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Por qué no hay inflación y por qué conviene saberlo
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Víctor Alvargonzález

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Por qué no hay inflación y por qué conviene saberlo

La inflación es uno de los factores que más influyen en la economía y en la evolución de los mercados financieros

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Cuando oigo a un banquero central decir que no entiende por qué no hay inflación, me preocupo. Y no tanto porque diga que no lo sabe – la humildad es un atributo, no un defecto -, sino porque está diciendo que no sale a la calle, que desconoce lo que ocurre a su alrededor.

Si no fuera tan evidente, no pasaría nada, pero estoy seguro de que el 80% de quienes lean este artículo está viendo - o viviendo - el porqué de la baja inflación. Y si el responsable de la política monetaria no sabe en qué mundo vive, entonces tenemos un problema.

La inflación es uno de los factores que más influyen en la economía y en la evolución de los mercados financieros. A usted, sea como inversor, consumidor o empresario, le interesa saber qué pasa con ella y, sobre todo, qué va a pasar en el futuro.

Foto: Supermercado

Lo primero que nos está diciendo un banquero central que no entiende por qué no acaban de subir los precios es que no compra por internet. El comercio electrónico es la quinta esencia de la competencia en precios. Puedes comparar -y comprar- en el mundo entero, lo que te permite no ya elegir lo más barato de tu ciudad, como ocurría antes, sino lo más barato del mundo. Y la lucha entre distribuidores por obtener cuota de mercado es a muerte.

Tanto como la de quienes venden en el mundo físico y tienen que competir con los 'online'. Este escenario limita claramente la capacidad de subir precios. Y luego está la innovación: vivimos en un mundo innovador en el que si se te ocurre subir los precios al día siguiente tienes alguien que ofrece algo mejor y, encima, más barato.

Luego está el componente fundamental de la inflación: los salarios. El banquero central que no entiende por qué no suben los salarios probablemente no tenga hijos jóvenes en edad de trabajar. Solo hace unos días desayunábamos con la noticia de que en España cobra más un jubilado de una empresa que el júnior que entra a sustituirle. Y todos sabemos lo poco que cobra un jubilado. Pero la cuestión es mucho más amplia y trascendente: el modelo laboral está cambiando y no precisamente para incrementar el poder de negociación de los trabajadores. Ya nadie sabe lo que es un sindicato (ellos mismos se han ocupado de desprestigiarse para que a nadie le interese) y, con la globalización, en muchas actividades un joven español compite indirectamente con uno de cualquier otro lugar del mundo.

Pero hay más. Los datos nos muestran cómo disminuye la clase media en Norteamérica y cómo vamos hacia hay dos clase sociales muy diferenciadas. La consecuencia es que se están creando dos economías. Una, de y para gente pudiente, formada por personas con formación de primera calidad, creativas o manualmente hábiles. Son quienes están protegidos, por su actividad o por su formación, contra la posible sustitución por parte de robots o entes de Inteligencia Artificial (IA). Entre ellas estarían desde un empresario o un ingeniero de telecos hasta un guionista de series, pasando por un fontanero o un chef de cocina.

Los datos nos muestran cómo disminuye la clase media en Norteamérica y cómo vamos hacia hay dos clase sociales muy diferenciadas

El riesgo de sustitución no depende tanto de los estudios, sino de la actividad que se realiza. Por el momento es difícil que sea rentable para una compañía de seguros enviar un robot a reparar una tubería a un domicilio. Y no les digo cantar bien o componer una canción como 'Angie': eso está a años luz de lo que puede hacer un robot o un programa de Inteligencia Artificial.

Por el contrario, en el otro lado de la balanza social y económica están quienes pueden ser sustituidos en mayor o menor medida por la robótica o la IA. Aquellos cuyos estudios sean muy básicos o sus actividades no requieren una habilidad, sensibilidad o intuición especiales. En este grupo entran no solo los trabajadores de casi todas las industrias – financiera incluida -, sino que también se incluyen profesiones como, por ejemplo, la medicina. La IA se está demostrando muy eficaz en el diagnostico de enfermedades, porque resulta que el 'software' de IA tiene en su mente informática cientos de millones de escáneres, radiografías o diagnósticos previos. Juega con ventaja.

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Así, la clase social mejor situada, que representa menos del 40% de la población en el caso de los EEUU, puede y, de hecho, pide y obtiene, subidas de sueldo. La 'sustituible', no. El fenómeno va a más porque va a caballo de la revolución tecnológica y la globalización. Y es lo que explica, entre otros motivos, la debilidad de la inflación salarial. Si un 60% de los asalariados no tiene poder de presión en la negociación, la inflación salarial global será un 60% menor de lo que sería en otras circunstancias u épocas. Será difícil subir precios en los productos de gran consumo y, por el contario, no lo será tanto en los de alta gama.

La inflación, si bien seguramente aumente algo a medio plazo como consecuencia del crecimiento que vive la economía mundial, tiene un techo marcado por la revolución tecnológica, la globalización, el nuevo modelo laboral y la cada vez mayor desigualdad social.

Establecer una buena hipótesis sobre dónde está ese techo nos permite saber cuándo empieza a ser interesante el cupón de un bono, cuánto subirán los tipos de interés o si algún día se volverán a remunerar los depósitos y cuánto. Y muy importante: si conviene pedir un préstamo a tipo fijo o a tipo variable y a qué tipo de interés. Establecer una cifra acertada sobre lo que llamaremos “techo estructural de la revolución digital a la inflación” es fundamental para establecer cualquier estrategia de inversión, ahorro o consumo.

Cuando oigo a un banquero central decir que no entiende por qué no hay inflación, me preocupo. Y no tanto porque diga que no lo sabe – la humildad es un atributo, no un defecto -, sino porque está diciendo que no sale a la calle, que desconoce lo que ocurre a su alrededor.

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