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Retail Investment Strategy: ¿A quién le importa el inversor?
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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Retail Investment Strategy: ¿A quién le importa el inversor?

La nueva regulación europea sobre inversiones minoristas busca evitar que los asesores recomienden productos que les generen más margen en lugar de aquellos que sean mejores para sus clientes

Foto: La Bolsa española. (EFE/Mariscal)
La Bolsa española. (EFE/Mariscal)

La nueva regulación europea sobre inversiones minoristas busca evitar que los asesores recomienden productos que les generen más margen en lugar de aquellos que sean mejores para sus clientes. La medida estrella consiste en prohibir que los bancos y otras entidades financieras (distribuidores) cobren de las gestoras de fondos (fábricas) por la comercialización de sus productos cuando el cliente no sea asesorado o, aun siéndolo, no reciba un asesoramiento que justifique lo que paga (aparece aquí el concepto value for money).

Con esta medida, no solo no se alcanzará el objetivo, sino que además complicarán la inversión para los ahorradores. Para explicarlo fijémonos primero en el desarrollo de la industria de los ordenadores personales.

Utilizar un ordenador en los años 80 era complicado y muy poco intuitivo. Era algo reservado para un reducido número de personas con unos conocimientos determinados. Hoy en día, niños que no saben multiplicar ni dividir manejan con soltura los dispositivos informáticos y consiguen lo que se proponen de los aparatos.

Los esfuerzos de la industria informática para simplificar y estandarizar los productos y servicios que ofrecen han conseguido que algo complejo lo puedan utilizar satisfactoriamente la mayoría de los ciudadanos.

En el mundo de las inversiones, inexplicablemente, estamos andando el camino contrario: en lugar de simplificar, complicamos la vida a los inversores.

Se ha identificado un problema: el asesoramiento financiero no termina de funcionar porque los asesores recomiendan lo que a ellos les interesa en lugar de lo que les interesa a los clientes. Hasta ahí bien.

Lo lógico sería regular el asesoramiento, hacerlo más transparente, simplificarlo y estandarizarlo hasta que el cliente medio lo pueda utilizar sin que haya conflicto. El objetivo sería que el asesor no pudiera engañar a un niño que no supiera multiplicar ni dividir y siempre estuviera interesado en ofrecerle los mejores productos de inversión según su criterio.

La regulación minorista europea complica la vida a las entidades financieras y al inversor que no precisa asesoramiento

En lugar de arreglar el problema, la regulación minorista europea complica la vida a las entidades financieras y al inversor que no precisa asesoramiento. Prohíbe que todos los costes estén incluidos en el producto adquirido a quienes no precisan asesoramiento. Esto significa que el inversor, en lugar de ver su rendimiento neto de costes, tendrá un rendimiento y, a parte, unos costes de distribución que tendrá que restar. Qué problemas tiene esto para los inversores:

1º) Es más difícil conocer qué rendimiento neto has tenido. Hay que hacer operaciones y hay que saber cómo hacerlas. Los bancos harán complicado ese cálculo agrupando y desagrupando costes.

2º) Dificulta la comparación entre productos de inversión y entidades financieras. Es mucho más fácil de comparar productos con todos los costes incluidos que cuando empiezas a sacar costes y a pagarlos por separado. Es fácil comparar el precio de dos bicis, mucho más complicado sería compararlo si te vendiesen todas las piezas (ruedas, pedales, manillar, etc.) por separado.

Foto: Panel del Ibex en la Bolsa de Madrid. (EFE/Ana Bornay)

3º) Da pie a generar expectativas erróneas sobre la rentabilidad. Si en los gráficos de rentabilidad a largo plazo de los productos no se incluyen todos los gastos, se acaba engañando a los inversores. Les venderán que van a tener unos rendimientos mayores y acabarán teniendo otros menores.

4º) La fiscalidad será más complicada. Cuando se venda un fondo de inversión adquirido hace mucho tiempo habrá que deducirse gastos de hace muchos años y puede que no guardemos toda la información. Hacer esto bien será tedioso y generará rechazo.

5º) El doble modelo dificulta aún más la comparación y esconde el valor del asesoramiento. Los costes estarán incluidos si se cuenta con asesoramiento profesional (el de un padre o amigo no vale), pero no si se invierte por cuenta propia. Los clientes tendrán que elegir el modelo teniendo en cuenta la diferente estructura de costes de los dos modelos.

6º) Habrá grandes clientes que simularán asesoramiento para ahorrarse costes de distribución y el asesor se convertirá, en ese caso, en un mariachi.

Por otro lado, la normativa complica también la vida a los clientes asesorados, a los asesores y a los supervisores. Esto incrementa el coste del servicio y disminuye su calidad.

La normativa complica también la vida a los clientes asesorados, a los asesores y a los supervisores

A los clientes les impone un test de idoneidad cada vez más complejo y extenso. El cliente quiere un test lo más corto y sencillo posible. Debe ajustarse a sus objetivos, no a los objetivos del mundo.

El asesor quiere dedicar tiempo a su cliente y a la selección de inversiones, no a realizar una creciente carga burocrática muy poco estandarizada que le lleva mucho tiempo.

El supervisor tiene que dedicar mucho esfuerzo a revisar el trabajo del asesor y tiene que enfrentarse a conceptos regulatorios tan subjetivos como value for money. Ese concepto es un palo entre las ruedas para el desarrollo de cualquier sector por la complejidad y arbitrariedad que introduce.

Foto: Turistas de China continental fotografían el skyline de Hong Kong. (Reuters / Tyrone Siu)

Cuanto más sencillo sea el trabajo para el asesor y para el supervisor menor será el coste del asesoramiento, mayor su calidad y más inversores podrán acceder a él. Sin embargo, los reguladores europeos están empeñados en que clientes, asesores y supervisores superen las doce pruebas de Asterix antes de que se pueda recomendar una inversión.

Estoy convencido de que los reguladores actúan en su inmensa mayoría de buena fe, pero las consecuencias de esta nueva normativa, si no se modifica, serán contraproducentes.

Es justo resaltar que en muchas otras ocasiones el trabajo regulatorio ha sido muy bueno. Un ejemplo antiguo es la obligación de publicación de la TAE (Tasa Anual Equivalente) en los depósitos, hipotecas y créditos. Este concepto simplifica, facilita la comparación e incluye todos los gastos financieros del producto. Justo todo lo contrario a lo que introduce la Estrategia de Inversión Minorista propuesta por la Comisión Europea.

Es necesario replantearse esta norma europea antes de continuar con su tramitación

Un ejemplo más reciente es la introducción de la escala de 1 a 7 en el riesgo de los fondos de inversión. Es una simplificación que orienta y ayuda a los inversores y asesores. Probablemente en el futuro se revise la fórmula de cálculo de los niveles de riesgo para mejorarla, pero hay que reconocer que la fórmula actual es suficientemente objetiva y útil. Una vez más: simplificar, estandarizar, facilitar comparación, objetividad y utilidad para el cliente.

En conclusión, es necesario replantearse esta norma europea antes de continuar con su tramitación porque perjudica tanto a los inversores asesorados como a los que no quieren asesoramiento. Escuchen más a los inversores que pretenden ayudar y menos a los lobbies del sector.

La nueva regulación europea sobre inversiones minoristas busca evitar que los asesores recomienden productos que les generen más margen en lugar de aquellos que sean mejores para sus clientes. La medida estrella consiste en prohibir que los bancos y otras entidades financieras (distribuidores) cobren de las gestoras de fondos (fábricas) por la comercialización de sus productos cuando el cliente no sea asesorado o, aun siéndolo, no reciba un asesoramiento que justifique lo que paga (aparece aquí el concepto value for money).

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