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Tres razones por las que estás palmando pasta en bolsa
La renta variable es un activo muy rentable en el largo plazo. Sin embargo, el inversor medio no consigue sacarle todo el jugo. ¿Qué errores está cometiendo?
La bolsa es la inversión más rentable de todas. Al menos, en el largo plazo. Si se echa la vista atrás, los índices globales arrojan una rentabilidad cercana al 10% en términos anualizados. Un retorno con el que ningún otro tipo de activo puede competir. Ni los bonos, ni la liquidez. Ni siquiera el oro. Hablo de activos con un historial de varias décadas, de cuya evolución podamos extraer conclusiones (lo siento, criptobros).
Ahora bien, si invertir en bolsa es tan lucrativo, ¿por qué a ti se te ha dado tan mal? Si te sirve de consuelo, no eres el único. Un estudio de JPMorgan AM indica que en el período comprendido entre 2001 y 2021 el S&P 500 subió un 9,5% en términos anualizados, muy en línea con lo que obtuvo en décadas anteriores. En cambio, el inversor medio apenas ganó un 3,6%. Un porcentaje inferior incluso al que obtuvieron los bonos (un 4,3%).
¿En qué se equivocaron los inversores? Veamos tres razones (no excluyentes) que pueden explicar la metedura de pata.
1. La bolsa no es para ti
La comida mexicana está muy buena. Pero no es para todo el mundo. Hay gente que no puede con el picante. Pues con la bolsa sucede un poco lo mismo.
Los mercados suelen experimentar altibajos, sobre todo en el corto plazo. La buena noticia es que la tendencia a largo plazo es alcista… siempre y cuando no te hayas dejado llevar por el pánico y hayas vendido cuando no debías.
Y es que antes de invertir en bolsa (antes de invertir en cualquier cosa, en realidad) hay que conocerse a uno mismo. Analizar tus objetivos financieros, la razón por la que estás ahorrando. En qué momento quieres recuperar el dinero. Y, especialmente, cuál es tu perfil de tolerancia al riesgo como inversor. Tu tolerancia al picante.
Si no eres capaz de observar con perfecta flema británica cómo tu inversión cae un 10% o un 15% en el corto plazo, puede que la bolsa no sea para ti. Y ojo… no pasa nada. Pero es mejor que lo sepas desde el principio. Porque si no, corres el riesgo de ponerte nervioso y darle al botón de venta en el peor momento. De todos modos, tampoco es un todo o nada. Si tu perfil es moderado, puedes invertir parte de tu patrimonio en bolsa y otra parte en renta fija. De esa forma, diluirás el riesgo. Y dormirás más tranquilo.
2. Has escogido el producto equivocado
Puede que lo tuyo sí que sea el rock and roll, pero que simple y llanamente no hayas atinado con el fondo (o las acciones) que mejor lo han hecho. En este sentido, te recuerdo que ganarle el pulso al índice es muy complicado. Incluso para la mayoría de los inversores profesionales. De hecho, el 86% de los fondos americanos de renta variable no logra batir a su índice de referencia en un periodo de 20 años, según un estudio de Market Sentiment.
¿Quiere esto decir que debemos lanzarnos de cabeza a la gestión indexada? No necesariamente. Hay fondos de inversión que lo hacen muy bien. Pero hay que saber buscarlos. Para ello, no te fíes sólo de la rentabilidad más reciente (lo que se conoce como “invertir con el retrovisor”). Mira la rentabilidad a todos los plazos posibles. Compárala con la del índice. Analiza también el nivel de riesgo que ha asumido el fondo. Y fíjate en la experiencia del equipo gestor.
3. Has puesto todos los huevos en la misma cesta
Cabe otra posibilidad: que te lo hayas jugado todo a una sola carta. Te enamoraste de un fondo y salió rana. O te lo encalomaron en la sucursal y tú confiaste ciegamente en tu asesor.
También es muy típico de los inversores en acciones. Hay quien apuesta por una o dos compañías porque se las ha recomendado su cuñado. O un trader al que siguen en redes sociales (el grado de fiabilidad es similar). Y se olvidan de que invertir correctamente no es acertar con la perla bursátil del momento. Es construir una cartera. Y esa cartera tiene que estar bien diversificada tanto en términos geográficos como sectoriales.
Lo contrario es tan ineficiente como ir a un restaurante de comida exótica, una que nunca hayas probado, y pedir exclusivamente un solo plato. Te puede salir bien, claro está. Pero también es posible que tengas indigestión al día siguiente. Sobre todo si tu estómago es muy sensible al picante.
La bolsa es la inversión más rentable de todas. Al menos, en el largo plazo. Si se echa la vista atrás, los índices globales arrojan una rentabilidad cercana al 10% en términos anualizados. Un retorno con el que ningún otro tipo de activo puede competir. Ni los bonos, ni la liquidez. Ni siquiera el oro. Hablo de activos con un historial de varias décadas, de cuya evolución podamos extraer conclusiones (lo siento, criptobros).