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Las "matildes"
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Las "matildes"

Creo que fue en los años sesenta cuando se popularizó el término “matildes” para referirse a las acciones de Telefónica. Yo no viví el momento -estaba

Creo que fue en los años sesenta cuando se popularizó el término “matildes” para referirse a las acciones de Telefónica. Yo no viví el momento -estaba “naciendo”-, pero me consta que tanto nuestras madres como nuestras abuelas no tenían ningún reparo en comprar las famosas “matildes” y sentarse tranquilamente a cobrar el dividendo. Y no se equivocaron.

Esta curiosa denominación que se ganaron las acciones de Telefónica venía de un anuncio en el que el protagonista llamaba a su mujer -Matilde- para que no dejara de comprar acciones de Telefónica, que daban un estupendo dividendo, etc., etc. Matilde estaba encantada de invertir en Telefónica y lo que buscaba era cobrar su cupón (dividendo) cada seis meses, sin importarle demasiado las oscilaciones del valor. A día de hoy sigo recibiendo la visita de señoras  -y señores- que vienen a vernos con su cartera de valores y/o fondos para solicitar una  opinión independiente y seguimos encontrando “telefónicas” compradas cuando yo nací. Por supuesto, les recomendamos mantenerlas y seguir cobrando el cupón. 

La diferencia entre esta y aquella época es que, entre medias, se ha producido el fenómeno denominado “capitalismo popular”, lo que significa que la gente se puso a invertir en bolsa no con la intención de cobrar el cupón y dejar las acciones a sus hijos, sino con la idea de especular, cual amos del universo de la novela de Tom Wolfe. La idea no funcionó. No es tan fácil especular en bolsa, actividad que me parece absolutamente respetable pero que requiere de conocimientos, autodisciplina, tiempo, dedicación y ciertas dosis de humildad para saberse retirar a tiempo en caso de error, atributos que no tiene todo el mundo. Pero lo peor es que el resultado del “capitalismo popular”, en cuyos excesos tuvo mucho que ver la explosión de las “puntocom” financieras, ha generado un gran rechazo entre los ahorradores hacia la inversión en renta variable. Mal aconsejados y peor dirigidos, sin tener en cuenta su perfil de inversión, a merced de cuál fuera el último valor que quisiera “calentar” o “colocar” el banco o el “broker” de turno, se han ido dando golpe tras golpe hasta pensar que toda la bolsa son chicharros. No les culpo. En lugar de llevarlos por una autopista segura les abandonaron a su suerte en una carretera comarcal atestada de oportunistas y trileros.

Avanzando en el tiempo, concretamente hace tres años, y coincidiendo con el inicio de la crisis, recomendamos a nuestros clientes que se olvidaran de los depósitos y se hicieran acreedores de estados y empresas solventes (empezamos por los estados y seguimos por las empresas), bien directamente comprando bonos, bien indirectamente utilizando fondos de inversión (fórmula fiscalmente más eficiente para personas físicas). No se han arrepentido. Cuando hace unos meses les recomendamos cambiar de estrategia, su rentabilidad acumulada superaba con creces la de cualquier depósito y, además, en todo momento tuvieron liquidez diaria y tranquilidad nocturna. Ganaban bastante más de un 4% anual sin tener que prestarle el dinero a cajas y bancos con problemas que, si siguen vivos, es porque lo vamos a pagar durante años con nuestros impuestos.

Pero, como digo, hace unos meses les propusimos cambiar el “chip”. Les dijimos que pasaran de ser acreedores de empresas y países solventes a ser socios de empresas solventes (manteniendo solo la renta fija empresarial de corto plazo). La de invertir en empresas con buenos dividendos es una estrategia que utilizamos hace tiempo, pero ahora cobra especial importancia porque la renta fija a largo y los depósitos han perdido atractivo. El mundo ha superado la recesión -con excepciones notables como la española- y aunque no le espera un crecimiento espectacular, si le espera un crecimiento suficiente como para que muchas empresas de calidad -excluidos la mayoría de los bancos- mantengan o incluso incrementen su dividendo. Y los dividendos tienen una ventaja con respecto a los cupones de la renta fija: que suben con la inflación, así que están cubiertos frente a futuras tensiones inflacionistas. Es más, pueden subir aunque no haya inflación si la empresa va bien. Y hablamos de empresas que van y seguirán yendo bien, no de chicharros.

La primera crítica que se puede hacer a esta propuesta -lo digo porque ya me la han hecho- me temo que se va a quedar en el tintero una vez leída la respuesta que planteo de antemano: sí, los valores caen cuando descuentan (pagan) el dividendo, perdiendo en el día aproximadamente la misma cuantía que abonan de  dividendo (y no siempre, desde luego), pero quienes conocen los mercados saben que eso es un efecto temporal ¿o es que un valor que paga dividendos -la mayoría- no acumula plusvalías en años -incluso en meses- alcistas? El cobro de dividendos no es incompatible con el mantenimiento del valor de la acción, ni tampoco con eventuales plusvalías.

La segunda crítica tiene más fundamento, pero no es un problema para un asesor que conozca la oferta actual de productos financieros. Esta se basa en que, aunque se cobre un dividendo, si baja la bolsa el inversor -que además en este caso se supone conservador- sufre con la caída, mientras que en un depósito o un bono no. Dejando de lado que nuestras madres y abuelas dormían perfectamente los días que bajaban sus “matildes”, porque sabían porqué y donde habían invertido, afortunadamente hoy en día las técnicas de cobertura han avanzado mucho y es realmente sencillo limitar la volatilidad de la cartera, como quien pone un amortiguador a un coche. En otras palabras, que ese día que el IBEX cae un 2% tu cartera de valores de alto dividendo no caerá más de un 0,3% (aproximadamente). Y se puede graduar el nivel de amortiguación, como ocurre hoy en día en los coches de alta gama. ¿Que el mercado es muy alcista a medio plazo?: reducimos el nivel de dureza de la amortiguación (nivel de cobertura). ¿Que es bajista?: lo aumentamos. Para eso está el asesor, para actuar de ordenador de abordo. Y para seleccionar los valores o fondos de alto dividendo que compondrán en cada momento la cartera.

Creo que fue en los años sesenta cuando se popularizó el término “matildes” para referirse a las acciones de Telefónica. Yo no viví el momento -estaba “naciendo”-, pero me consta que tanto nuestras madres como nuestras abuelas no tenían ningún reparo en comprar las famosas “matildes” y sentarse tranquilamente a cobrar el dividendo. Y no se equivocaron.

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