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¿Será que el euro ya no es un problema?
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César González

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¿Será que el euro ya no es un problema?

Decía George Soros, allá por febrero de 2009, que la ausencia de una política fiscal común y de una hacienda común, podría llevar a la disolución

Decía George Soros, allá por febrero de 2009, que la ausencia de una política fiscal común y de una hacienda común, podría llevar a la disolución de la zona euro.

Me he ido a tiempos que ahora nos parecen muy lejanos porque la memoria es flaca y con el devenir de los acontecimientos, y las primeras páginas de los periódicos, nos olvidamos de los fundamentos que llevaron a la creación de la moneda europea.

Pero podemos dar un buen salto en el tiempo y nos situamos a finales de noviembre de 2011. Decía entonces el profesor Martin Feldstein, de Harvard, que “la forma de unión política impulsada por Alemania y otros continúa siendo imprecisa”, no incluyendo “la recaudación centralizada de ingresos

Un mes después, el Gobernador del Banco de Inglaterra, ante la posible salida de algún miembro de la zona euro, declaraba: “estamos preparando planes de contingencia de cara a un amplio rango de eventualidades”.

Aquel mismo mes de 2011, el director de Asignación de Activos de Fidelity, Trevor Greetham, al que procuro seguir muy de cerca en sus comentarios, se refería a una alternativa a la ruptura de la zona euro. Se trataría de “una unión política total, tal vez con un grupo más reducido de estados, que permita mayores transferencias fiscales y una política económica coordinada”.

Afortunadamente, el año 2012 evitamos dar la razón al Centre for Economics and Business Research que incluía entre sus predicciones la posible salida de algún país de la moneda única. Pero la calma actual no invalida los argumentos que apoyaban aquellos pronósticos. El mismo CEBR se refirió también a las pérdidas que la deuda soberana podría ocasionar en los sistemas financieros alemán y francés, aspecto que ha sobrevolado las negociaciones de los acreedores de Grecia desde hace años.

Si volvemos a Feldstein, al que podemos seguir en las páginas de Project Syndicate, en diciembre de 2011 se refería a que los déficits de la eurozona son los síntomas más evidentes del fracaso del euro.

Avancemos un poco más en el tiempo. Estamos en Alemania a comienzos de junio de 2012, poco antes del cambio de rumbo liderado por Prodi. Dice la Canciller que se ha de llevar a cabo la unión política que no se diseñó con la creación del euro. Ciertamente a los pocos días se impulsó la unión bancaria y otros mecanismos de actuación conjunta para los europeos. Pero siguen resistiéndose todas aquellas propuestas en las que hay que ceder la hacienda.

Se establecen calendarios de muy largo alcance. Se fijan presupuestos comunes que resultan de escasa relevancia en términos comparativos con las asignaciones de los presupuestos nacionales.

Suele comentarse que los beneficios del euro se reparten desigualmente. Beneficiados serían los países deudores de la periferia, por cuanto reciben ayudas del norte. Sin embargo, a nadie se le escapa que las incertidumbres han beneficiado el comercio exterior alemán. ¿Qué tipo de cambio tendría el marco fuera de la moneda única? Tanto desde su balanza comercial, como desde el punto de vista de la financiación de su déficit público, Alemania se regodea en un mar de abundante liquidez. Los efectos aditivos en el PIB alemán son evidentes, pero temporales. Incluso perniciosos si no se compensan con políticas restrictivas.

Llegamos a agosto del año pasado. Y nos desayunamos con unas apreciaciones procedentes de un reputado miembro del gobierno de Finlandia, en las que nos dice que sería irresponsable no estar preparado para la desaparición de la moneda única.

En septiembre dio comienzo un período de mayor esperanza, traducida en los mercados en ganancias para la renta variable y reducciones de la prima de riesgo para los mercados de renta fija. Bálsamo sobre el que nos acomodamos a lo largo del mes de enero. ¿Es que de verdad el euro ya no es un problema? Vamos a mirar para otro lado y decir que sí, que las dificultades son menores.

En la selección de activos, los mercados han dado la oportunidad de comprar deuda y acciones españolas con descuento apreciable para quien en los tableros de estrategia se decanta por atacar el flanco más accesible en cada momento. Está bien este respiro, pero hay que prepararse para un año en el que las dudas sobre el euro volverán.

A pesar de la estricta política monetaria del BCE, la liquidez que inunda de dólares y otras divisas los mercados sigue cercando la zona euro y terminará forzando la actuación de los halcones europeos, aunque haya que refugiarse en la excusa de la bondades que supone el logro de los equilibrios que se presumen a la moneda común.

El euro sufrirá mientras la zona no alcance una soberanía común. Basta con releer las declaraciones de aquellos citados en los primeros párrafos de este artículo para refrescar la memoria. El euro seguirá siendo un problema y los intentos de encauzar las dificultades seguirán empujando hacia una unión más sólida y duradera.

Decía George Soros, allá por febrero de 2009, que la ausencia de una política fiscal común y de una hacienda común, podría llevar a la disolución de la zona euro.