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"De sindicatos de clase a no se sabe qué clase de sindicatos"

Los sindicatos en Cataluña, reconvertidos en organizaciones nacionalistas, han sido parte activa y necesaria de la movilización social

Foto: Varias personas secundan la huelga en Cataluña el pasado 3 de octubre. (EFE)
Varias personas secundan la huelga en Cataluña el pasado 3 de octubre. (EFE)

“Me consta que la Casa del Rey ha preguntado: ¿Qué pasa con SEAT, por qué se queda en Cataluña? Y esto es una presión”. Los que conocen a Matías Carnero, presidente del comité de empresa de SEAT y presidente de UGT de Cataluña, que no le tienen por un temerario, no salían de su extrañeza al ver estas declaraciones en el diario independentista Ara.

Por las mismas fechas, 19 de octubre, y en declaraciones a El Matí de Catalunya Ràdio, Carnero insistía: “A mí nadie me ha dicho directamente: me ha llamado Felipe VI, me ha llamado Juan Carlos I, pero sí que es cierto que en estos ámbitos empresariales te lo dejan caer… que ha habido llamadas, que ha habido contactos… El Gobierno lo que está haciendo es un artículo 155 financiero”.

Foto: Empresas. (EC)

¿Por qué el presidente de la UGT catalana insinúa que el jefe del Estado se dedica a llamar a empresarios para que cambien su sede social? Tuvo que desmentir sus palabras. Vano intento. Las imprudentes declaraciones de un personaje de cierta importancia en el sindicalismo catalán quizá reflejen mejor que ninguna otra la alteración de la realidad que pueden llegar a desarrollar colectivos de personas cuando se enfrentan a sucesos que les provocan graves contradicciones. Cuando despiertan del sopor de sus sofismas.

“Libertad para los presos políticos catalanes”, bramaban los dirigentes sindicales catalanes y alguno desde Madrid asentía. “Daremos una respuesta sostenida, clara y rotunda”, amenazaban. Durante los últimos años CCOO y UGT en Cataluña habían acelerado su aproximación a las organizaciones independentistas. Con más entusiasmo en UGT, que veía en su apertura a sectores de CiU y ERC una forma de equilibrar la relación de fuerzas con CCOO.

En plena euforia del 'procés', en 2014, UGT y CCOO firmaban un acuerdo con Òmnium Cultural bajo el lema "El mundo del trabajo por el derecho a decidir"

En junio de 2012, Miquel Roca agradecía el cambio de posición de UGT, cuyo Comité Nacional había aprobado una resolución en defensa de un concierto económico para la Generalitat que bien podría suscribir cualquier formación nacionalista o independentista: “El cambio es muy importante porque traduce lo que podíamos llamar una reivindicación de clase en una reivindicación de país. Es el elemento más importante que se ha producido desde 1897, porque, hasta ahora, el pacto fiscal estaba asociado a una reivindicación burguesa”, afirmaba Roca.

En plena euforia del 'procés', en marzo de 2014, UGT y CCOO firmaban un acuerdo con Òmnium Cultural bajo el lema “El mundo del trabajo por el derecho a decidir”. El escritor Javier Pérez Andújar, Premio Ciutat de Barcelona, describía así la fotografía que inmortalizó el acto: “En los otrora industriosos jardines de las Tres Ximeneies. Gallego y Álvarez (actual secretario de UGT España) escoltando a Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural, uno a cada lado de la anfitriona, el uno a su derecha y el otro a su izquierda, en señal de ecuanimidad, como clara muestra de que ya no importa estar a la derecha o a la izquierda de los discursos, y exteriorizando plásticamente el paso de sindicatos de clase a no se sabe qué clase de sindicatos”.

“Los actuales dirigentes de CCOO y UGT en España han sido conscientes de los efectos negativos que podían acarrearles la identificación de sus organizaciones catalanas con el separatismo”. ¿Qué hacer?: “que mi mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”. Un ejemplo: al público español le digo que no apoyo la huelga general contra “la represión”. El afiliado en Madrid o Sevilla lo ve y asiente. Mientras en Cataluña organizo un paro general para el mismo día. Lo llamo “paro de país”. Huelga general o paro general… cualquiera puede pensar que es lo mismo, salvo para un sofista sindical que, acostumbrado al trile, juega con las palabras y cambia un conflicto de clase por un conflicto de país y te pregunta dónde está la bolita.

placeholder Recorren el barrio de Gracia de Barcelona con motivo de la huelga general convocada en Cataluña. (EFE)
Recorren el barrio de Gracia de Barcelona con motivo de la huelga general convocada en Cataluña. (EFE)

El pasado 2 de octubre el diario 'Expansión' reproducía las declaraciones de los máximos dirigentes de la UGT catalana. Su presidente, Carnero, afirmaba que no apoyaban una huelga política convocada por los sindicatos independentistas para el 3 de octubre. A renglón seguido, Camil Ros, secretario general, precisaba que convocaban ese mismo día un paro general de país ante la actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Un paro político. No intenten comprenderlo. La ayahuasca es una mezcla de plantas de la Amazonía capaz de inducir estados alterados de conciencia. Sus efectos pueden ser suaves y estimulantes o extremadamente visionarios. Se bebe en ceremonias colectivas bajo la supervisión de un chamán.

Lo sucedido en Cataluña las últimas semanas pudiera ser consecuencia o bien de un chamán inexperto o de una ingesta continuada desde hace años. En la segunda gran manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana el pasado 29 de octubre, Paco Frutos –comunista de los de antes– se preguntaba ante los congregados: “¿Por qué no está aquí la izquierda que le baila el agua a los independentistas?”.

No se oyó con la misma fuerza que la pregunta de Frutos, pero más de uno también se interrogaría: ¿y los sindicatos –CCOO y UGT– dónde están? ¿Por qué no han venido? La pregunta era pertinente, pero los sindicatos ni estaban ni se les esperaba. Su última decisión había sido desconvocar las manifestaciones contra el artículo 155 de la Constitución Española. No porque estuviesen de acuerdo con su aplicación: no se daban las condiciones. Su penúltima decisión: hacerse la foto en primera fila de la manifestación exigiendo la libertad de los “presos políticos catalanes”.

El conflicto catalán ha provocado tensiones en el seno de las organizaciones políticas. En todas se han oído o filtrado opiniones discrepantes

En nuestra reciente Historia hubo voces que llamaron al diálogo para resolver el “conflicto político vasco”. En aquella ocasión el sindicalismo –los terroristas mataban a sus afiliados– no fue equidistante. No ha sido así en el golpe a la democracia asestado por el independentismo. Los sindicatos en Cataluña, reconvertidos en organizaciones nacionalistas, han sido parte activa y necesaria de la movilización social. Mientras, los responsables “estatales” han recurrido al conflicto político, al dialogo equidistante, para salvar sus vergüenzas.

El conflicto catalán ha provocado tensiones en el seno de las organizaciones políticas. En todas se han oído o filtrado opiniones discrepantes. Salvo en los sindicatos, donde parece regir una especie de ley del silencio. Afirmaba el presidente del Gobierno, en su intervención ante el Senado, que era el respeto a la Institución lo que impedía analizar el comportamiento de los responsables de la Generalitat “sin caer en la impiedad”. Pues bien, es el respeto hacia las organizaciones de trabajadores, y en particular la UGT, lo que frena la impiedad con los dirigentes y exdirigentes, silentes, temerosos o piadosos.

*Pedro Gil es exsindicalista

“Me consta que la Casa del Rey ha preguntado: ¿Qué pasa con SEAT, por qué se queda en Cataluña? Y esto es una presión”. Los que conocen a Matías Carnero, presidente del comité de empresa de SEAT y presidente de UGT de Cataluña, que no le tienen por un temerario, no salían de su extrañeza al ver estas declaraciones en el diario independentista Ara.

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