañero que trabaja en un banco de inversión en Frankfurt que recientemente estuvo en Abu Dabi para conocer un fondo soberano de los Emiratos. Me dijo que el avión a Abu Dabi iba a tope, y casi todos eran ejecutivos de bancos. Viajaban en clase business, lógicamente. Cuando llegó a su reunión, en el lobby del edificio donde están las oficinas del fondo, se encontró una cafetería llena de esos ejecutivos.

Arriba, en la recepción, había una cola de banqueros esperando. Una vez dentro de la sala de reuniones, antes de que pudiera sacar su presentación, el típico book de 50 páginas que había traído para la reunión (al que unos jóvenes analistas seguramente habrían dedicado las 48 horas previas sin dormir), el potencial cliente le indicó una mesa donde había varias pilas de documentos similares. Le dijo que prefería no pasar por toda la presentación porque le aburría mucho pero que, en cambio, estaba dispuesto a escuchar brevemente cualquier buena idea original que nadie hubiese presentado antes.

La orgía financiera no ha terminado, ni los ejecutivos de bancos han desaparecido. Lo que ocurre es que, cual aves migratorias, han ido al lugar adonde se ha trasladado la fiesta. Es, simplemente, y utilizando palabras de Hemingway, “a movable feast”.

La sofisticación, la complejidad y la falta de transparencia han sido, en gran parte, las causantes de la crisis que ha sacudido a los mercados en todo el mundo. Un artículo sobre la economía aparecido en uno de los periódicos nacionales este pasado fin de semana planteaba la pregunta de “qué ocurriría si el sistema financiero se recupera cometiendo los mismos errores”. Y hablaba del enorme peligro que representa un banquero cuando deja de ser banquero y se convierte en vendedor.

Kevin Woods, socio de GBS Finanzas

Allá por los años 2006–2007, si cogías un avión en la ruta Londres–Madrid en cualquier día laborable, lo más habitual era encontrar la clase business llena. En aquel entonces, esta clase ocupaba la mitad del avión y un gran número de sus pasajeros eran ejecutivos que trabajaban en bancos de inversión. En los vuelos domésticos con origen o destino Madrid, pasaba tres cuartos de lo mismo.