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Deaton, un rebelde que busca nuestra felicidad
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Kike Vázquez

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Deaton, un rebelde que busca nuestra felicidad

El Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, es esperanzador. Supone un salto significativo desde los grandes números a cómo mejorar el día a día de las personas

Foto: El Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton. (Reuters)
El Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton. (Reuters)

El nivel de pobreza en el mundo es hoy el menor de la historia. ¿Quién no ha escuchado nunca una frase de este tipo? Probablemente todos hemos leído en alguna ocasión un titular similar pero, sin embargo, no todos nos hemos planteado cosas como… ¿qué es la pobreza: vivir con menos de un dólar al día, con dos dólares o con una renta inferior al 80% de la población? ¿Y por qué ese nivel? ¿Y de dónde salen los datos usados? ¿Y qué conclusión podemos sacar realmente de ellos?

La mayor parte de la población no se plantea este tipo de preguntas ante una premisa así de simple. ¿Se reduce la pobreza? Pues muy bien, una buena noticia, qué más da todo lo demás. Sin embargo son preguntas tan relevantes que usar unos datos u otros, o emplear un tipo de análisis diferente, puede alterar completamente el resultado. De hecho, una crítica habitual a la economía es que dedica muchos esfuerzos a calcular el PIB o el consumo, y muy pocos en lo que realmente importa a las personas: su felicidad y bienestar. Y ya se sabe que lo que no se mide es porque no importa, o termina por no importar ante la ausencia de elementos objetivos para su debate.

Por eso el Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, es tan esperanzador. El catedrático de la Universidad de Princeton destaca fundamentalmente por su orientación al detalle en la recolección de datos, siendo tan meticuloso que ha conseguido establecer los cimientos sobre los que se sustenta la búsqueda de información actual en los países en vías de desarrollo. Asimismo, también destaca por su preocupación en ayudar a los más desfavorecidos, y por llevar la economía al análisis de cuestiones más allá de lo numérico.

El Catedrático de Princeton ha logrado establecer los cimientos sobre los que se sustenta la búsqueda de información actual en los países en vías de desarrollo

En teoría, el galardón ha sido otorgado por el estudio del consumo individual y sus efectos en el conjunto de la economía, así como por sus avances en la medición de lo intangible. Si bien, más allá de ‘aburridos’ conceptos teóricos, el verdadero mérito del economista ha sido desarrollar toda una serie de estudios que suponen una suerte de ‘integración vertical’ en todo lo relacionado con el bienestar de las personas, especialmente de las más desfavorecidas (“con las que los países ricos estamos en deuda”, según el escocés). Estos días podrán leer que las aportaciones del economista son múltiples y en diferentes áreas, y es cierto, pero al final todo tiene alguna vinculación con cuantificar, analizar y medir el bienestar de las personas.

La filosofía del economista es que, para entender la foto completa, primero tenemos que entender muy bien los pequeños detalles de la misma. Así, para entender y resolver un problema tan complejo como, por ejemplo, el de la pobreza, necesitamos comprender certeramente muchas cuestiones aparentemente no asociadas. Los teóricos trabajos inconexos son en realidad capítulos de una gran obra dedicada a los demás y a la economía ‘del mundo real’. Simplemente, a veces, los caminos que andamos no tienen siempre el mismo trazado, pero siguen siendo el mismo recorrido con el mismo final.

Si no fuese por él no habríamos evolucionado tanto en la recogida de datos en el mundo en desarrollo, o en cómo medir los efectos de las políticas realizadas

Por ello, Deaton puede hablar sobre pobreza, sobre cómo realizar una encuesta correctamente a un hogar o sobre felicidad, y en todos esos casos su objetivo serán las personas, mejorar nuestras vidas. Si no fuese por él, hoy probablemente no habríamos evolucionado tanto en la recogida de datos en el mundo en desarrollo, o en cómo medir los efectos de las políticas realizadas. Si somos un poco drásticos, podemos decir que sin Deaton sabríamos poco sobre el tercer mundo más allá de sus cifras macroeconómicas.

En Occidente solemos llenarnos de buenas intenciones y cada cierto tiempo elaboramos un plan para acabar con la pobreza. Quizá sean los objetivos del milenio, quizá sea el compromiso de aumentar la ayuda externa, quizá… Sabemos dar buena imagen, pero ¿resolvemos algo? ¿Sirven nuestras donaciones para algo? ¿Realmente queremos acabar con la pobreza o con quedar bien nos basta? Si no sabemos medir los resultados de nuestras políticas o la pobreza existente, difícilmente podremos ayudar a nadie.

No es extraño, por tanto, que el escocés sea muy polémico en muchas de sus declaraciones, afirmando por ejemplo de los objetivos de la ONU: “Yo no soy un gran fan, no hay forma de medirlos. Mucho de esto es solo gente tratando de sentirse mejor consigo misma”. O de la definición de pobreza del Banco Mundial: “Centrarse en el número de personas que están por debajo de la línea es como perseguir a un unicornio por el bosque (…) No estoy seguro de que sea prudente que el Banco Mundial se comprometa tanto en este proyecto”.

Si no sabemos medir los resultados de nuestras políticas o la pobreza existente difícilmente podremos ayudar a nadie

E incluso criticando las ayudas al desarrollo, ya que, aunque a corto plazo pueden resultar positivas, si no se otorgan correctamente favorecen los sistemas de gobierno corruptos perjudicando el bienestar de la población. De hecho, acusa a Occidente de sostener con sus ayudas a gobiernos poco vinculados con mejorar el bienestar de su población, imposibilitando el desarrollo de un Estado que funcione correctamente. Siendo esta última la principal variable del porqué unos países avanzan y otros se quedan por el camino.

Si quieren saber más, pueden leer aquí sus numerosas publicaciones pero, en resumidas cuentas, podemos definir al nuevo Premio Nobel como un rebelde en busca de la felicidad… y no solo de la propia, sino de la de todos. Una grata sorpresa por parte de la Academia, que parece que empieza a valorar no solo las grandes magnitudes sino también los problemas más mundanos: el bienestar, la desigualdad o la felicidad. Esperemos que esto sirva para que mejoremos un poco nuestro pensamiento crítico y con ello empecemos a dudar de los datos que nos presentan, reclamando unos que se adapten realmente a nuestros intereses. Que sirva al objetivo que todo ser humano lleva dentro: la búsqueda de la felicidad.

El nivel de pobreza en el mundo es hoy el menor de la historia. ¿Quién no ha escuchado nunca una frase de este tipo? Probablemente todos hemos leído en alguna ocasión un titular similar pero, sin embargo, no todos nos hemos planteado cosas como… ¿qué es la pobreza: vivir con menos de un dólar al día, con dos dólares o con una renta inferior al 80% de la población? ¿Y por qué ese nivel? ¿Y de dónde salen los datos usados? ¿Y qué conclusión podemos sacar realmente de ellos?

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