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La deuda que no es deuda y la deuda que sí es deuda
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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La deuda que no es deuda y la deuda que sí es deuda

Las cuentas públicas han sufrido un fuerte incremento de los gastos (Ertes, prestaciones por desempleo y otras ayudas a particulares y empresas) y una severa contracción de ingresos

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El parón de la actividad económica generado por el COVID 19 se está financiando con deuda. Estados y empresas están hoy mucho más endeudados que hace unos meses, si bien es cierto que la mayoría del endeudamiento lo han asumido los Estados. Las cuentas públicas han sufrido un fuerte incremento de los gastos (Ertes, prestaciones por desempleo y otras ayudas a particulares y empresas) y una severa contracción de sus ingresos (menor recaudación de impuestos).

No obstante, los Estados no están hipotecando su futuro por igual. Por un lado, están países como Estados Unidos, China o Reino Unido, que se están endeudado en su propia divisa contra ellos mismos. Sus bancos centrales compran directa o indirectamente deuda pública para sufragar los costes de la pandemia. Es decir, la mano izquierda emite divisa y la mano derecha le pide prestado a la mano izquierda. Eso no es endeudarse. El acreedor es el mismo que el deudor.

Es como si una empresa tuviera dos filiales al 100% en la que una le debe dinero a la otra. A nivel consolidado, esa deuda no existe. Realmente lo que han hecho estos Estados es emitir nueva divisa para pagar facturas y prestaciones.

[Consulta aquí la evolución de la deuda europeos]

Por otro lado, está la eurozona. En este caso el dinero lo emite el BCE y quienes se financian son los Estados miembros. Aquí el acreedor y los deudores son diferentes. Es como si una empresa le prestase dinero a sus socios. Aunque los socios sean dueños de parte de la empresa no son la misma persona y mantienen contabilidad separada. En este caso las deudas sí existen y deberán pagarse. Los socios menos endeudados no permitirán que las deudas se condonen o que la devolución se aplace indefinidamente.

Esta diferencia tendrá consecuencias muy significativas. La presión política para realizar un ajuste presupuestario de las cuentas públicas de los países de la eurozona será muy superior a la de los Estados que se han financiado contra sí mismos. Nunca es fácil subir impuestos y reducir el gasto público; sin presión, casi imposible. Las consecuencias de esto más probables serán un mayor crecimiento e inflación de Estados Unidos, China y Reino Unido y una apreciación del euro frente a sus divisas.

Salimos de la crisis de 2008 aumentando el balance de los bancos centrales y no llegó la temida inflación. Saldremos de la pandemia incrementando también la oferta monetaria y el mercado no espera una subida del IPC. No sabemos cuál será la causa de la próxima crisis, pero sí conocemos qué remedio aplicaremos: más compra de deuda por parte de los bancos centrales.

El parón de la actividad económica generado por el COVID 19 se está financiando con deuda. Estados y empresas están hoy mucho más endeudados que hace unos meses, si bien es cierto que la mayoría del endeudamiento lo han asumido los Estados. Las cuentas públicas han sufrido un fuerte incremento de los gastos (Ertes, prestaciones por desempleo y otras ayudas a particulares y empresas) y una severa contracción de sus ingresos (menor recaudación de impuestos).

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