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Burbuja garantizada
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Burbuja garantizada

Posiblemente sonábamos alarmistas cuando en abril de 2007 advertíamos públicamente sobre las graves consecuencias que tendría para España la llamada crisis “subprime” (“¿Sabe Ud. lo que

Posiblemente sonábamos alarmistas cuando en abril de 2007 advertíamos públicamente sobre las graves consecuencias que tendría para España la llamada crisis “subprime” (“¿Sabe Ud. lo que es un crédito subprime?”, La Vanguardia, 1 de abril de 2007). Por decir que España era un “hedge fund” inmobiliario me cayeron unas cuentas collejas. También parecíamos alarmistas cuando recomendábamos evitar totalmente la renta variable y la deuda pública española y centrarnos en los EE.UU. (“Go West”, Finanzas.com, 26 de marzo de 2010, o “El Mito de la Caverna”, Cotizalia, 18 de diciembre de 2010). Y seguramente sonó antipatriota nuestra crítica a cómo se pretendía “solucionar” el problema de las cajas de ahorro mediante fusiones (“La solución de las cajas, de inmoral a surrealista”, Cotizalia 16 de marzo de 2011). En ningún caso pretendíamos ser alarmistas -ni por supuesto antipatriotas-, sólo realistas, que es la primera obligación de un asesor financiero.

Así que no creo que nadie nos llame alarmistas ahora porque aprovechemos este “post” para comentar públicamente algo que llevamos tiempo recomendando en privado a nuestros clientes: hay que analizar las condiciones de los fondos de inversión y planes de pensiones garantizados que se tengan en cartera. Y por un motivo muy sencillo: en un producto garantizado, si la entidad garante tiene problemas, la garantía podría desaparecer.

Aclaremos sin demora que esto no significa que se evapore el dinero, sino que ese producto que contaba con garantía total o parcial del capital invertido se convierte en un producto más, que se moverá en función de la evolución del mercado y susceptible, por lo tanto, de perder valor. Obviamente, no era esa la intención de quienes suscribieron un producto garantizado. Si lo hicieron es porque daban prioridad a la preservación del capital antes que a cualquier otra consideración. De ahí que, si un producto garantizado puede presentar problemas de garantía, sería conveniente traspasar ese dinero a un producto que no tenga riesgo de pérdida del capital invertido, o que este riesgo sea mínimo. Y esos productos existen: desde fondos de inversión o de pensiones tradicionales de sesgo muy conservador -y que inviertan fuera de España-, pasando por bonos de empresas de muy alta calidad crediticia y con baja dependencia del ciclo económico -incluso españolas, si cumplen esa condición-, hasta depósitos de entidades financieras realmente solventes (que no son tantas), por poner algunos ejemplos.

Cuando las entidades financieras españolas inundaban el mercado de productos garantizados nadie se planteaba la solidez de la garantía. ¡Estábamos en la “Champions League”! Nuestro sistema financiero era “el mejor del mundo” e íbamos a adelantar a Francia en el ranking del PIB (lo que pueden llegar a decir los políticos cuando se vienen arriba). Es más, hemos de reconocer que por aquel entonces cuando recomendábamos evitar los fondos de inversión garantizados no era por la garantía, sino porque, en general, eran mucho más rentables para la entidad financiera que para el cliente.

Pero hace tiempo que incluimos otro elemento en nuestra visión negativa de los fondos de inversión -y de pensiones- garantizados, concretamente el hecho de que las entidades financieras españolas no sólo se han pasado en la concesión de créditos hipotecarios: también se han excedido en la creación y comercialización de productos garantizados. Y han abusado del “gancho” comercial de la inversión rentable a la par que completamente segura (sic). Así han creado una burbuja de garantías que podría desinflarse como antes lo hizo la inmobiliaria o la financiera. El problema reside en que en la lista de prioridades y obligaciones legales de las entidades financieras -y de las prioridades políticas de los gobiernos- ocupan un lugar predominante las cuentas corrientes y los depósitos -como es lógico- o la deuda “senior” de los bancos, pero no las garantías otorgadas a productos financieros por bancos y cajas.

Quede claro que no todos los productos garantizados presentan el mismo riesgo. Depende de la solvencia y solidez de quien presta la garantía, que muchas veces ni siquiera es la entidad que ha comercializado el producto. Por eso hay que analizar caso por caso, así como las opciones de salida, que no siempre existen y que, de existir, pueden ser muy variadas y con distintos efectos secundarios. Pero hay una cosa clara: la legislación establece claramente las condiciones de “rating” y/o solvencia que permiten a una entidad dar ese tipo de garantía. Y si se pierden esos niveles mínimos, la entidad tiene que buscar un tercero que se haga cargo de la garantía. Ni que decir tiene que entidades españolas sobradas de “rating” hay más bien pocas, y las que lo tienen estudiarán muy detenidamente si están dispuestas a asumir los compromisos de “Champions League” que ofrecían las entidades en aquella época teóricamente dorada del sistema financiero español.

La buena noticia es que los fondos de inversión y de pensiones, garantizados o no, son inmunes a quiebras bancarias -aunque pierdan la garantía- simplemente porque el patrimonio de los fondos no forma parte del activo/pasivo de una entidad financiera. Es sólo de los partícipes. Por ley. Ahí, todos tranquilos. Ahora bien -y esta es la mala noticia-, si la situación del sistema financiero español sigue deteriorándose, las garantías de los productos garantizados no estarán las primeras en la cola de la ventanilla de reclamaciones. En otras palabras: lo que era un fondo que sólo cogería las subidas del Ibex y no las bajadas pasaría a coger tanto subidas como bajadas. Y lo mismo en el caso de los productos de renta fija: pasarían a ser fondos que invierten en bonos y, lo que metían en la cartera muchos de los “fabricantes” no era precisamente deuda pública alemana.

Así que, como dicen los médicos, un chequeo a tiempo nunca sobra y puede evitar muchos sobresaltos. Apliquen este razonamiento a la “letra pequeña” de los fondos de inversión y de pensiones garantizados porque, en situaciones tan complejas como la actual, es importante saber qué es lo que uno ha firmado y con quién. Afortunadamente, los fondos garantizados tienen una ventaja frente a las tristemente famosas acciones preferentes: se llama “ventana de liquidez” y a día de hoy sigue abierta. A día de hoy.

Posiblemente sonábamos alarmistas cuando en abril de 2007 advertíamos públicamente sobre las graves consecuencias que tendría para España la llamada crisis “subprime” (“¿Sabe Ud. lo que es un crédito subprime?”, La Vanguardia, 1 de abril de 2007). Por decir que España era un “hedge fund” inmobiliario me cayeron unas cuentas collejas. También parecíamos alarmistas cuando recomendábamos evitar totalmente la renta variable y la deuda pública española y centrarnos en los EE.UU. (“Go West”, Finanzas.com, 26 de marzo de 2010, o “El Mito de la Caverna”, Cotizalia, 18 de diciembre de 2010). Y seguramente sonó antipatriota nuestra crítica a cómo se pretendía “solucionar” el problema de las cajas de ahorro mediante fusiones (“La solución de las cajas, de inmoral a surrealista”, Cotizalia 16 de marzo de 2011). En ningún caso pretendíamos ser alarmistas -ni por supuesto antipatriotas-, sólo realistas, que es la primera obligación de un asesor financiero.