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Wolfowitz, el halcón al que le aprietan demasiado los zapatos
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Jesús García

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Wolfowitz, el halcón al que le aprietan demasiado los zapatos

Los servicios de prensa del Banco Mundial dan cuenta en su página web de la visita de su presidente Paul Wolfowitz a Turquía, pero no han

Los servicios de prensa del Banco Mundial dan cuenta en su página web de la visita de su presidente Paul Wolfowitz a Turquía, pero no han colgado las fotos de sus pies al aire.

Dos tomates, dos en los pies de uno de los prohombres del mundo occidental convertido repentinamente -tras su paso por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos- en azote contra la pobreza y la corrupción.

Wolfowitz, uno de los halcones -junto con Rumsfeld- de George Bush en la guerra de Iraq, uno de los cerebros de ese fiasco internacional, está al mando del Banco Mundial desde junio del año 2005 y ha tenido sus diez minutos de fama warholiana.

Ha sido pillado in fraganti mientras se quitaba los zapatos de a 350 euros el par, por lo menos, con sus dos dedos gordos al aire, tras haber agujereado sus sudorosos calcetines.

A Wolfowitz le aprieta el zapato cuando negocia créditos y financiación para los más pobres del mundo y para los más corruptos.

Curiosamente allá donde Estados Unidos nunca quiso mirar ahora está haciéndolo Paul Wolfowitz, que ha frenado créditos por más de 1000 millones de dólares en países donde el dinero destinado a clínicas o escuelas iba a acabar en el bolsillo de presidentes pillastres y sus familias.

Es un profundo cambio en la actitud del Banco Mundial que, igual que el Fondo Monetario Internacional, no había tenido resquemor alguno a la hora de dar créditos a personajes como Suharto o a cualquiera de los dignatarios rusos de los últimos tiempos.

Rato y Wolfowitz forman un curioso tamdem y han llegado a publicar juntos algunos papeles y artículos en contra de los que mantienen la Ronda de Doha en stand by.

Estados Unidos, el principal socio de ambas instituciones, no lo tiene tan claro como ellos, pero ahí está Wolfowitz vendiendo una imagen bien distinta de la que se le supone como muñidor de la guerra de Iraq y otras ideas del neoconservadurismo más estridente.

Eso sí, Wolfowitz, que siempre ha sido un visionario -basta recordarle cuando en el 79 ya hablaba de la amenaza de Iraq en Arabia Saudí y Kuwait-, ha encontrado una gran resistencia a sus actuaciones en el seno de la entidad que preside.

Paul ha estado estos días en Turquía, un país de la OTAN al que desde Europa y Estados Unidos se le examina con lupa por aquello de los derechos humanos.

Pues bien, Wolfowitz, después de visitar algunos lugares turísticos de Estambul, vestido de traje azul oscuro y antes de entrar en la mezquita Selimiye, en la ciudad tracia de Edirme, se quitó los zapatos y hete aquí que mostró un par de agujeros que le dejaron al aire los dos dedos gordos de sus respectivos pies. Al aire las vergüenzas del que ahora preside el Banco Mundial.

El hombre de las ayudas, de los planes de financiación, del tercer mundo, es un tercermundista de sí mismo, un abandonado a su suerte. No tiene quien le zurza los calcetines o quién le compre otros. ¿Se lo imaginan por la mañana negociando créditos y con los zapatos apretándole?.

Dos tomates por los que asoman dos dedos gordos de Paul Wolfowitz. El halcón no tiene quien le remiende. Pobre hombre.

Los servicios de prensa del Banco Mundial dan cuenta en su página web de la visita de su presidente Paul Wolfowitz a Turquía, pero no han colgado las fotos de sus pies al aire.

Paul Wolfowitz