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Clarisa Sekulits

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Guía para recuperarse de una ruptura (de soportes)

A veces hasta las situaciones más dramáticas son una mera cuestión de perspectiva, pero el primer paso es darse cuenta cuando se pierde

Foto: Un panel del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Un panel del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Todos hemos puesto toda la carne en el asador alguna vez y hemos perdido. Esta afirmación es válida para el amor y para las barbacoas de verano. También para los inversores en bolsa.

No puedo ayudarte con lo primero ni con lo segundo. Pero déjame que te eche un cable con lo tercero. Porque a veces hasta las situaciones más dramáticas son una mera cuestión de perspectiva.

Para comenzar, debes identificar cuándo es el momento de tirar la toalla. Cosa que no es nada fácil. A veces somos conscientes de que nuestra inversión ha salido rana pero nos cuesta reconocer que hemos perdido. Tenemos la vana esperanza de que, si mantenemos nuestra posición, la cosa podría mejorar por sí sola.

Este sesgo cognitivo es muy común y se llama aversión al riesgo. Nos produce tanto rechazo perder que somos incapaces de reconocer que ya lo hemos hecho. Creemos que si no se materializan esas pérdidas en efectivo, no se han producido en realidad. Así que no vendemos con tal de no asumirlas. Un poco como intentar tapar el sol con un dedo. O como esos niños que se cubren los ojos para esconderse.

Este sesgo es muy común entre los inversores y no sólo en bolsa. De hecho, un famoso estudio de los investigadores David Genesove y Christopher Mayer estableció que lo mismo ocurría en el mercado inmobiliario. Aquellos que habían pagado más por su casa de lo que costaba en ese momento se negaban a vender a precio de mercado. De hecho, pretendían venderla a un precio entre un 25% y un 35% superior al actual. Y claro, no lo conseguían.

Si te sirve de consuelo, esto también les sucede a los gestores de fondos profesionales. Y muy especialmente a los seguidores del value investing con las denominadas “trampas de valor”. Estos gestores estudian las compañías con sumo cuidado, las compran y las mantienen amorosamente en cartera, en la confianza de que el patito feo se convertirá en cisne. Pero a veces el mercado no les llega a dar nunca la razón. Quizá la compañía no era tan buena como parecía o el descuento con el que cotizaba demostraba estar justificado. Y ante esa tesitura algunos gestores tienen dificultades para dar su brazo a torcer. Es el mercado el que se equivoca y no yo. Craso error. El mercado siempre tiene la razón, decía Jesse Livermore, uno de los especuladores más célebres de todos los tiempos. No intentes luchar contra él.

Compensar fiscalmente las perdidas de una inversión con las plusvalías de otra es una de las mejores maneras de endulzar el duro trago

Por tanto, si quieres recuperarte de una pérdida, lo primero es reconocerla. Reconocértela a ti mismo. Además, Hacienda (quién lo iba a decir) puede ser un buen hombro sobre el que llorar. Compensar fiscalmente las pérdidas de una inversión con las plusvalías de otra es una de las mejores maneras de endulzar el duro trago de los números rojos.

Ahora bien ¿cómo sabes que has perdido? ¿Sufrirá tu inversión del síndrome de Bruce Willis en el Sexto Sentido? Si inviertes en acciones, es útil que establezcas un stop loss, es decir, un precio límite por debajo del cual ya no estés dispuesto a perder más.

También te puedes orientar por las valoraciones de los expertos. Por ejemplo, los analistas técnicos establecen un nivel para cada valor denominado “soporte”, que es el precio en el que la cotización de una empresa cotizada tiende a rebotar cuando está de capa caída. Los mínimos que no suele perder. Si desciende por debajo, mala cosa.

No le pidas a los fondos de inversión tener menos volatilidad de la razonable

En el ámbito de los fondos de inversión, puedes guiarte por el porcentaje de pérdida máxima que estás dispuesto a asumir. Ahora bien: sé justo. No le pidas al fondo tener menos volatilidad de la que es razonable, teniendo en cuenta el mercado en el que invierte o la categoría a la que pertenece. Y recuerda que hay tipos de inversión, como la bolsa, en los que los altibajos son especialmente acusados en el corto plazo.

Lo importante es que tengas claro, incluso antes de empezar a invertir, cuáles son tus mínimos. No se trata de que vendas a las primeras de cambio, ni mucho menos. Toda inversión implica fluctuaciones. Y toda relación también. Pero debes saber por dónde no estás dispuesto a pasar. Tus red flags. Y si el objeto de tus anhelos no es lo que esperabas, que no te tiemble el pulso.

¿Qué sucede después de una ruptura? Una vez asumida, toca superar el trauma. Y el trauma nos puede llevar a no querer saber nada ni de los hombres, ni de las mujeres, ni de los mercados. Y eso, nuevamente, es un error.

La clave es lo que tu inversión va a hacer en el futuro, no lo que haya hecho hasta ahora

Debes analizar qué ha ido mal, por qué has fracasado. Puede ser que la compañía (o la persona) no fuera tan buena como parecía. O que sí lo fuera pero no estuviera hecha para ti. Volviendo al ejemplo anterior, quizá invertiste en un fondo de bolsa, sin tener el estómago suficiente para ello.

Puede que no fueras riguroso a la hora de evaluar sus bondades. Por ejemplo, es posible que te fijaras sólo en lo que hizo esa compañía, o ese fondo (o esa cripto), en el pasado más reciente. Que invirtieras porque había subido mucho hasta ahora y no te querías quedar fuera. Lo que se denomina “invertir con el retrovisor”. Pero, como dice la CNMV (sí, estoy citando a la CNMV), “rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras”. La clave es lo que tu inversión va a hacer en el futuro, no lo que haya hecho hasta ahora.

Una vez hayas identificado tus errores, te será mucho más fácil dar el último paso de cara a tu recuperación personal y patrimonial: encontrar nuevas inversiones. Recuerda que hay muchos peces en el mar. Piensa qué necesitas, con qué tipo de estrategia te sientes cómodo. A qué plazo. Con qué nivel de riesgo. Analiza la oferta disponible con ojo crítico. Y una vez tomada la decisión, lánzate. Eso sí: diversifica. No pongas todos los huevos en la misma cesta.

En el mundo de la inversión enamorarse es contraproducente

Las rupturas amorosas llevan su tiempo. Entre seis meses y dos años, según un estudio de la Universidad de Binghamton y la University College de Londres. Pero recuperarte de una pérdida en bolsa no tiene por qué llevar tanto.

En el mundo de la inversión no hace falta enamorarse. De hecho, es contraproducente. Basta con echarle cabeza y convicción. Y si te equivocas, no es el fin del mundo. Reconoce el fallo, reajusta la estrategia, y a otra cosa mariposa.

Todos hemos puesto toda la carne en el asador alguna vez y hemos perdido. Esta afirmación es válida para el amor y para las barbacoas de verano. También para los inversores en bolsa.

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