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No es un momento Hamilton, pero sí un cambio en el 'statu quo'
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No es un momento Hamilton, pero sí un cambio en el 'statu quo'

Aunque la propuesta no llegue a suponer un momento Hamilton (no dé lugar por ahora a un Tesoro como fue el caso en EEUU), sí sienta las bases en el esfuerzo por dos direcciones claves

Foto: Un miembro del Parlamento Europeo con una mascarilla de la bandera europea(Reuters)
Un miembro del Parlamento Europeo con una mascarilla de la bandera europea(Reuters)

Aparentemente los grandes pasos de la UE se dan en las situaciones límite, desde su fundación de postguerra hasta la crisis actual. La respuesta institucional, tanto del Banco Central Europeo (BCE) como de la Comisión, están a la altura de las circunstancias y consolidan el nuevo liderazgo con el que se han estrenado en la transición del 2019 al 2020.

Lagarde ha provisto una implicación de la institución monetaria solamente comparable a la de la crisis anterior, con programas de compras que hoy ascienden ya a 1, 4 billones de euros (entre otras medidas de calado). Von der Leyen ha reaccionado al órdago del BCE con instrumentos, tanto para la primera línea de defensa ante la actual crisis como para el proyecto de reconstrucción de la Unión, que suponen un respaldo similar (de 540.000 y 750.000 millones, respectivamente) y que eleva el esfuerzo adicional conjunto de la Unión a más del 15% de su PIB. Se trata de un plan de choque sin precedentes, no solamente por la cuantía, sino por el compromiso tácito de transformación que conlleva.

Foto: Una fábrica en Schenzhen (China). (Reuters) Opinión
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Lo que resulta visible del compromiso de la presidenta de la Comisión es el objetivo de transformación económica y productiva al que están orientados los pilares del programa NextGenerationEU, tanto por la ambición de apostar por el incremento de la productividad - mediante la inversión en habilidades, tecnología y sostenibilidad - como por la necesidad de viabilizar esta inversión implicando al sector privado para garantizar la racionalidad y la sostenibilidad económica.

Pero me parece especialmente reseñable la manera de financiar la recuperación y la transformación que potencialmente conlleva. La idea de financiar la reconstrucción, mediante la apelación a los mercados mayoristas con la emisión de nuevos instrumentos de largo plazo satisfechos con cargo al presupuesto de la UE, es -independientemente del formato final de la medida- la fuerza que necesita la Unión para imprimir los momento y velocidad necesarios a fin de abandonar el statu quo que la definía hasta ahora (el statu quo es un Equilibrio de Hamilton).

La emisión de deuda crea nuevos instrumentos en los que puede apalancarse el sector financiero, de plazos muy largos consistentes con la idea de permanencia del proyecto europeo. Además, libera presión sobre algunos activos soberanos que hacían de refugio dando aire, de nuevo, al sistema financiero, gestor del ahorro de largo plazo necesario para racionalizar una inversión sostenida en el tiempo, el incremento de la productividad y el crecimiento y, por ende, de la sostenibilidad fiscal del proyecto. Y, finalmente, supone un mecanismo de compromiso solidario entre los miembros, independientemente del formato final que se adopte.

Aunque la propuesta no llegue a suponer un momento Hamilton (no dé lugar por ahora a un Tesoro europeo como fue el caso en EEUU), sí sienta las bases para orientar el esfuerzo en dos direcciones claves: la redistribución, por el mero hecho de que se honren los pasivos empleando el presupuesto de la Unión, y la relación con el exterior, porque la necesaria creación de nuevas figuras fiscales (ajustes regionales del precio del CO2, ajustes comerciales con China, tasa digital, etc.) requerirá la coordinación internacional. Y estos dos elementos, que definirán la gobernanza doméstica y exterior de la UE, resultan claves para que la UE materialice su renovada visión y su liderazgo en el futuro.

Aparentemente los grandes pasos de la UE se dan en las situaciones límite, desde su fundación de postguerra hasta la crisis actual. La respuesta institucional, tanto del Banco Central Europeo (BCE) como de la Comisión, están a la altura de las circunstancias y consolidan el nuevo liderazgo con el que se han estrenado en la transición del 2019 al 2020.

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