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Kike Vázquez

Perlas de Kike

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Viejunocracia

Por primera vez en varias generaciones, los jóvenes no vivirán mejor que sus antepasados. Eso contrasta con otra generación que se ha encontrado con un futuro mejor a lo largo de toda su vida

Foto: Foto: Corbis Images.
Foto: Corbis Images.

Soy joven, o eso quiero creer, y por tanto parte interesada de esta historia. Pero este artículo no va sobre mí, ni sobre casos de conocidos, va sobre dar voz a lo que siente una generación que se enfrenta al entorno laboral actual. Un artículo escrito el martes en Project Syndicate ('The Politics of Young and Old') me ha dado la excusa perfecta, pues analiza el choque de generaciones que se está dando a lo largo del mundo, lo que en España llamamos ‘viejunocracia’.

¿Qué es la viejunocracia? Pues básicamente un sistema económico y social que los ‘no jóvenes’ conocerán como gerontocracia, en donde los más ancianos son los que mantienen el control. Dicho así, puede parecer un poco exagerado, pues vivimos en una teórica democracia y en las calles no se percibe que sean los más longevos del lugar los que tengan el poder, en ocasiones todo lo contrario (desgraciadamente). Cierto es, pero no solo hay que ver la teoría, también la práctica.

Comencemos por ejemplo por el sistema de pensiones. ¿Alguien se ha fijado, por ejemplo, cómo en estas elecciones todos los partidos hablaban de subirlas? Da igual el color, todos los partidos las quieren subir y aprovechan la menor debilidad del rival para acusarlo de vaciar 'la hucha'. ¿Por qué? Porque los mayores de 65 años son el mayor 'lobby' político que existe en nuestro país, unos 8,5 millones de personas movilizadas (vota más del 90%) y cuyas preocupaciones son muy concretas: mi pensión, mi pensión, mi pensión.

Una caricaturización de la realidad, sí, pero que en muchos casos es bastante fidedigna de lo que ocurre. Los pensionistas votan en masa y por hechos muy concretos, por contra, los jóvenes presentan una alta abstención y tienen inquietudes muy diversas. Con este panorama, no es extraño que se hagan reformas laborales, que se suban impuestos o que incluso se toque a otro todopoderoso grupo como es el de los funcionarios, con tal de no cabrear a los de más de 65 años. Ellos dan votos; los otros también, pero no tantos.

A la ‘viejunocracia’ le ha resultado sencillo cumplir con sus obligaciones por el crecimiento económico, el poblacional y la baja esperanza de vida anterior

Por supuesto no estoy negando el derecho a una prestación a quien ha trabajado toda la vida para ello, faltaría más. Lo que ocurre es que mientras a la actual viejunocracia le ha resultado relativamente sencillo cumplir con sus obligaciones gracias al crecimiento económico, al crecimiento poblacional y a la baja esperanza de vida anterior, ahora todo se ha dado la vuelta. Ni crecimiento económico, ni poblacional, una esperanza de vida alta… y como hay muchas pensiones en relación a los cotizantes, más de un 25% de nuestro salario debe ir para pagarles a otros (y aun así no llega), cuando los jóvenes probablemente no tendrán derecho a nada, o casi nada.

Reformar las pensiones no es un acto de corrupción ni de latrocinio, es equilibrar un poco una balanza a punto de romperse. Y ha tenido que venir Europa para que las modificásemos mínimamente, y tendrá que venir la jubilación del 'baby boom' para darnos cuenta de que algo no funciona, y no solo por el elevado desempleo. Esperemos que la solución no sea dejar de depender de las cotizaciones para financiar los déficits a través de los impuestos, lo que otorgaría un saco sin fondo a partidos con poca responsabilidad política.

No echo balones fuera. Sé que los jóvenes no somos perfectos y hemos inventado por ejemplo la ‘generación nini’. Pero lejos de ser los más vagos de la historia, somos una generación que o no tiene trabajo (desempleo juvenil récord), o está mal pagada (precariedad récord) o cuyas condiciones laborales se saltan cualquier legalidad (explotación laboral). Si en las últimas décadas se cumplía la relación de esfuerzo-recompensa a quien sacaba una carrera o desempeñaba bien su puesto, independientemente de su formación, ahora nada parece servir, y es recurrente el término 'enchufismo'.

Sé que muchos de los que leeréis estas líneas estaréis pensando: ¡ganáoslo! Recordaréis cómo empezasteis con una mano delante y otra detrás, cómo os esforzasteis, cómo crecisteis… Y ahora veréis la generación del iPhone y las redes sociales atontada, sin objetivos. ¡En mis tiempos las hipotecas se hacían a doble dígito, y no se la daban a cualquiera! Pero es que no es lo mismo nadar a favor del agua que contracorriente.

Lejos de ser los más vagos, somos una generación que, o no tiene trabajo, o está mal pagada o cuyas condiciones laborales se saltan cualquier legalidad

España desde los años cincuenta ha vivido un 'boom' económico sin precedentes, y cuando los efectos de la economía real se acababan, lo apostamos todo a una burbuja inmobiliaria que explotó. Antes no existían todas las comodidades que existen hoy, ni se vivía tan bien en casa de papi y mami, pero por contra un trabajador era dueño de su propia vida. Si estudiabas, tenías recompensa, si trabajabas, tenías recompensa, ya no. El sueño se ha esfumado como un globo que se pincha.

Si un obrero antes podía mantener una familia y comprar una vivienda, ahora la precariedad ha provocado ya no solo que eso sea racionalmente inviable, también que no puedas hacer planes de futuro, hasta el punto de replantearse un objetivo tan vital como el de formar una familia. O no tienes dinero, o no tienes estabilidad o no tienes tiempo. ¡Y aún nos preguntamos por qué cae la natalidad! Mi enhorabuena a todos los padres de este país, ¡sois unos valientes!

Unos tienen el patrimonio, y los otros o pagan un alquiler que se lleva buena parte de la renta, o se hipotecan para el resto de sus días (algo que no pasaba con las hipotecas de doble dígito). Además de pagar las pensiones, claro. Que no cobrarán, claro. Y si vivimos bien, que en muchos casos es así, es o por un Estado de bienestar ahora en decadencia, o precisamente por recibir parte de la riqueza de nuestras familias (papá, la abuela…), consolidando la desigualdad entre ricos y pobres y mermando la autoestima de una generación que lo que querría es valerse por sí misma y llevar adelante su propio plan vital.

No solo son las pensiones o la situación económica. Comenta el artículo que enlazaba al principio que también hay otros graves problemas que mi generación deberá afrontar. Una es el cambio climático. Gracias por contaminar sin pensar en las consecuencias. Afortunadamente para algunos, los cambios que se están produciendo en el mundo no se notarán en unos cuantos años, por lo que algunas generaciones habrán vivido las ventajas de contaminar sin pagar sus consecuencias. Nuestra generación sí lo pagará.

Necesitamos sentirnos útiles, necesitamos tener el control de nuestras propias vidas y, en otras palabras, necesitamos una oportunidad que no nos han dado

Gracias también por endeudarnos hasta el límite. Nuevamente, cuando la deuda crece se produce paralelamente crecimiento económico y sensación de prosperidad, pero cuando llega a determinados límites provoca estancamiento. Unos se han beneficiado de ella, otros pagarán las consecuencias. Consecuencias, por otra parte, que no son ni más ni menos que las que ya empezamos a ver, pues la situación laboral de este país tiene mucho que ver con ella, tanto por no usarla correctamente como por su exceso.

Y aunque el artículo enlazado originalmente habla de una situación que se repite a lo largo de numerosos países, ¿cuál es la solución a la que muchos están recurriendo en España? Irse. Porque al menos en algunos países sigue existiendo una relación entre el esfuerzo y la recompensa, y sin tener en cuenta tu apellido. Así, en España, aún habrá menos votos de jóvenes, y más poder tendrá la viejunocracia, y así una y otra vez.

Que me perdone quien se haya sentido ofendido por lo de ‘viejuno’, solo es el término que se emplea en la calle o internet. Que me perdone también todo aquel que no ve reflejados su esfuerzo y las enormes dificultades que ha sorteado a lo largo de su vida para llegar a donde está. En realidad no quiero juzgar a nadie, ni sería posible hacerlo. Solo pretendo con estas líneas dar voz a una generación que por momentos cree que no se la está tratando de una manera ecuánime. Y eso a pesar de vivir en un país con una calidad de vida envidiable, y de ser en muchos casos unos privilegiados. Pero necesitamos sentirnos útiles, necesitamos tener el control de nuestras propias vidas y, en otras palabras, necesitamos una oportunidad que no nos han dado.

Soy joven, o eso quiero creer, y por tanto parte interesada de esta historia. Pero este artículo no va sobre mí, ni sobre casos de conocidos, va sobre dar voz a lo que siente una generación que se enfrenta al entorno laboral actual. Un artículo escrito el martes en Project Syndicate ('The Politics of Young and Old') me ha dado la excusa perfecta, pues analiza el choque de generaciones que se está dando a lo largo del mundo, lo que en España llamamos ‘viejunocracia’.

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