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Rumbo Inversor
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Por qué el verdadero valor de una empresa aún no existe
Lo importante no es tanto saber cuánto ganará una empresa este año, sino si será capaz de seguir ganando dentro de dos décadas. Y eso no lo define el balance, sino las personas y el modelo de negocio
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Una de las ideas más repetidas entre los inversores es que el valor intrínseco de una empresa ya está ahí dentro, esperando ser descubierto. Se habla de compañías que cotizan por debajo de su valor real, como si ese valor fuese un tesoro escondido que solo requiere tiempo y paciencia para salir a la luz. Pero esta visión, por extendida que esté, rara vez se ajusta a la realidad. Las empresas, salvo contadas excepciones como las que se dedican a gestionar activos tangibles (por ejemplo, inmobiliarias o holdings financieros), no valen por lo que tienen, sino por lo que pueden llegar a construir en el futuro.
Cuando uno compra acciones de una empresa, está comprando un derecho a participar en beneficios futuros, no un resultado ya conseguido. Está confiando en que esa organización, con sus personas, sus procesos y sus recursos, sabrá generar beneficios en los próximos años. Pero esos beneficios aún no existen. No están encerrados dentro esperando a ser extraídos. Dependerán, entre otras cosas, de cómo cambien los gustos de los consumidores, de la aparición de nuevos competidores o de disrupciones tecnológicas que hoy aún no imaginamos.
A corto plazo —digamos, entre uno y tres años— es razonable proyectar los resultados pasados hacia el futuro. Muchas empresas mantienen cierta estabilidad en márgenes, ingresos y costes, lo que permite estimar con cierta fiabilidad los beneficios futuros. Pero a partir de ese horizonte, la capacidad predictiva de los modelos decrece rápidamente. Y, sin embargo, la mayoría de las empresas cotiza a múltiplos que implican pagar 15 o 20 veces sus beneficios anuales, lo cual obliga al inversor a extender su mirada mucho más allá de esos tres años razonablemente proyectables.
Por eso, los criterios de valoración más relevantes no están en el pasado. Están en la probabilidad de que esa empresa, con su equipo actual, su cultura y su modelo de negocio, se mantenga competitiva y relevante en el tiempo. Porque el valor no es una cifra estática; es algo que se construye, se defiende y se reinventa constantemente.
Las empresas no valen por lo que tienen, sino por lo que pueden llegar a construir en el futuro
Una de las claves para entender qué empresas tienen más posibilidades de generar valor a largo plazo está en el análisis comparado de su modelo de negocio. No se trata solo de entender cómo gana dinero una compañía hoy, sino si puede seguir ganándolo mañana en mejores condiciones que sus competidores. Esto implica detectar ventajas competitivas sostenibles en el tiempo: estructuras de costes; relevancia de marca; economías de escala; efectos de red; barreras de entrada o acceso privilegiado a clientes o proveedores. Si esas ventajas son reales y duraderas, aunque no sepamos cuánto va a ganar exactamente una empresa, podemos tener una base razonable para estimar que lo hará mejor que otras.
Pero el análisis no puede quedarse ahí. El segundo gran criterio para seleccionar buenas inversiones tiene que ver con las personas que lideran las compañías. Porque por muy sólido que sea un modelo de negocio, si los directivos no están alineados con los intereses de los accionistas o no tienen incentivos para pensar en el largo plazo, lo más probable es que el valor que se genere no quede dentro de la empresa.
Pensemos en el caso de Amazon. En 2005, su negocio principal era el comercio electrónico. En ese momento, Jeff Bezos —además de CEO— era el principal accionista. Cuando surge la idea de desarrollar Amazon Web Services, una unidad que no tenía nada que ver con el negocio original, Bezos podría haberla creado como una empresa independiente, fuera del grupo. Sin embargo, decide construir ese negocio dentro de Amazon. Hoy, AWS representa más de la mitad del beneficio operativo del grupo y ha sido clave para financiar su expansión global. Esa decisión, que cambió el destino de la empresa, no fue técnica. Fue de gobernanza y de alineación: Bezos tenía incentivos para dejar el valor dentro, no para llevárselo fuera.
Invertir bien es, en gran medida, confiar en las personas adecuadas y por su compromiso con la empresa
Algo similar ocurre con Inditex. El CEO de la compañía podría haber impulsado nuevos negocios como Zara Home fuera del grupo y emprender por su cuenta. No lo hizo. Y no lo hizo porque el principal accionista, Amancio Ortega, sigue muy cerca del negocio. Aunque no gestione el día a día, su presencia garantiza que la innovación y las nuevas oportunidades se desarrollen dentro del perímetro de Inditex y no se fuguen hacia otras iniciativas ajenas a los intereses de los accionistas actuales.
Estas dos historias ilustran bien el punto central: invertir bien es, en gran medida, confiar en las personas adecuadas y por su compromiso con la empresa. Una compañía que innova, que crece y que se adapta al cambio, solo genera valor para el inversor si esas capacidades permanecen en su interior.
Lo importante no es tanto saber cuánto ganará una empresa este año, sino si será capaz de seguir ganando dentro de dos décadas
Debemos tener claro que en todos los sectores se innova constantemente. Las formas de ganar dinero cambian con el tiempo. Las empresas de hoy ya no operan como lo hacían hace 20 años. Y dentro de 20 años, lo más probable es que la mayoría obtenga sus beneficios de productos, servicios o modelos de negocio que todavía no existen. Por eso, lo importante no es tanto saber cuánto ganará una empresa este año, sino si será capaz de seguir ganando dentro de dos décadas. Y eso no lo define el balance, sino las personas y el modelo de negocio.
En definitiva, los buenos criterios de inversión no están centrados en proyectar beneficios con fórmulas cerradas ni en aplicar mecánicamente múltiplos. Están en entender si el modelo de negocio tiene verdaderas ventajas competitivas, y si las personas que lo lideran están preparadas y motivadas para dejarlas dentro, hacerlas crecer y generar valor para los accionistas a largo plazo. En Avantage Capital, estos dos pilares —liderazgo y modelo de negocio— son los primeros filtros que aplicamos para seleccionar las inversiones. Porque al final, el verdadero valor de una empresa no está en lo que ya es, sino en lo que está por construir.
Una de las ideas más repetidas entre los inversores es que el valor intrínseco de una empresa ya está ahí dentro, esperando ser descubierto. Se habla de compañías que cotizan por debajo de su valor real, como si ese valor fuese un tesoro escondido que solo requiere tiempo y paciencia para salir a la luz. Pero esta visión, por extendida que esté, rara vez se ajusta a la realidad. Las empresas, salvo contadas excepciones como las que se dedican a gestionar activos tangibles (por ejemplo, inmobiliarias o holdings financieros), no valen por lo que tienen, sino por lo que pueden llegar a construir en el futuro.