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Lo bueno, lo (aparentemente) feo y lo malo de los datos de la EPA
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Javier Martínez Santos

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Lo bueno, lo (aparentemente) feo y lo malo de los datos de la EPA

Cada nueva EPA es un test para nuestro mercado de trabajo, y lo es aún más después de una pandemia, una significativa reforma de hecho

Foto: Oficina de empleo en Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)
Oficina de empleo en Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)

Cada nueva EPA es un test para nuestro mercado de trabajo, y lo es aún más después de una pandemia, una significativa reforma, y el primer ciclo inflacionario de la economía española en décadas. Y con cada EPA surgen voces dispuestas a anunciar la llegada del vaticinado (por ellas mismas) futuro negro para el mercado laboral español. ¿Qué nos trae su última edición? Algo bueno, algo que se presenta como feo pero sólo lo es aparentemente, y algo indudablemente malo.

Empezando por lo nítidamente bueno: el número de ocupados. Han tenido que pasar 15 años desde el estallido de la crisis financiera para que España cuente con datos de ocupación a niveles del año 2007. Tras una década y media, el mercado laboral español tiene ocupadas a más de 21 millones de personas durante el tercer trimestre de 2023. Y el crecimiento durante el último año, una vez la economía había salido por completo de la dinámica post-pandémica, es especialmente notable.

A primera vista, los datos de ocupación parecen ser bastante buenos, pero este trimestre también ha crecido el desempleo. Esto ha provocado que a lo largo del día de ayer muchos focos hayan terminado recayendo sobre el incremento de un 0,2% de la tasa de paro. Más que la cifra porcentual, resultaría significativo el aumento en un tercer trimestre, que históricamente ha sido bueno en terminos de desempleo, fundamentalmente por lla temporada estival.

Pero si damos un paso atrás para apreciar el bosque tras el árbol del dato, observamos que se ha obviado cierta analítica básica. El colectivo "parados" puede aumentar por varias vías: está el aumento del número de personas desempleadas que antes (en la EPA anterior de referencia) trabajaban, pero también puede recibir flujo de personas activas que en antes eran inactivas: es decir, ni trabajaban ni buscaban hacerlo. Lo primero es incontrovertiblemente negativo: se han destruido puestos de trabajo. Lo segundo es más ambiguo: no es bueno que gente que busca empleo no lo encuentre, pero ¿es indeseable que haya más personas buscándolo que antes, es decir, activándose?

Resulta que en las series de la EPA se aprecia un aumento neto de la población activa (la que suma ocupados y parados en búsqueda activa) en 160 mil personas en un único trimestre. Un crecimiento que nos da una señal a priori esperanzadora de nuestro mercado laboral: las personas inactivas se están animando en la busqueda de empleo, algo que no ha pasado desde los años previos a la crisis financiera. Habrá que ver, eso sí, en qué medida estas personas logran un empleo, o no, y terminan por desanimarse, algo que solo nos lo dará el tiempo.

Hemos visto que, tanto en actividad como en ocupación, el mercado laboral español estaría respondiendo de manera más bien positiva a la actualidad económica. ¿Dónde está, entonces, lo malo?

En una economía donde historicamente hemos tenido tasas de temporalidad superiores al 25%, bajar estos valores era todo un reto para el sector empresarial español. Sin embargo, tras la reforma laboral que tenía como objetivo reducir esta temporalidad, el sector privado de la economía ha pasado de tener una tasa del 25% a una del 14%, lo que equivale a una reducción de 11 puntos porcentuales en solo un año y medio. Pero, y aquí llega lo malo, la otra cara de la misma moneda: está en el sector público. Las administraciones no están siendo capaces de reducir la temporalidad de sus trabajadores de una manera ágil y rápida: es por ellas que el objetivo de la propia reforma queda aún lejos . Su tasa de temporalidad se encuentra actualmente en el 31%, frente al ya mencionado 14% del sector privado. Es decir: el sector publico español cuenta con una temporalidad 17 puntos porcentuales mayor a la del sector privado: la duplica.

Esta última EPA viene a confirmar la buena tendencia de nuestas dinámicas laborales; que se vuelve casi innegable. Tras una pandemia, una reforma laboral de calado, y un ciclo inflacionario y de altas tasas de interés que por ahora no descienden, parece que nuestro mercado de trabajo se está adaptando de forma notable a la nueva normalidad. Sin embargo, como hemos visto, hay puntos centrales en los que tenemos que seguir mejorando, como en la temporalidad para el sector público. Todavía queda mucho camino por recorrer para acercarnos al horizonte en el que la temporalidad y el desempleo estructural se parecen más a lo que sería deseable, pero los datos aquí vertidos sugieren que estamos avanzando en esa dirección.

Cada nueva EPA es un test para nuestro mercado de trabajo, y lo es aún más después de una pandemia, una significativa reforma, y el primer ciclo inflacionario de la economía española en décadas. Y con cada EPA surgen voces dispuestas a anunciar la llegada del vaticinado (por ellas mismas) futuro negro para el mercado laboral español. ¿Qué nos trae su última edición? Algo bueno, algo que se presenta como feo pero sólo lo es aparentemente, y algo indudablemente malo.

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