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Error + error = Error al cubo
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Error + error = Error al cubo

Sí, no me he equivocado. En economía, cuando los errores son garrafales, uno más uno no es igual a dos. La suma de dos errores no

Sí, no me he equivocado. En economía, cuando los errores son garrafales, uno más uno no es igual a dos. La suma de dos errores no da doble error. Da error al cubo (a la tercera potencia, para los que tengan muy olvidadas las matemáticas). En economía, igual que hay sinergias positivas, también las hay negativas. Y ya veremos si en el caso que nos ocupa –las cajas de ahorros– no da error a la cuarta o a la quinta potencia, porque en este caso se pueden generar reacciones en cadena de difícil previsión.

El primer error: si vives en una economía de mercado no puedes obviar las leyes del mercado. Si hay sobreoferta, lo que no puedes hacer es mantenerla. La burbuja inmobiliaria trajo aparejada una burbuja financiera de similar tamaño. Había que financiar el “Monopoly” con su correspondiente banca. El problema es que se dejó que pinchara la burbuja inmobiliaria pero se mantuvo intacta la financiera, la que, valga la redundancia, financió la burbuja inmobiliaria. En lugar de proceder a un plan de reconversión similar al de cualquier otro sector en el que hay una sobreoferta, como ocurrió en su día con los astilleros o la minería del carbón, lo que se hizo es fusionar errores.

Las cajas de ahorro son un error desde su concepción. Un banco gestionado y dirigido por políticos es una perversión de las leyes del mercado, como ha podido comprobarse. Y lo he dicho muchas veces y durante mucho tiempo. Ahí están las hemerotecas. No me apunto ahora a la crítica fácil y oportunista. Pero el error se multiplica cuando se cogen esas entidades y, en lugar de irlas eliminando ordenadamente del sistema, protegiendo obviamente los intereses de sus clientes, lo que se hace es juntar varias, con lo que se cogen varios problemas pequeños y se construye uno mucho mayor que, claro, se convierte en un riesgo sistémico.

Si durante el gobierno del señor Zapatero se hubiera procedido a una liquidación o venta ordenada de cajas de ahorros, reduciendo así al máximo su presencia en el sistema, hoy el terrible problema que tiene el sector financiero español sería mucho menor o simplemente no existiría. Nadie me negará que en aquella época habría habido compradores para esas cajas. El Monopoly, nuestro modelo de negocio, funcionaba. Y estábamos en la Champions League, cuidado.

El caso es que no se hizo. Pero hubo una segunda oportunidad, y en ese caso no podrá decirse que no hubo avisos (el mío en un artículo publicado el 8 de febrero 2012 en el diario El Economista titulado “Reforma financiera en dos palabras: Sobran bancos”). Cuando empezó la crisis y el sistema financiero español era “el más seguro del mundo” –político “dixit”– todavía se daban las condiciones para llevar a cabo una reestructuración menos dramática que la que se nos viene encima. Para empezar se contaba con las famosas provisiones genéricas para amortiguar el golpe. Pero no “tocaba”. Mejor “fusionar” cajas, es decir, mejor fusionar problemas (creando así uno mayor) que enfrentarse a ellos. Lo que eran entidades relativamente manejables para un proceso de reestructuración ordenada se fusionaron con otras iguales o mayores –caso de Bankia, por cierto– creándose así entidades financieras cuya quiebra supondría un riesgo sistémico, una excusa perfecta, por cierto, para mantener todo más o menos igual.

¿Es que a ningún político con más de un par de tardes de economía bajo el brazo se le pasó por la cabeza esto y sólo lo advertimos algunos economistas antipatriotas? Seguro que no. El problema es muy sencillo. No había eso que se llama “voluntad política”. Y no la había porque “compañeros” de todos los partidos sin excepción –y sindicatos– perderían el sillón del Consejo de Administración. Esa es la cruda realidad. Por eso se pactó lo de las fusiones en diez minutos –en palabras de los protagonistas– en un bar al lado del Congreso (literal). Y si creen que exagero con el tema político, vean, por ejemplo, la composición del Consejo de Bankia y de su sociedad matriz, el Banco Financiero y de Ahorros: de los treinta y nueve miembros que pueblan el consejo, veinte son políticos o sindicalistas (manda…, como diría el Sr. Trillo). Y probablemente son más, porque muchos de los puestos “de confianza” no tienen carnet de partido, pero si son “de confianza” pueden Uds. imaginarse de qué tipo de “confianza” se trata.

Así, ya tenemos dos errores mayúsculos del anterior Gobierno, y uno piensa que los nuevos, que vienen con ganas y la autoridad –moral y real– que da una mayoría absoluta a todos los niveles de la Administración, cogerán la tijera y, si hay que poner dinero, será en todo caso para cubrir a los clientes. Pues no: van y dicen que seguirán con las “fusiones” a lo largo de los próximos dos años y que seguirán poniendo dinero –del contribuyente, no suyo, claro– en aquellas que sean “viables”. Y uno se pregunta, ¿y cuáles son “viables” en un sector donde lo que sobran son empresas? (cajas y algún banco, en este caso). La única viabilidad es reducir la oferta hasta que se adecue a la demanda. Es la ley de la oferta y la demanda señores, y eso, si no se lo salta un torero, tampoco se lo salta un político. En honor a la verdad, hay que decir que el Gobierno actual dio un gran paso –ojala lo hubiera dado el anterior–, que es obligar al sector a reconocer la realidad de sus problemas y, de paso, su sobrecapacidad. Pero reconocer la realidad es una condición previa a la solución del problema, no la solución del mismo.

El caso es que llega el FMI y, en una actuación muy poco habitual, no sólo dice todo lo anterior sino que, además –abróchense los cinturones– señala, sin nombrarla, a una entidad en concreto. Que yo recuerde eso no lo ha hecho el FMI nunca. Es más, llega el presidente del BCE y dice exactamente lo mismo –eso sí, sin señalar a nadie– y que si hay problemas lo que hay que hacer es solucionarlos ya, no “fusionarlos” ni marear la perdiz.

No sabemos en qué acabará todo esto. Nosotros, por si acaso, seguimos recomendando a nuestros clientes lo mismo que recomendamos desde hace varios años: que eviten la bolsa española, la deuda pública española, Europa en general (con la excepción de Alemania), que miren hacia EE.UU. y a los países emergentes (recomendación más reciente, de este año), que mejor bonos de compañías SSD (Solventes, Sólidas y bien Diversificadas internacionalmente), incluso españolas, que depósitos o pagarés de entidades con mucho ladrillo en el sótano, que de realizar un depósito más vale un 2,7% en una entidad SSD que un 4% en un “bancocaja tóxico”. También les decimos –y hemos publicado aquí– que cuidado con quien da las garantías en un producto garantizado y que los fondos de inversión tienen la enorme ventaja de que son totalmente seguros porque su patrimonio es independiente –por ley– del activo o pasivo de una entidad financiera (otra cosa es que puedan bajar si invierten en el sitio equivocado, claro, pero eso es un problema de gestión, no de solvencia). También les hemos contado que hay fondos que se benefician de la volatilidad del mercado y que hay fondos contrarios que de hecho ganan cuando caen el Ibex o el Eurostoxx.

Además de recomendar tomar esas relativamente sencillas precauciones, ya que no podemos cambiar el pasado, sugerimos a los políticos que aprendan la lección para el futuro: si vives en una economía de mercado, “cuidadín” con la política: no se puede pedir dinero a mansalva y luego asustar e insultar a los que te lo dejaron (el malévolo mercado). Y que los políticos deberían hacer política y no banca. Y de ahí en adelante. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Con las cajas ya van cuatro: por crearlas, por mantenerlas, por no plantarse seriamente quitarlas de en medio a tiempo y por “mantenella y no enmendalla”, incluso con mayoría absoluta. Esperemos que al menos a la quinta vaya la vencida.

Sí, no me he equivocado. En economía, cuando los errores son garrafales, uno más uno no es igual a dos. La suma de dos errores no da doble error. Da error al cubo (a la tercera potencia, para los que tengan muy olvidadas las matemáticas). En economía, igual que hay sinergias positivas, también las hay negativas. Y ya veremos si en el caso que nos ocupa –las cajas de ahorros– no da error a la cuarta o a la quinta potencia, porque en este caso se pueden generar reacciones en cadena de difícil previsión.