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La línea roja son los depósitos
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Kike Vázquez

Perlas de Kike

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La línea roja son los depósitos

Detrás de todas las grandes crisis financieras provocadas por la deuda, se esconde una verdad incómoda que rara vez sale a la luz. Puede pasar antes

Detrás de todas las grandes crisis financieras provocadas por la deuda, se esconde una verdad incómoda que rara vez sale a la luz. Puede pasar antes o después, puede ser de forma directa o indirecta, puede tener mayor o menor envergadura, pero al final el resultado suele ser el mismo: de una forma u otra los acreedores acaban pagando una parte de lo que correspondería a los deudores. Este efecto se produce por diversas causas, si bien lo más inquietante de la crisis actual es que dicho reparto se puede producir de la peor forma posible, ¡confiscando el ahorro!

 

La historia nos dice que tras una burbuja de deuda suelen venir las quiebras, las 'quitas', las refinanciaciones, puede que sea la inflación o quizá la 'represión financiera'. Todos ellos son métodos que, de una forma u otra, buscan equilibrar la balanza entre los deudores y los acreedores, normalmente con el pretexto de que detrás de un mal deudor se esconde un mal acreedor que no midió correctamente sus riesgos.  Este argumento, que puede ser correcto en una relación directa, está mostrando su cara más oscura a medida que la presente crisis avanza y afecta 'colateralmente' a más personas inocentes.

 

El último ejemplo lo tenemos en Chipre, cuyas particularidades ya traté de explicar en un anterior artículo, donde para conseguir el rescate las autoridades europeas han propuesto una de las ideas más macabras de todos los tiempos: una quita indiscriminada a los depositantes de los bancos chipriotas. Es cierto que parte de los depósitos corresponden al dinero sucio de la mafia rusa y similares, pero es curioso que se escuden en ellos cuando miraron para otro lado cuando Chipre entró en el euro, es muy curioso que se les eche la culpa cuando no se ha hecho ni el más mínimo cambio regulatorio para evitar su expansión, y es muy curioso que sean la excusa cuando la mayor parte de los afectados no van a ser mafiosos, ¡sino gente normal y corriente!

 

Pero no sólo se miró para otro lado cuando se blanqueaba dinero, no sólo no se tomaron medidas para evitar dichas irregularidades, no sólo van a pagar justos por pecadores… es que la forma de plantearlo ha sido la peor. No se explica cómo es posible que en un primer momento planteasen una quita del 6,75% a los depósitos de menos de 100.000 euros, cómo se cargan la prelación en la asunción de pérdidas afectando a los depositantes en lugar de a los bonistas, ni cómo es posible que la quita que se baraja ahora mismo sea del 20% exclusivamente para los depósitos superiores a 100.000 euros en el Banco de Chipre, dejando a las demás entidades financieras en el 4%.

 

¡Es de locos! ¿Existe alguna justificación para discriminar a los depositantes de una sola entidad? ¡No, no y no! La única explicación al suceso es que dicho banco es el principal del país, y por tanto el que más depósitos tiene (y extranjeros). O lo que es lo mismo, ¡lo hacen así para recaudar los 5,8 mil millones de euros y punto! ¿Seguridad jurídica? ¿Igualdad ante la ley? ¿Dónde habéis ido? No es de extrañar que tras este movimiento la imagen de las autoridades europeas haya quedado bastante tocada, pareciendo una banda de saqueadores al son de “sacar de donde haya”.

 

Un impuesto al patrimonio… y al progreso

 

Sin embargo, lo más preocupante de esta historia no es Chipre; como dice Jim O’Neill China crea un nuevo Chipre cada semana. En el tiempo que los bancos estén cerrados, China ya habrá crecido lo suficiente para que el mundo no lo note. Lo realmente preocupante de esta historia es que confiscar los depósitos es una forma tan fácil y sencilla de obtener recursos por parte de los gobiernos que asusta. Si tradicionalmente el punto de mira para situaciones “extraordinarias” ha estado puesto en los fondos de pensiones, ahora parece que se va un paso más allá y se ataca el activo financiero más preciado de los hogares: los depósitos.

 

Veamos la siguiente gráfica de Goldman Sachs, en la que se detalla el efecto recaudatorio que podría tener la futura aplicación de esta medida. En España, simplemente con un impuesto del 1%, recaudaríamos 15 mil millones; si por el contrario nos vamos a porcentajes chipriotas y aplicamos un 8,5%, el resultado serían casi 130 mil millones de euros, o lo que es lo mismo, un 12% PIB y déficit público solucionado. El mismo efecto ocurriría en Grecia, Italia, Portugal o Irlanda. ¿Tentador, eh?

 

 

Alguien tan respetable, y no muy optimista con el futuro de la moneda única, como Willem Buiter ha publicado una nota cuyo título lo dice todo: “The euro area recovery starts with Cyprus” o “La recuperación de la Eurozona comienza con Chipre”. Para el economista de Citi la confiscación de los depósitos chipriotas parece haber sido la mejor noticia posible, ¿por qué? En su opinión, los depósitos son la mejor manera de reconducir una situación insostenible y reestructurar el excesivo nivel de deuda existente; tanto es así que afirma “this senior bank creditor bail-in is important because it creates a precedent that we expect to be emulated many times in the next few years”.  ¡Esto crea un precedente que espera sea repetido varias veces en los próximos años! Y en su opinión no será necesario preocuparse por el contagio, el BCE puede compensar las potenciales “corridas bancarias”.  

 

Planteémoslo de otra manera: un país como España es solvente porque tiene más activos que pasivos, pero no sabe cómo pagar la deuda a corto plazo. Así que podemos aplicar quitas, podemos realizar un rescate… y todas esas medidas que equilibran la balanza entre deudores y acreedores. Pero, ¿y si de alguna manera pudiésemos traer al presente los flujos futuros de esa riqueza para pagar y así quitarnos el problema de encima? El problema del patrimonio es que no es líquido, por ello no sería posible establecer un impuesto al patrimonio de la cuantía necesaria para acabar con la crisis… ¡Salvo que recurramos a la parte más líquida del patrimonio! ¡Los depósitos!

 

Es decir que, como dice Buiter, esta medida sí tiene un angustioso toque de solución real a la crisis de deuda, tan simple como rellenar el agujero dejado por la deuda con líquidos depósitos disponibles en los bancos. Y por si alguien tenía dudas de lo sencillo que resulta, por si alguien tenía dudas de si esta medida es aplicable, esta semana el Sr. Montoro ya nos ha dejado claro que sí, que es aplicable y que la idea le encanta, en lo que podríamos calificar como la peor medida económica que ha tomado un Gobierno en los últimos años (peor incluso que el Plan E).

 

En lo que no están pensando los políticos es en las consecuencias a largo plazo que la medida acarrea. Por una parte, se han cargado de un plumazo la confianza construída durante años en los depósitos por importe inferior a los 100.000 euros, en lo que Bloomberg califica como la peor medida posible. Veremos si las “corridas bancarias” en el futuro son tan benignas como nos dicen. Por otra parte, lo que nadie parece querer entender es que los ahorros y depósitos no son otra cosa que la base de la inversión. No savings, no party.

 

Una entidad financiera da préstamos gracias a los depósitos; si en lugar de depósitos tiene fondos del BCE (como el ELA o el LTRO), la ecuación ya no se produce. Esto, pero a gran escala, es lo que ocurre en una economía, por lo que esta medida confiscatoria gravita peligrosamente sobre el progreso futuro, ¿a dónde vamos sin inversión? Por no mencionar que fue precisamente el déficit de ahorro uno de los motivos que nos llevó a donde estamos. ¿Qué incentivo damos confiscando a quien ahorra si es precisamente quien hizo las cosas correctamente? Como dice The Economistunfair, short-sighted and self-defeating”: debemos poner una línea roja en los depósitos.

Detrás de todas las grandes crisis financieras provocadas por la deuda, se esconde una verdad incómoda que rara vez sale a la luz. Puede pasar antes o después, puede ser de forma directa o indirecta, puede tener mayor o menor envergadura, pero al final el resultado suele ser el mismo: de una forma u otra los acreedores acaban pagando una parte de lo que correspondería a los deudores. Este efecto se produce por diversas causas, si bien lo más inquietante de la crisis actual es que dicho reparto se puede producir de la peor forma posible, ¡confiscando el ahorro!