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Dos meses de guerra: por qué se ha enquistado el conflicto
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Gonzalo de Cadenas-Santiago

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Dos meses de guerra: por qué se ha enquistado el conflicto

Rusia contaba con un Occidente fracturado, y no ha sido así. El "strategic challenge" (Merkel dixit) que suponía China, la pandemia y ahora el conflicto han puesto en guardia a Occidente

Foto: Tanque ruso destruido en Buzova. (EFE/Oleg Petrasyuk)
Tanque ruso destruido en Buzova. (EFE/Oleg Petrasyuk)

El mundo, y en especial Europa, se enfrenta a retos estratégicos con consecuencias potencialmente relevantes para el medio y largo plazo. A nadie se le escapa que la invasión rusa a Ucrania trasciende a la tragedia del país y hace visibles conflictos no resueltos en el último cuarto del siglo XX. En este sentido, Rusia no asumió las fronteras que resultaron del colapso de la Unión Soviética y China no buscaba solamente crecer como un coloso exportador de artículos de bajo valor añadido.

Rusia se mantuvo a la expectativa en la República Srpska, Transnistria, Donbass, Georgia y en otros tantos territorios más, esperando el momento para recuperar fronteras. Por su parte, China entró en Occidente a través de la Organización Mundial de Comercio (OMC), sin tener que responder preguntas sobre ética y con el propósito tácito de recuperar lo perdido durante sus 100 años de humillación, Taiwán incluido.

A finales de la segunda década del siglo XXI, con la "disidencia" con respecto al modelo europeo impulsada por el Brexit, por una sociedad cada vez más desigual y doblemente fustigada por el covid, por las vulnerabilidades adquiridas (deuda, comerciales y energéticas), por las relaciones debilitadas con los co-artífices del modelo de postguerra y por el cambio de guardia en el liderazgo de la Eurozona (Juncker, Draghi, Merkel, Von der Leyen, Borrell, Lagarde), parece haberse creado el mejor momento para una suerte de revancha compartida por dos socios circunstanciales como son China y Rusia. Este aparente acuerdo se construye como una alianza que aprovecha una debilidad secular de Occidente y aparentes intereses compartidos por un creciente grupo de líderes orientales de postura dura. A pesar de que algunos detalles fácticos parecieran respaldar que efectivamente es su momento, algunos otros también podrían anticipar que al final del camino tampoco existe tal destino compartido.

Foto: Imagen de un operador de mercado, frente a unas pantallas de cotización en el interior de la Bolsa de Nueva York. (Reuters/Brendan McDermid)

A raíz de la invasión a Ucrania, Rusia se enfrenta a sanciones oficiales y no oficiales del mundo que afectan el lado real de su economía, pero consigue mantener la guerra financiada y los términos nominales de su economía estables gracias al esquema gas-rublo-divisa estructurado por GazpromBank, el Banco Central, la Eurozona y China, fundamentalmente. La dependencia energética de Europa es el mejor instrumento de deterrance de V. Putin y la dependencia comercial de China de Europa el mejor bálsamo para apaciguarlo en los momentos más frenéticos. Así, China puede pasar de largo con una Rusia hundida económicamente, pero no con una Europa en estanflación o incluso en recesión.

El hecho es que esas dos fuerzas mantienen las placas continentales aún en su sitio. Rusia contaba con un Occidente fracturado, y no ha sido así. El "strategic challenge"(Merkel dixit) que suponía China, la pandemia del covid y ahora el conflicto en Ucrania han puesto en guardia a Occidente, tal y como pudo apreciarse en la última reunión de seguridad de Munich.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y las funciones de seguridad y diplomacia exteriores recuperan habilidades no vistas (en ambos casos) desde tiempos de Javier Solana, lo cual se plasma en la hoja de ruta de la estrategia y defensa de Europa en el Strategic Compass (publicado hace unos meses) y en las bases de la Fuerza de Defensa Europea. Esto ocurre, además, en un contexto de mutualización sin complejos del esfuerzo europeo, claramente escenificado con el NextGenEU, sus planes de financiación, el recurso a este para defensa y con la vuelta al debate de un tesoro europeo. Es decir, al contrario de lo que se creía en Rusia y China, los problemas de los últimos cinco años han generado una alianza atlántica más fuerte y una Unión Europea que tiene más claras sus prioridades y destino común.

Foto: Foto: Reuters/Guglielmo Mangiapane

A esto se suma que se generarán alianzas regionales conforme aumente el desgaste de la guerra. Rusia contaba con dos socios naturales en su aventura bélica: Turquía y China. Ambos, más por necesidad que por visión compartida del mundo, pero también con una hoja de ruta propia que prevalece sobre el resto de los intereses, máxime siendo el fin último la prevalencia de Rusia. De una parte, Turquía es la segunda fuerza militar de la OTAN, y su vínculo con Rusia nace de la energía y el turismo a partes iguales. Por ello, necesita equilibrar sus intereses y vínculos con Rusia para estabilizar su moneda y su cuenta corriente sin pasar por una recesión profunda antes de 2023, fecha en que se renueva la definición de la réplica turca, R. Erdogan, quien, aunque podría perder las próximas elecciones, buscará pasar a la historia de otra manera. Y, por otro lado, China se consolida como adalid de la equidistancia en temas políticos, sin condenar, pero sin verbalmente animar más a Putin en su guerra. La razón es, como se ha señalado antes, que necesita a Europa y tampoco desea consolidar su dominio como un líder apóstata de los valores que públicamente defiende.

Así, es de esperar que el conflicto en Ucrania, en el peor de los casos, se enquiste porque la resistencia local que ha encontrado Rusia es mucho mayor de lo anticipado y el contexto global de intereses y alianzas no es tan benigno como aparentemente ese país suponía.

El mundo, y en especial Europa, se enfrenta a retos estratégicos con consecuencias potencialmente relevantes para el medio y largo plazo. A nadie se le escapa que la invasión rusa a Ucrania trasciende a la tragedia del país y hace visibles conflictos no resueltos en el último cuarto del siglo XX. En este sentido, Rusia no asumió las fronteras que resultaron del colapso de la Unión Soviética y China no buscaba solamente crecer como un coloso exportador de artículos de bajo valor añadido.

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